Cultura ainda vale algo para alguns...?
La cultura... ¿salvavidas de Europa?
J. M. Martí Font
"El futuro de Europa depende de la cultura", aseguró el pensador polaco Zygmunt Bauman en la inauguración en Wroclaw del Congreso Europeo de Cultura que Polonia organiza con motivo de ostentar, por primera vez, la presidencia de turno de la Unión Europea. "El mundo", añadió, "se está transformando en un mosaico de diásporas, en un archipiélago de culturas".
Un archipiélago que, según él, al tiempo que aportan riqueza pueden crear una incomunicación babélica; por eso el escritor y pensador polaco abogó por invertir en sistemas de traducción que permitan confeccionar lo que llamó una "nueva biblioteca de Alejandría". Hay que empezar a dejar de pensar en la cultura como en "una isla autónoma dentro del marco social", señalaba ayer en el mismo sentido el abogado y lobbista cultural Philippe Kern. "En estos momentos hay que situarla en el centro del discurso social y económico de la nueva sociedad", añadía, "y no solo porque actualmente la industria cultural proporciona millones de empleos y supone una parte importante del PIB, ni tampoco porque cuando China quiere desarrollar una economía creativa viene a Europa en busca de talento, sino porque aunque no nos demos cuenta, es nuestro principal recurso económico, como lo sería el petróleo para otros".
"Cuando hablamos de innovación", añadió, "pensamos que solo procede del campo de la tecnología, cuando en realidad es el campo de la tecnología el que bebe de las ideas y tendencias que surgen del campo de la cultura". "Hay que atraer artistas a las empresas, para que con su mirada ofrezcan alternativas", añadía.
La cultura, además, tiene una dimensión añadida: crea solidaridad entre la gente y esto es lo que ahora necesita Europa. Hubo ayer, en Wroclaw, quien insistió en separar o al menos delimitar los conceptos de cultura y arte, aunque tampoco faltaron quienes lo querían difuminar. Para el profesor de Economía de la Cultura de la Universidad de Venecia, Pier Luigi Sacco, las nuevas tecnologías nos permiten llevar encima un entero estudio cinematográfico en un ordenador portátil que no sólo nos ofrece la posibilidad de crear, sino de saltarnos la figura del intermediario y -más importante- producir arte sin necesidad de retornos económicos para financiarlo. No pensaba lo mismo el director de la Kunsthalle de Viena, Gerald Matt, para quien una cosa es la cultura y otra muy distina el arte que realiza a título individual una persona. Matt apuntó una interesante paradoja para estos tiempos de crisis y deuda, cuando la fiscalidad está sobre el tapete y las grandes fortunas apuntan a un reforzamiento de los mecenazgos en el modelo de Estados Unidos.
"El dinero que llega a las instituciones", dijo, "es igualmente público, tanto si llega del Estado a través de los impuestos como si procede de donaciones privadas que, finalmente, son deducciones fiscales y por consiguiente impuestos. En este último caso sucede que es el individuo en cuestión quien decide a qué dedicar los fondos y cómo gastarlos, con criterios personales y en ocasiones muy banales o volubles. Personalmente prefiero que sea el Estado que lo reparta porque tiene una mayor continuidad y neutralidad".
El fotógrafo Oliviero Toscani, maestro de la provocación, no comulgó con nadie: "el Estado es un estorbo", dijo, "una máquina de mediocridad gestionada por burócratas a quienes la creación artística, que por definición es subversiva, les parece un anatema". Zygmunt Bauman, que ha escrito especialmente para este congreso el ensayo Cultura en el líquido mundo moderno, en el que Polonia se reivindica como la potencia cultural de la Europa del Este, adoptó la figura del viejo sabio que reivindica. Ante el presidente polaco Bronislaw Komorowski y otras autoridades, en el Centennial Hall, un edificio emblemático en la historia de la arquitectura construido a principios del siglo XX por el arquitecto Max Berg, Bauman pidió a los asistentes que dejaran de ver la televisión durante los cuatro días del congreso para no contagiarse del pesimismo. También reclamó la herencia cultural europea como la mejor arma para salir de la crisis.
Enlazando con el eje sobre el que Polonia ha articulado su presidencia, el de la diversidad, Bauman ció a Gadamer recordando que la diversidad es el mayor tesoro que Europa puede dar al mundo y a Steiner cuando asegura que el viejo continente morirá cuando deje de prestar atención a los detalles. En una ciudad emblemática como Wroclaw, que ha sido bohemia, polaca, alemana, parte del Imperio Austrohúngaro, prusiana, alemana y de nuevo polaca, y donde las cicatrices de la última guerra todavía son visibles, Bauman reclamó el viejo espíritu del Imperio Austrohúngaro, al que la ciudad, que entonces se llamaba Breslau, capital de Silesia, perteneció. De cómo los tiempos han cambiado desde la última guerra que supuso la expulsión de los ciudadanos alemanes y la llegada de polacos procedentes de la parte oriental del país que ganó Bielorrusia, da fe esta anécdota relatada por el alcalde de Wroclaw. A mediados del siglo XIII, los invasores mongoles llegaron a la ciudad, la destruyeron y la saquearon, aunque no pudieron ocupar el castillo. Recientemente, explicó, el embajador de Mongolia en Polonia visitó Wroclaw y en un acto oficial escuchó el relato de aquel bárbaro episodio. Cuando tomó la palabra, en lugar de ofenderse, dijo: "¿Qué importa quién ganó y quién perdió? Lo importante es que fue entonces cuando nos conocimos por primera vez".
J. M. Martí Font - Publicado em El País