Domingo, 12.02.12

A utilidade misteriosa

Lo moderno

 

Enrique Vila-Matas

 

"Hay que ser absolutamente moderno”, dijo Rimbaud. Y siglo y medio después sufrimos aún las consecuencias. Esa frase, además de intimidatoria, comenta Calasso en La Folie Baudelaire, ha dejado innumerables víctimas, numerosos “escritores con frecuencia mediocres, pero decididos a todo, con tal de seguir la consigna de lo que los había cegado”.

 

En los últimos tiempos recibimos noticia constante de gente no consciente de que de nada sirve que sean ellos mismos quienes digan que son innovadores, pues a la larga, si son revolucionarios o tecnoplastas, lo habrá de juzgar el digital tribunal del tiempo, siempre implacable.

 

Dickens o Kafka nunca presumieron de cambiar la historia de la literatura ni la historia de nada y sin embargo la cambiaron. Es una prueba de que para transformarla no se necesita ir vestido al último grito. El futurista Julien Gaul presumió de ponerlo todo patas arriba y hoy nadie le recuerda. Si mi generación murió de Thomas Bernhard, algunos sectores de las siguientes van camino de asfixiarse de tanta pesadez, inercia y opacidad del mundo que se adhiere a la escritura de sus campanudos teóricos de lo nuevo.

 

En su momento, solo Baudelaire estuvo a la altura de las circunstancias y quizás por eso hoy es el único moderno que no nos parece anticuado. Brummell nos enseñó que la cumbre de la elegancia es la “simplicidad absoluta”. Y Baudelaire que la modernidad máxima se alcanza no siendo moderno y limitándose uno a aborrecer el movimiento interno del mundo en el que vive, aunque reconociéndole una “utilidad misteriosa”.

 

De hecho, la revolución de Baudelaire, sugiere Calasso, fue de carácter “conservador”. Baudelaire había leído a Joseph de Maistre y a Chateaubriand, y de ellos aprendió, como ha escrito Christopher Domínguez Michael, “el secreto de la innovación anacrónica, la capacidad de traducir aquello que parece provenir de una lengua muerta”. De hecho, mentalmente, fue más fiel al pintor Ingres y a la Edad Media que al romántico Delacroix.

 

Y no puede decirse que teorizara demasiado sobre la modernidad, más bien buscó averiguar su esencia, aislarla como elemento químico, registrar el peculiar, incesante bramido nervioso que la corroía y exaltaba desde siempre. No la leyenda de los siglos, sino la leyenda del instante, en su volatilidad precariedad; la leyenda de un presente que percibía que cada vez comunicaba más con la decadencia y el vacío. Y en el vacío, ya es sabido, siempre acaba uno topándose con algún célebre desconocido.

 

Un día, le mostraron a Baudelaire un fetiche africano, una pequeña cabeza monstruosa tallada en un trozo de madera por un pobre negro. “Es realmente fea”, le dijo alguien. “¡Cuidado!, dijo él, inquieto. “¡Podría ser el verdadero Dios!.

 

En la última página de La Folie Baudelaire (Anagrama, excelente traducción de Edgardo Dobry), en la descripción de un instante, Calasso parece apresar el secreto de “la innovación anacrónica” y la estremecedora y verdadera índole de lo moderno: “El rumor continuo de los troncos cayendo sobre el empedrado de los patios. Eran descargados de las carretas, casa por casa, ante la inminencia del frío. La leña cae al suelo y anuncia el invierno. Baudelaire vela. No tiene necesidad de ninguna otra cosa que no sea ese sonido, sordo, repetido…”.

 

Casi oímos ahí, mezclada con la caída ahogada de los leños, la laboriosa respiración del poeta ante el invierno. Baudelaire vela y se prepara para escribir —con el nervio de su elegante simplicidad absoluta— unos versos que hoy son leyenda, pero también —por pertenecer a nuestro más rabioso y patético presente— lo más moderno que uno puede leer en estos días en los que comprobamos que nada es nuevo y todo se repite trágicamente en el incesante bramido que nos exalta desde siempre: “Escucho temblando cada tronco que cae. El patíbulo que erigen no tiene eco más sordo”.

 

Enrique Vila-Matas

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Sábado, 11.02.12

“Que triste a noite sem lua”

A arca perdida (e encontrada) de Fernando Pessoa

 

António Jiménez Barca 

 

A lo largo de toda su vida, Fernando Pessoa acarreó siempre de acá para allá un arcón que le acompañó en sus muchas mudanzas y en el que iba guardando, en un orden a veces indescifrable, los miles de papeles que contenían escritos suyos que no publicó.

 

Tras su muerte en 1935 el baúl quedó en la casa de su hermana, en Lisboa, que lo conservó casi intacto durante décadas. Allí, a la casa de la hermana, acudían los investigadores portugueses en los años cincuenta y sesenta —muchos casi de tapadillo a causa de la dictadura de Salazar— a expurgar entre los papeles del poeta en busca de tesoros literarios.

 

Los había: Pessoa dejó cerca de 25.000 documentos en ese baúl mágico. Entre otras cosas, el arca encerraba hojas sueltas, cartas, carpetas con libros inconclusos, poemarios, escritos inclasificables, reflexiones, cuadernos, semidiarios, confesiones, estrofas, los sobres que contenían el Libro del desasosiego y hasta un arranque de novela policiaca que Pessoa no terminó, inspirada en cuando, en 1930, ayudó a un mago famoso de la época a fingir un suicidio para que éste recuperara a su mujer.

 

El arcón de Pessoa permaneció décadas en casa de la hermana del escritor. Cartas, libros sin terminar, poemarios y diarios conforman este ‘tesoro’ literario El baúl aún esconde aparentes joyas: hace dos semanas dos especialistas de la obra del poeta editaron el — por ahora — último libro de Pessoa, con medio centenar de textos inéditos, titulado Sebastianismo e Quinto Império. El volumen es temático y reúne, según los compiladores, el portugués Jerónimo Pizarro y el colombiano Jorge Uribe, algunos escritos en prosa sobre "la dimensión mítica de la nacionalidad portuguesa".

 

Los estudiosos de la obra de Pessoa ya no tienen que ir a la casa de la hermana del escritor, abrir el arca y rebuscar. La herencia se encuentra ordenada en la Biblioteca Nacional de Portugal desde 1979 y el arcón fue subastado hace tres años y vendido a un particular anónimo por 60.000 euros.

 

Pero los papeles del poeta presentan las mismas dificultades para descifrarlos y ordenarlos que en los años sesenta: en una misma hoja, Pessoa solía escribir — con una letra intrincada y diminuta, además — un poema y al lado un bosquejo de ensayo; o una carta y por detrás la corrección del anterior poema citado; o varias versiones del mismo poema.

 

Según recuerda uno de los mayores especialistas actuales de Pessoa, Richard Zenith, el poeta solía comenzar proyectos de libros que luego se ramificaban en principios de obras distintas que a la vez se metamorfoseaban en otra cosa y que, la mayoría de las veces, quedaban inconclusas pero con descubrimientos bellísimos por el camino. Dentro de esta actualidad pessoana, la Fundación Gulbenkian, en Lisboa, organiza una exposición sobre el poeta, titulada Pessoa, plural como o universo, que se inaugura ahora. La muestra reúne algunos de esos cuadernitos suyos que comenzaban como diarios y poemarios y que acababan siendo, por ejemplo, libros de contabilidad donde anotar las deudas de las casas comerciales para las que el escritor trabajaba.

 


 

En la Gulbenkian se incluyen muchas referencias a los otros yo del poeta, a sus heterónimos, a los varios poetas distintos para los que el mismo Pessoa inventó estilo, biografía y carácter. Hay páginas memorables, como aquella en la que, al lado de un poema, figura este apunte premonitorio: Título: Desasosiego.

 

Richard Zenith conoce bien el legado de Pessoa: "Aún hay inéditas muchas de sus páginas en prosa, sobre todo las referentes a la política. En verso no tanto. El problema es clasificarlo todo. ¿Cómo ordenas esas hojas que están imbuidas de ese caos creativo en el que vivía Pessoa, en donde hay mezclados textos disímiles y, a veces, tal vez, escritos por heterónimos distintos? A él le gustaba estar en movimiento, y su obra parece responder a ese movimiento continuo también". En una de las vitrinas se expone la página que da título a la exposición: una hoja blanca en la que figura, escrita con la caligrafía complicada de Pessoa, Plural como o universo, sin que se sepa si es un verso suelto, el principio de una estrofa truncada, un aforismo o el título de un libro que no llegó a escribir.

 

Al lado, en uno de esos cuadernos-diarios, hay una hoja fechada el 1 de noviembre de 1935, sólo 30 días antes de morir, en la que figura el último poema que escribió, y que arranca así: "Que triste a noite sem lua [qué triste la noche sin luna]".

 

António Jiménez Barca - Publicado em El País

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Segunda-feira, 16.01.12

Mãos iluminadas

 

escrevo estes versos

 

 

escrevo estes versos para o amigo que mesmo condenado

descobriu que ainda havia tempo para encontrar o amor

 

escrevo estes versos para a mulher que um dia abandonei

a quem desejo que encontre o filho que nunca pude lhe dar

 

escrevo estes versos para o meu quitandeiro da esquina

por beber um litro de graspa e erguer caixas às 6 da manhã

 

escrevo estes versos para aquele velho professor de latim

por me ensinar que a poesia é basicamente um desperdício

 

escrevo estes versos para o conforto de um poeta do campo

longe de sua lisboa que foi o mundo antes mesmo de camões

 

escrevo estes versos para as flores da última primavera

cantada pelos mestres chineses tantos séculos antes de mim

 

escrevo estes versos para uma menina perdida no futuro

que há de lê-los com as mãos iluminadas de tocar sua carne

 

 

© Pedro Gonzaga, 2012

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Sábado, 14.01.12

Poema de Pedro Gonzaga

soneto

 

tormentoso desejo agora vivo

só por vos ter tão perto, doce amiga

conturba-se-me ardente o sangue à briga

que com malícia ergueu amor esquivo

 

encontro e logo perco meu juízo

quis razão evitar minha desdita

mas se ao vos ver um não sei quê se agita

sois perdição e incêndio e paraíso

 

encarnação da dádiva primeira

semideia que um árabe cantava

em vós respira a flor da laranjeira

 

primavera que esconde a verde fava

aniquilai-me a paz, feroz cegueira

toda nudez que vossa mão guardava 

 

 

© Pedro Gonzaga, 2012

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Domingo, 01.01.12

Para começar bem o ano

Mariana Ianelli - Entrevista

 

Poesia e mística: o silêncio como origem e destino.

 

Entrevista com Mariana Ianelli - IHU On-Line

 

“O tempo interior, de silêncio, paciência e meditação, tem sido cada vez mais preterido pelo imediatismo, que é a noção de um tempo dessacralizado. A mística e a poesia, contra essa engrenagem perversa, nos fazem lembrar de um amadurecimento lento das coisas, de um vazio para ser preenchido pelo que não é vontade nossa, e do quanto pode o nosso olhar quando atenta para uma leitura da realidade em níveis que transcendem o visível e o material. Porque, antes de tudo, o que a poesia e a mística despertam é a nossa faculdade de atenção”. O convite a essa “profunda disposição para o silêncio” nos é feito pela poeta paulista Mariana Ianelli, em entrevista por e-mail à IHU On-Line.

 

Esse silêncio, derivado de “um estado concentrado de atenção” ao qual somos levados pela poesia e também pela mística, torna-se, assim, “uma abertura, como que uma chave de acesso, para essa via secreta do Mistério, que de outro modo não seria percebida”.

 

O que acontece dentro desse espaço de atenção – afirma Mariana –, na abertura dessa passagem para o que se pode chamar de inefável, é o instante de uma configuração, quando uma verdade se dá a ver em uma figura”. A partir daí, “pensar em uma mística do feminino é também pensar nos mistérios do amor”.

 

Mariana Ianelli é poeta, mestre em Literatura e Crítica Literária pela Pontifícia Universidade Católica de São Paulo – PUC-SP, autora dos livros Trajetória de antes (1999), Duas Chagas (2001), Passagens (2003), Fazer silêncio (2005), Almádena (2007), Treva Alvorada (2010). Colabora para os jornais O Globo, caderno Prosa&Verso (RJ) e Rascunho (PR). Sua página na internet é www.uol.com.br/marianaianelli

 

IHU On-Line – Em sua opinião, como a poesia e a mística colaboram para aguçar a percepção sobre o Mistério? Que vínculos você percebe entre poesia e mística?

 

Mariana Ianelli – O que as torna tão próximas, a poesia e a mística, é uma profunda disposição para o silêncio, o silêncio de um estado concentrado de atenção que, justamente por estar preservado do ruído, encontra uma abertura, como que uma chave de acesso para essa via secreta do Mistério que, de outro modo, não seria percebida. E porque a palavra que vem dessa mirada, tanto poética como mística, não pretende, como faria a ciência, submeter ou reter nela mesma essa realidade mais profunda, sua expressão se dá musicalmente, na forma do canto e da prece, que são formas aladas, por assim dizer, também vinculadas entre si, que têm como origem e destino o silêncio, e são inapreensíveis no registro de uma linguagem instrumental. O que acontece dentro desse espaço de atenção, na abertura dessa passagem para o que se pode chamar de inefável, é o instante de uma configuração, quando uma verdade se dá a ver em uma figura. Os símbolos a que recorrem os poetas e os místicos são uma espécie de receptáculo dessa verdade que, se antes pediu um estado profundo de atenção para ser percebida, agora pedirá a atenção e o coração aberto de um outro que procure ver além da figura.

 

IHU On-Line – Um de seus ensaios está intitulado Por uma Poética do feminino, em que você afirma que “mito, história e corpo cantam quando canta uma mulher”. Como se dá a relação entre poesia e feminilidade?

 

Mariana Ianelli – Penso nos mistérios de Elêusis, nos séculos e séculos em que a mulher esteve obrigada à reclusão doméstica e ao mutismo, e em seu próprio corpo, em sua potência de gerar vida dentro de si, como diferentes marcas do feminino que convergem para essa intimidade com o oculto, com o que se elabora em segredo e tem por metáfora o duplo trabalho de Penélope , que é também sua arte e seu destino, de fiar e desfiar indefinidamente num exercício de esperança e sacrifício. Aí estão as figuras emblemáticas de Marta e Maria em uma só mulher, aquela que ao mesmo tempo comparece em um gesto eficaz diante do mundo, e esta que se guarda no seu olhar contemplativo. Isso, levado para a poesia, encarna a paciente gestação interna de um poema face o ímpeto da escrita, os maravilhosos encadeamentos de um processo intuitivo, às escuras, e a trama que daí se vai constituindo à luz do dia. São as duas respirações de que falava María Zambrano, a da vida e a do ser, esta, oculta no silêncio, que orienta o sentido do poema, engendra musicalidade e é “o hálito do ser depositado sobre as águas primeiras da Vida”, e aquela outra, que está justamente na superfície do viver e que sofre a ameaça de interromper-se não apenas por alguma razão fisiológica, mas sobretudo se falta a respiração do ser, que sustenta em silêncio a respiração da vida.

 

IHU On-Line – Amor, erotismo, segredo, ventre, criação... São diversos os símbolos relacionados ao feminino que fluem entre poesia e mística. A partir de um olhar poético-místico, o que é o feminino?

 

Mariana Ianelli – Vejo o feminino, sob essa perspectiva poética e mística, representado magnificamente na personagem bíblica de Judite. Uma mulher que, diante do cerco à cidade de Betúlia pelo exército de Nabucodonosor, quando os anciãos da cidade se reúnem para estabelecer um prazo para a manifestação de Deus, como se isso fosse possível, coberta de cinzas, faz sua oração mais fervorosa e pede a Deus para ser habitada por três forças: palavra, astúcia e ímpeto. Nessa prece, ela diz: “Tu é que fizeste o passado, / o que acontece agora e o que acontecerá depois. / O presente e o futuro foram estabelecidos por ti, / e o que pensaste aconteceu”. E então ela roga: “dá-me o ímpeto que pensei”, rogando, assim, pelo pensamento divino dentro dela, por um impulso em conformidade com uma vontade superior.

 

Depois da oração, Judite se despoja do seu luto, põe seu vestido de festa, perfuma-se e se adorna com todas as suas joias, enche um odre de vinho, uma bilha de água, um alforje de farinha e com sua serva atravessa os portões da cidade para ir ao encontro de Holofernes, chefe do exército inimigo. Já pelo caminho, Judite vai seduzindo pela sua beleza os soldados que encontra e, ao ter com Holofernes, Judite o seduz também por sua palavra, uma palavra ambígua e profética, que fala de Deus enquanto Holofernes julga que ela fala de Nabucodonosor. É assim que essa mulher permanece infiltrada entre 140 mil homens, durante quatro dias, nos quais, durante a madrugada, dirige-se ao pé da fonte da sua cidade para orar, para beber espiritualmente à fonte do pensamento divino. No quarto dia, quando Holofernes, em um banquete, pretende dormir com Judite, finalmente ela desempenha o gesto, aquele gesto preciso, movido por um ímpeto transcendente, por isso violento, de decapitá-lo com dois golpes de alfanje.

 

Acredito que essa narrativa, de uma mulher que afugenta um exército de milhares com a sedução da sua palavra ambígua, com a astúcia de um caminho que vai sendo urdido subterraneamente, sob o véu da beleza, e com o fervor, um fervor que se nutre da fé, e que transborda para a realidade num golpe mortal, acredito que esse episódio bíblico concentra de maneira emblemática, espiritual e poeticamente, em uma tríade perfeita, toda a potência que existe e está guardada sob a aparente delicadeza do feminino.

 

IHU On-Line – Por outro lado, em sua opinião, podemos também falar de uma “mística feminina” ou de uma “mística do feminino”? Quais seriam as contribuições do olhar feminino à percepção do âmbito místico da existência?

 

Mariana Ianelli – Creio que sim, que podemos pensar em uma mística do feminino sob muitos aspectos, um deles, a partir da visão para qual Maria Madalena é a escolhida, por amor, entre todos os discípulos, tornando-se ela a portadora de uma revelação secreta. Se lembramos das Moradas de Santa Teresa e das Visões de Hadewijch de Antuérpia, vemos o percurso de uma viagem interior, pródiga em figuras, que se vai delineando à vista dessas mulheres místicas e que nos remete ao relato visionário, de Maria Madalena em seu Evangelho, da ascensão da alma através dos céus até o silêncio e o repouso.

 

Não desconsidero com isso os místicos e poetas que também figuraram à sua maneira as jornadas da alma em suas etapas de purificação; apenas destaco a relevância desse vínculo intrínseco entre as viagens espirituais descritas por mulheres místicas e a visão de Maria Madalena, que provém de um conhecimento oculto cuja revelação ela, Maria, por ter sido a escolhida, tem o privilégio de transmitir aos outros homens. A partir daí, pensar em uma mística do feminino é também pensar nos mistérios do amor. Quanto à importância da figura, é inevitável sua relação com a poesia, e aqui vale mencionar a poeta Cristina Campo, que se dedicou a refletir intensamente sobre o valor de uma poesia hieroglífica, que sintetizaria de forma cifrada, na beleza da figura, a exemplo da sarça ardente, não a arbitrariedade da imaginação fantástica mas a verdade do real.

 

IHU On-Line – Na literatura ou na história, quais mulheres mais encarnam essa abertura místico-poética ao Mistério e à Realidade Última, em sua opinião? Por quê?

 

Mariana Ianelli – Cito mulheres que fazem parte do meu cotidiano de leitura, com as quais me identifico, e que transitam por esse espaço de poesia e mística. Cristina Campo, por ter se dedicado a pensar uma poesia que é refúgio do esplendor e que, semelhantemente aos ritos litúrgicos, celebra os mistérios divinos. Cristina Campo escreveu pouco mais de 30 de poemas, e dizia que gostaria de ter escrito menos, tal era o valor da paciência e do segredo que a palavra lhe impunha. No cenário dessacralizado do pós-guerra, Cristina teve a coragem de defender, em seus ensaios e poemas, a beleza, que ela considerava uma secreta virtude teologal e que parecia inadmissível em sua época porque aceitar a beleza, segunda ela, “é sempre aceitar a morte, o fim do velho homem e uma difícil vida nova”.

 

Outra figura marcante é Simone Weil, cuja obra, aliás, Cristina Campo foi uma das primeiras a estudar na Itália, em meados dos anos 1950, e com a qual dialoga em seus escritos. Simone Weil e Cristina Campo compartilham valores fundamentais: a atenção elevada ao grau de prece, a importância de um estado de vigília e a necessidade de amar aquele que está ausente, considerando aí toda a responsabilidade e o sofrimento que uma dedicação como essa implica, além da disciplina para compreender os símbolos através do olhar, uma disciplina que deveria levar a inteligência a se tornar contemplação. Uma poeta cujos textos me deslumbram, justamente porque transcendem os limites do literário, é Alda Merini, com os poemas de A Terra Santa e de Magnificat: Um encontro com Maria. Entre o seu livro de estreia, A presença de Orfeu, e A Terra Santa, Alda Merini passou cerca de vinte anos sem publicar, sete deles internada num hospital psiquiátrico. O que surge depois desse silêncio é uma transubstanciação da poesia em mística, especialmente no caso de Magnificat, um livro em que a autora dá voz à mãe de Cristo como aquela que se torna, ela mesma, a morada da Palavra, simbolizando aí a poesia quando se funde à mística: Maria como aquela que traz a boca unida à boca de Deus e o pensamento criador feito carne. Nesse longo poema que é o Magnificat, Maria é aquela que morre crucificada e ressuscita com o seu filho num “duro grão de amor”. O que alimenta a poesia de Alda Merini é a ancestralidade de um canto originário, que vem da natureza, e o que funda sua poética é o amor.

 

Outra poeta que passou um longo período em silêncio desde a publicação dos seus primeiros textos, e que mais tarde escreve sobre situações marianas, é María Victoria Atencia. Sua relação com a poesia envolve uma inspiração que independe da vontade e o momento subsequente da criação, que exige trabalho, esforço e técnica. María Victoria regressa à poesia depois de quinze anos com o livro Marta e Maria e, dez anos mais tarde, publica Transes de Nossa Senhora, poemas que vão pela mesma via do Mistério que Alda Merini percorreu, que falam do Verbo encarnado, da “prenhez gloriosa” de Maria, a que foi a escolhida e que por isso tem os seus sentidos incendiados. Uma escritora, filósofa e também poeta com quem María Victoria Atencia dialoga e que encarna perfeitamente essa abertura místico-poética é María Zambrano, por tratar dessa aventura iniciática de descida ao fundo do coração, de onde se pode emergir com uma prece ou com um poema que espelha, como obra de criação, o próprio poeta na sua dimensão de criatura. Dos escritos de María Zambrano, as ruínas como lugares simbólicos de ressurreição e esperança, a morte como promessa de amor, a existência de uma palavra que nunca é pronunciada nem humanamente concebida, que permanece oculta e por isso inviolada, abrindo o espaço do silêncio da revelação, são algumas dessas passagens para o Mistério e para o desvelamento do real. Em seu texto sobre São João da Cruz, que é belíssimo, María Zambrano se pergunta que religião é essa, do Monte Carmelo, que honra a Virgem Maria e faz dos seus santos poetas, a exemplo de São João da Cruz e Santa Teresa d’Ávila.

 

Essa pergunta nos leva a pensar em uma mística do feminino sob a perspectiva de Maria como a portadora da palavra encarnada e da sua relação com a poesia, uma relação que justamente inspira os livros de María Victoria Atencia e Alda Merini. Ainda pensando na Ordem do Carmo, temos esta outra mística, Edith Stein, que foi leitora fervorosa de Santa Teresa e uma figura emblemática da história, por ter sido conduzida, na trajetória da sua vida e da sua obra, ao extremo do silêncio interior, do amor e da expiação. Podemos dizer sem erro que Edith Stein encarnou o sentido espiritual do nome de Cristina Campo (cujo verdadeiro nome era Vittoria Guerrini): “a portadora de Cristo nos campos do III Reich”.

 

IHU On-Line – Em um de seus recentes poemas, Pietà, você diz: “Por delicadeza / Devia cada um resolver seu vestígio, / Não deixar o corpo a esmo, / Atravessado na passagem, / Sem desejo, sem enigma”. Como podemos compreender a relação entre o corpo, a nossa materialidade, e a expressão místico-poética pessoal?

 

Mariana Ianelli – Pensando na natureza como uma “metáfora do sobrenatural”, como diz Cristina Campo, o corpo é esse casulo que guarda a alma até ela estar pronta para o voo. É também uma espécie de receptáculo semelhante à palavra. Se há espaço nesse corpo para o que não é vontade própria nem vontade imposta por um outro, se há espaço para uma inexplicável intuição encher esse vaso até o limite, e mais: se pode essa intuição transbordar para a vida, acontece uma inversão na ordem das coisas. Passamos a atuar como que na voz passiva, em vez de mover sentimos como se fôssemos movidos. Essa é uma maneira de realizar que o corpo que dizemos nosso na verdade nos é dado, é a nossa casa e, como toda casa, um dia será abandonado.

 

O fato de irmos perdendo o controle sobre ele, de sermos traídos pela falta de vigor e de memória, por exemplo, isso também é uma lição que a vida impõe, em geral, para nós, a contragosto: de que esse corpo tão íntimo, tão pessoal, não é tudo ao que nos resumimos nem é sempre imediatamente reconhecível como nosso. Temos, materialmente falando, o mesmo destino da Abadia de Tintern que tanto encantou Wordsworth. E deixar esse vestígio para ser recolhido pelos outros é ainda uma lição. O poema continua: “Mas se me fica o teu corpo / Eu te arrepanho nos braços / Com a maternidade do ofício / E lavo os teus ombros / De quanto pesou sobre eles, / O teu sexo, que a nenhum afago responde, / Lavo os teus pés, o ato mais santo. / Eu te arremato, eu te limpo da vida, / Faço com que desapareças, / Que o teu equívoco me abasteça / Da razão dos humildes. / Fardo ensoalhado esse, / De amparar o meu próprio destino”. Porque o vestígio de alguém nos dá a ver a nossa própria morte e saber que vamos nos recolhendo uns aos outros ensina uma certa humildade e também um sentido maior de esperança. Ensina que, depois de um desastre, não importa o quão devastador ele seja, se depois a vida ressurge, então isso é a misericórdia.

 

A observação dessas coisas passa pela vivência, pelo olhar e pela intuição, e a poesia, servindo-se disso, paralelamente à mística, encontra à sua maneira uma via de acesso para leituras da realidade em um nível além imediato, do visível e do material.

 

IHU On-Line – A linguagem mística muitas vezes se manifesta de forma ousada e radical. Como essa gramática e semântica se relaciona com a gramática e a semântica poética? Que relações ou distanciamentos você constata entre essas duas linguagens?

 

Mariana Ianelli – Não existe pudor quando se trata de ir ao mais íntimo da palavra, quando a linguagem ronda o indizível chegando ao extremo de circundar aquilo que já não é palavra. Esse mais além do verbo é o que se guarda e permanece cifrado sob a figura em uma representação simbólica. A forma ousada com que a linguagem mística se expressa se dá pelo arrojo de uma voracidade amorosa, e não somente os símbolos aos quais essa linguagem recorre, mas sobretudo uma unidade na aproximação dos contrários, se relacionam com uma lógica poética, como quando Santa Teresa diz: “Vivo sem viver em mim / E de tão alta vida espero, / Que morro porque não morro”.

 

Desse paradoxo aparente, de um intermédio entre dois mundos, de uma palavra repleta de silêncio e um “contentamento descontente” também se faz a poesia. O enleio de perseguir e ao mesmo tempo ser perseguido é o que alimenta o fogo da linguagem mística numa espécie de rito entre amantes que se aproximam se afastando, num jogo análogo à natureza insaciável desse amor que só se pode consumar em uma outra vida. Aqui, a relação entre corpo e alma se manifesta num elo dos sentidos físicos com os sentidos sobrenaturais e, ao mesmo tempo, em uma tensão da matéria como uma espécie de cárcere que impede a plena conciliação amorosa. Esse fogo, esse hálito primeiro que impulsiona a criação, na linguagem poética, supõe um ponto de partida que é um estado de caos, de matéria informe anterior ao fiat lux da palavra. Nesse lugar intermediário entre o deserto e a vida, nesse espaço genesíaco entre noite e aurora, que remete à pré-história da poesia no seu parentesco com a palavra sagrada, o ato de criar materializa no poema aquela mariposa que devora a prisão do seu casulo para sobrevoar os vales e as montanhas com as asas de um canto.

 

Os distanciamentos que vejo em relação às duas linguagens, tal como os opostos de que ambas se alimentam para consagrar a beleza da unidade, são direções complementares de uma mesma seta, que tanto se lança para o alto como se crava no fundo do coração: a mística se servindo da figura para simbolizar o reino da outra vida neste mundo, ou relatar um itinerário espiritual, e a poesia estabelecendo, a partir da realidade sensível, uma senha mágica para ingressar nessa realidade sobrenatural, nesse instante do inefável.

 

IHU On-Line – Em entrevista à IHU On-Line, Faustino Teixeira afirma que você, em sua poesia, manifesta “a presença de um ‘céu absoluto’ que inspira os mais profundos enigmas. E também a busca de um Deus palpável”. Como você percebe a sua mística pessoal em sua vivência cotidiana e em sua obra de poetisa?

 

Mariana Ianelli – Desde os primeiros poemas já me atraía intuitivamente uma presença do sagrado. Em pelo menos dois poemas do primeiro livro (Trajetória de antes, 1999) posso reconhecer o começo dessa busca, Acalanto para Cassiana e Três vezes Cristo. Cassiana foi uma colega de escola, uma menina linda, que um dia fui obrigada a ver no meio de uma sala, deitada sobre um monte de flores. A morte dessa menina, que tinha a minha idade, me despertou para o sentido de muitas coisas, inclusive da poesia. Nos poemas de Passagens que vieram quatro anos depois, uma releitura poética das Lamentações bíblicas e do Livro de Jó me pôs em contato com esse conflito da fé que se ressente de uma sensação de injustiça diante de uma calamidade. Há também nesse livro um poema que surgiu de um caso particular, quando meu avô sofreu um AVC e durante algum tempo ficou sem identidade.

 

O poema diz assim: “Para honrar tua vontade, festejamos. / Esse amor rente à boca nos ensina / A crer no tempo da eternidade, / Num espaço em que a matéria é luz, enfim, / E onde o temor da morte se destrói. / Atravessamos a época de um verão que faz sofrer, / Uma serpente se levanta entre os cascalhos / E se põe contra quem vem pelo caminho. / Mas somos muitos, somos teus, e aguardamos. / Se coragem há que torne as horas mais tranquilas, / Nós não sabemos, / Apenas contamos com o retorno dos teus olhos / E ao poder da natureza suplicamos / Que recuperes a mesma identidade / Pela qual te reconhecíamos diariamente / Como o soberano autor de tua vida / E não este ser convulso que de nós se afasta / Para vagar numa esfera invernal / De mudez, alienação e indiferença. / Estamos em ti sempre que te ausentas”.

 

O livro que veio a seguir foi Fazer silêncio (2005), e nele o que existe é “uma paragem para ir à fonte”, como diz María Zambrano. E depois de um conflito pessoal inspirado pelo Livro de Jó, depois de realmente perceber a paciência que um poema exige, o que me aconteceu foi uma gratidão, um olhar para esse triunfo da vida, apesar dos desastres. Essa gratidão está em Almádena, um livro que foi escrito com o pensamento no Sermão de Quarta-Feira de Cinzas, de Antônio Vieira. Além de um canto de ofício, ter visto a casa dos meus avós se transformar em uma ruína, ter passado pelo fim de uma geração da minha família, e perceber que a vida continua existindo, absoluta, agora acrescida de todos esses que vão conosco, apesar de já não estarem vivos, isso me impôs uma das tarefas mais difíceis, a tarefa de encontrar vida onde parece não haver mais nada, e de entender que essa vida que surge depois de uma casa arruinada é a própria misericórdia. Simone Weil fala a esse respeito, mas para compreender o significado disso, o livro que precisei ler foi o da vida, e o sentimento de esperança que veio dessa leitura, eu o reconheço agora nos poemas de Treva Alvorada (2010).

 

IHU On-Line – Como mulher e poetisa, em nossa situação contemporânea, qual o papel e o valor da poesia e da mística? Quem seriam as principais místicas-poetisas (ou poetisas-místicas) de hoje, em sua opinião?

 

Mariana Ianelli – Vivemos em uma época de tirania da produtividade, de apologia do que é novo e eficaz e de um aparente benefício de tudo o que nos abrevia o sofrimento, o esforço e uma aprendizagem demorada. As coisas não amadurecem mais no seu próprio tempo, amadurecem à força, como uma planta de estufa. Vejo isso atingir as relações humanas e mesmo certa dimensão da criação literária que se ancora na linguagem, nos pressupostos do método e da técnica, e pouco abre espaço para uma inspiração que não pode ser instrumentalizada. O tempo interior, de silêncio, paciência e meditação, tem sido cada vez mais preterido pelo imediatismo, que é a noção de um tempo dessacralizado. A mística e a poesia, contra essa engrenagem perversa, nos fazem lembrar de um amadurecimento lento das coisas, de um vazio para ser preenchido pelo que não é vontade nossa, e do quanto pode o nosso olhar quando atenta para uma leitura da realidade em níveis que transcendem o visível e o material. Porque, antes de tudo, o que a poesia e a mística despertam é a nossa faculdade de atenção. E, como diz Cristina Campo, “pedir a um homem que nunca se distraia”, que não ceda “à preguiça do hábito, à hipnose do costume (...) é pedir-lhe uma coisa muito próxima da santidade numa época que parece procurar apenas, com cega fúria e arrepiante sucesso, o divórcio total da mente humana em relação à sua faculdade de atenção”.

 

Pensando nesse outro tempo, não no presente imediato, as “poetisas-místicas” que eu mencionaria são duas: Hilda Hilst e Maria Gabriela Llansol. A leitura da obra de Hilda Hilst, sob a perspectiva da mística associada ao lirismo, revela uma jornada interior real, profunda, extraliterária, para a qual temos como chave de acesso a beleza, no caso da sua poesia, a extravagância no caso da sua prosa. Sobre a tua grande face é um dos muitos livros de poesia de Hilda Hilst em que o “exercício da procura”, como ela mesma diz, se reveste de um esplendor de imagem e de musicalidade para invocar o “Obscuro”, o “Sem Nome”, o “Desejado”. Na sua prosa acontece a mesma procura. Em Qadós (“Kadosh”), o “Pacto que há de vir” com que Hilda inicia o texto é também onde começa “o delírio de perseguição” de que fala María Zambrano no livro O homem e o divino: o delírio de quem não sabe se persegue ou é perseguido até verbalizar esse conflito poeticamente e sair do delírio para o pacto. Quanto à Maria Gabriela Llansol, sua poética talvez esteja bem mais próxima da mística do que da literatura porque passa ao largo da intenção de um construto e deseja “entrar no real” através do texto, abrindo aí uma espécie de clareira onde um “mundo novo e fulgurante” pode ser sentido. Para Llansol, não existe o “como se”; para ela, “uma coisa é ou não é”, o que no texto se manifesta em um lugar de envolvimento afetivo com a beleza, a vida e o pensamento, um lugar que Llansol chama de “espaço edênico”. Nesse espaço, o que importa é a misericórdia, o princípio de bondade e a vontade de conhecer.

 

IHU On-Line – Deseja acrescentar algo?

 

Mariana Ianelli – Já que o nosso ponto de chegada foi Hilda Hilst e Maria Gabriela Llansol, aproveito para transcrever um poema chamado Neste lugar, que foi escrito depois de uma visita que fiz à Casa do Sol, que é também o lugar de uma passagem, um portal, um espaço edênico onde “a coisa é”, por isso não se conforma a analogias ou comparações.

 

O poema diz: “Nenhum traço de delicadeza / Só palavras ávidas / E o tempo, / A devoração do tempo. / Um jardim entregue / Às chuvas e aos ventos. / O que para os cães / É febre de matança / E para um deus / Um dos seus inúmeros / Prazeres. / Caminho de sangue / Onde reina o amor primeiro. / Morada de súbita / Ausência do medo. / Um despenhadeiro, o céu / E uma queda / Sem alívio de esquecimento”.

 

Publicado em IHU-On-Line

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Quarta-feira, 07.12.11

Injeção letal

Na ocasião falou-se e foi publicado nos jornais e revistas que o poeta Pablo Neruda morrera de tristeza pelo sangrento golpe de estado perpetrado pelo General Augusto Pinochet contra a democracia e contra o povo chileno. Agora soma-se mais uma marca mórbida e covarde às milhares anotadas a fogo na arma do ditador sanguinário. 

 

 

Fue Neruda asesinado?

 

Rocío Montes Rojas

 

El certificado de defunción de Pablo Neruda indica que falleció por cáncer de próstata el 23 de septiembre de 1973, 12 días después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende. Es lo que ha quedado establecido en la historia oficial. Pero no es la versión que defiende Manuel del Carmen Araya Osorio, chileno, taxista de 65 años y chófer personal del poeta durante sus últimos meses de vida.

 

Este hombre sostiene que el premio Nobel de Literatura fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet

 

"Después del 11 de septiembre, el poeta iba a exiliarse a México junto a su esposa Matilde. El plan era derrocar al tirano desde el extranjero en menos de tres meses. Le iba a pedir ayuda al mundo para echar a Pinochet. Pero antes de que tomara el avión, aprovechando que estaba ingresado en una clínica, le pusieron una inyección letal en el estómago", dice Araya, convencido.

 

La primera vez que su testimonio se difundió en un medio de comunicación fue en la revista mexicana Proceso, en mayo pasado. Tras la publicación, el Partido Comunista de Chile, en el que militaba Neruda, entabló una querella para esclarecer las causas de su muerte. La justicia acogió la demanda.

 

 

El juez Mario Carroza, que ha liderado investigaciones relevantes sobre derechos humanos en este país, abrió la causa hace cinco meses. Ya tiene dos tomos de 500 páginas.

 

En el piso 14º de un edificio del centro de la capital chilena señala "la existencia de elementos que permiten determinar que existen grados de veracidad en el relato de Araya". Hoy por hoy estudia la posibilidad de exhumar el cuerpo para esclarecer el caso.

 

Estamos en noviembre, es una mañana de sábado primaveral en San Antonio, un puerto grande y poco moderno a 109 kilómetros al oeste de Santiago. El chófer de Neruda vive en esta ciudad costera junto a su madre de 80 años. Puesto que la mujer teme por la seguridad de su hijo tras haber denunciado el asesinato, la entrevista se realiza en la vivienda de un pescador amigo de la familia. Una pintura de Allende cuelga de una pared. "Es mi Dios", explica la dueña de casa. Araya, vestido con un traje sencillo e impecable, rememora los hechos con nitidez: "No hay día en que no recuerde lo que ocurrió hace casi cuatro décadas".

 

Hijo de un humilde matrimonio campesino que tuvo 13 hijos, cuenta que se convirtió en secretario personal del poeta a los 26 años: "El partido comunista, donde yo militaba desde muy joven, me asignó en noviembre de 1972 la misión de cuidar de Neruda. Él acababa de regresar a Chile tras renunciar a la Embajada de Francia por su enfermedad".

 

El veinteañero se trasladó a la casa del poeta y de su mujer en Isla Negra, una pintoresca localidad costera cercana a Santiago. En esa vivienda, hoy convertida en un museo, también vivía la hermana de Neruda y otros tres empleados. En esos meses se convirtió en el hombre de confianza del escritor: le compraba la prensa y le servía el desayuno, vagabundeaban juntos por mercados y casas de antigüedades y lo trasladaba a donde fuera preciso en un coche de marca Citroën.

 

Araya relata que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal: "Pesaba cerca de cien kilos. Recibía y visitaba a sus amigos intelectuales y políticos. Y nunca dejó de escribir. Eso no hubiese sido posible estando grave". De hecho, el poeta terminó sus memorias Confieso que he vivido el 14 de septiembre de 1973, nueves días antes de su muerte.

 

"Escribo estas rápidas líneas de mis memorias a solo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte a mi gran compañero el presidente Allende", señaló en su último texto. Lo hizo pese a la presencia de militares y marinos que tras el golpe de Estado tomaron su casa. Neruda era amigo y uno de los férreos partidarios del Gobierno de Allende. Según la querella presentada en mayo pasado por el Partido Comunista Chileno, al principio hicieron circular la versión de que el poeta estaba grave por motivos de seguridad.

 

"Para tratar de protegerle", señala el escrito, "se hizo público que estaba más delicado de salud que lo real". El entonces presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, mandó a su embajador en Chile el 16 de septiembre para que ofreciera asilo al escritor y a su esposa. Neruda aceptó la oferta. Manuel Araya sostiene que "fue entonces cuando se organizó un operativo para trasladarlo desde Isla Negra a Santiago, donde ambos se iban a embarcar. Para resguardarlo, Neruda viajó en ambulancia el día 19. Iba acompañado de su señora. Yo, de cerca, los seguía en un Fiat 125. El trayecto, que normalmente se realizaba en dos horas, se prolongó hasta seis. Los militares nos detenían una y otra vez en búsqueda de armamento. Fue muy humillante".

 

Neruda ingresó ese mismo día en la clínica Santa María de la capital chilena. Según Araya, se hizo así para esperar en paz la salida a México. Según Gonzalo Martínez Corbalá, que fue embajador mexicano en Chile, la salida del país estaba programada para el 22 de septiembre.

 

"Pablo aceptó hasta el punto de que me dieron sus maletas y las de Matilde, y un paquete con el manuscrito de Confieso que he vivido, escrito con la tinta verde que usaba", señaló el exdiplomático en una entrevista reciente concedida al periódico La Jornada.

 

El día previsto, sin embargo, cuando fue a buscarlos al hospital para dirigirse al aeropuerto, Neruda le pidió que pospusieran el viaje para el día 24. No le dio razones. Esta conversación, sostenida un día antes de la muerte de Neruda, se ha convertido en un hecho clave para los querellantes. Argumentan que si en verdad hubiese estado tan grave, no podría haber charlado largamente con el mexicano. Martínez Corbalá señaló que Neruda no estaba en estado catatónico: "Hablaba con toda normalidad". Pero a diferencia de lo que señala el chófer, indicó que el escritor ya no se podía ni mantener en pie.

 


 

Manuel Araya recuerda que el 23 de noviembre, el escritor le pidió a él y a Matilde que viajaran a Isla Negra. El escritor quería que rescataran algunos objetos personales que pretendía llevarse a México. "A eso de las cuatro de la tarde, mientras guardábamos las cosas, recibimos una llamada telefónica. Era Neruda. Nos pidió que regresáramos de inmediato a Santiago porque se sentía muy mal. Dijo que, mientras dormitaba, un médico había entrado a su habitación y le había puesto la inyección. Regresamos de inmediato a la clínica. Lo encontramos afiebrado, rojo, hinchado".

 

El chófer relata que, en ese instante, uno de los médicos se le acercó para pedirle que saliera de la clínica para comprar un fármaco necesario para el poeta. "Me dijeron que no iba a encontrar el medicamento en el centro y que debía ir a la periferia de la ciudad. Aunque me extrañó, seguí las instrucciones. Estaba en juego la vida de Neruda", explica Araya.

 

En medio del desplazamiento, dos coches interceptaron su vehículo. Un grupo de hombres lo sacaron a la fuerza. Lo tiraron al suelo y lo patearon. Le pegaron un balazo por debajo de la rodilla. "Todavía conservo la marca de aquella herida", dice levantándose el pantalón. Luego lo llevaron al Estadio Nacional, uno de los centros de detención y tortura instalados por la dictadura. Según lo que ha establecido el juez Carroza en su investigación, Araya salió de la clínica por orden de Matilde Urrutia y no del médico.

 

El objetivo era comprar agua de colonia para hacerle fricciones al poeta en sus piernas, que a sus 69 años sufría de gota. El magistrado, no obstante, confirma que Araya fue apresado, tal y como relata, ese día y a esa hora. Años después, la viuda del poeta mencionó este episodio en sus memorias Mi vida junto a Pablo. "Ya se acercaba la tarde y mi chófer no había aparecido (...) Él había desaparecido con nuestro coche y con él yo perdía la única persona que me acompañaba en todas las horas del día". A las 22.30 de ese 23 de septiembre, el poeta Pablo Neruda fallecía en la clínica Santa María. La prensa local informó de que había muerto por un shock sufrido tras una inyección. Manuel Araya se enteró del deceso del poeta varios días después, en prisión. Cuando lo dejaron libre, a fines de octubre, pesaba 33 kilos.

 

-¿Por qué tardó 38 años en denunciar el presunto asesinato?

 

-Durante todo este tiempo toqué mil puertas y nadie me quiso escuchar. Tras el retorno a la democracia, fui muchas veces al Partido Comunista de Chile. Pero nunca me hicieron caso. Lo único que quiero es que el mundo sepa que Neruda fue asesinado. Matilde Urrutia, fallecida en 1985, se refirió en varias ocasiones a la causa de la muerte del poeta. En una entrevista concedida al diario español Pueblo, publicada el 19 de septiembre de 1974, dijo que "la verdad única es que el duro impacto de la noticia (del golpe de Estado) le causó que días más tarde se le paralizase el corazón. El cáncer que padecía estaba muy dominado y no preveíamos este desenlace tan repentino. No alcanzó ni a dejar testamento, pues la muerte la veía aún muy lejos".

 

Rodolfo Reyes, sobrino del poeta y representante legal de los herederos, ha señalado que apoya la investigación que lleva a cabo la justicia. Lo secunda el presidente del partido comunista, el diputado Guillermo Teillier: "Pinochet cometió crímenes contra personas que podrían hacer daño a la dictadura desde el extranjero. En 1974 asesinó al general Carlos Prats en Buenos Aires. En 1976, al canciller Orlando Letelier en Washington. Y el poeta habría sido un formidable representante de la resistencia".

 

La Fundación Neruda, sin embargo, ha negado la hipótesis del homicidio: "No existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba", señaló un comunicado recientemente difundido.

 

El juez Mario Carroza, tras meses de investigación, determinó judicialmente en julio pasado que el expresidente Salvador Allende se suicidó en La Moneda. Hoy en día lleva adelante la causa por la muerte del general Alberto Bachelet, padre de la expresidenta de Chile, que falleció en 1974 tras ser torturado por sus propios compañeros de armas. Respecto al caso Neruda, el magistrado ha interrogado a numerosos testigos, entre ellos al propio Manuel Araya.

 

En los próximos días prestará declaración el entonces embajador de México en Chile y el médico Sergio Draper, quien atendió al escritor en la clínica Santa María el día de su muerte. Además de los interrogatorios, Carroza y sus equipos han intentado reconstruir el historial médico de Neruda. Lo han hecho en Chile y en Francia, donde se le trató por primera vez el cáncer. La clínica donde falleció, sin embargo, explicó que no conserva la ficha del escritor "atendido el tiempo transcurrido".


  

Como sea, el juez intenta tener la mayor cantidad de antecedentes posibles para que el Servicio Médico Legal determine si hay necesidad de exhumar el cuerpo. "Los restos del poeta ya están reducidos", explica Carroza. "Si consideramos además el tiempo que ha transcurrido, es necesario establecer muy bien si este procedimiento nos va a entregar alguna evidencia explícita".

 

-¿Existen posibilidades de que nunca se sepa cómo murió Neruda?

 

-Podría ocurrir.

 

Rocío Montes Rojas - Publicado em El País

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Sexta-feira, 02.12.11

Mudando o mundo

 

MUDANDO O MUNDO


Texto de Apresentação de A ÚLTIMA TEMPORADA, de Pedro Gonzaga -

por © Paulo José Miranda

 

 

 

 

 

 

 

Poucos títulos de livros de poesia têm o cuidado de ser fiéis à totalidade do mesmo, isto é, de cumprirem aquilo que nos prometem.


Não é o caso deste livro que aqui se apresenta aos leitores e ao futuro. Se lermos com alguma atenção o título deste livro de poesia de Pedro Gonzaga, entendemos de imediato do que se trata, isto é, de um livro que faz apresentações de modalidades em torno da expressão “última temporada” e do que isto possa significar numa alma humana. Por conseguinte, toda a minha apresentação deste livro de poesia não vai ser outra coisa senão falar do título do mesmo, nas suas diversas modalidades de apresentação.

 

A expressão “a última temporada”, assim sem referente determinativo, como no título do livro, é uma expressão com dois sentidos quase opostos, mas que aqui se amalgamam de modo a nos mostrar de um modo privilegiado a vida e a linguagem que expressa essa vida. Passemos então a ver o que está em causa no título do livro.

 

Quando alguém diz “a última temporada” de uma peça de teatro ou a “última temporada” de uma série televisiva, está a dizer que, depois de várias outras temporadas anteriores, depois de vários meses ou vários anos, esta aqui e agora onde estamos é a última. Quer isso dizer que depois desta já não vai haver mais nenhuma. Esta é a última, a derradeira temporada, acabou-se. A derradeira temporada pode muito bem ser a vida de cada um de nós, aquela vida que somos aqui e agora, a que nos carrega ou que com ela carregamos.

 

Assim, A Última Temporada, de Pedro Gonzaga, numa primeira instância remete-nos logo para a vida de cada um de nós, aqui e agora. [acerca de “aqui e agora”, veja-se com atenção o poema “em nossos mortos”, à página 41, dialogando com o “Livro X” das Confissões, de Santo Agostinho] Mas como “última temporada”, neste sentido, tem necessariamente de ter um antes do agora, isto é, é preciso existir uma ou mais temporadas anteriores para que se afirme “última temporada”, a última temporada aqui não pode ser a vida, pois as pessoas não tem vidas anteriores (deixemos as crenças de lado).

 

Por conseguinte, esta última temporada é a última temporada da vida, aquela a que se atribui, ou alguém atribuiu, ser a parte final da vida de alguém. A vida humana é assim dividida em temporadas pelo título do livro. Aqui não podemos deixar de lembrar o poeta francês Rimbaud e o seu livro Une Saison en Enfer, Uma Temporada No Inferno. Mas aqui trata-se da última parte da vida humana, e não de um interlúdio amoroso mal sucedido. E o escândalo deste título assume aqui a sua extensão máxima, se tivermos em atenção a idade do poeta, trinta e poucos anos, e tratar-se do seu primeiro livro de poesia.

 

Sabemos isso pelos poemas “herança”, onde se pode ler à página 15: “(...) aos 35 anos / com meus dentes perfeitos (...)”; e pelo poema “para além dos bancos de areia prateada”, onde, na página 36, se lê de um modo algo jocoso, nos últimos dois versos: “señor, não se chega impunemente / ao trigésimo quinto inverno”. Por conseguinte, não podemos deixar passar isto em claro, tomar a coisa por irrelevante. Ora, se um poeta regista em um poema a sua idade, 35 anos, e ao mesmo tempo põe o título ao livro de A Última Temporada, é porque, evidentemente, quer que fique claro que a partir de agora é o início do fim. Para trás ficou tudo o resto, todas as outras temporadas, e se boas ou más não importam aqui e agora. Não se pense também precipitadamente que se trata de um livro de despedida, pois o mesmo poeta remata o poema “descobertas”, à página 52, da seguinte maneira: “(...) serei um homem-bomba / até aos noventa anos”. O poeta entende que a última temporada da vida humana é a mais longa ou, pelo menos, pode vir a ser muito mais longa. Longa, aqui, quer dizer infindável. E, ao mesmo tempo, um infinito de perdas.

 

Leia-se em “imperativo”, página 43:

 

se puderes fechar

os olhos para o real

fecha agora

não te preocupes,

antes, aproveita

hão-de acordar-te

os credores

a dor no ciático

o fingimento da mulher

que nunca se entrega

 

Por outro lado, e também como pudemos ler no excerto anterior, não se trata de uma poética do queixume ou de qualquer denúncia situacional ou de adversidade.

 

Não, aqui a denúncia é a da condição humana (e não a de um humano em particular). E a responsabilidade do que se faz com essa condição humana, desconhecendo-a ou dissecando-a, é nossa. No fundo, aquilo que neste primeiro sentido se pode apurar para o título, A Última Temporada, é o seguinte:

 

a partir de agora é que é a sério, a partir de agora é que se vai ver o que a vida é, pois até aqui foi a brincar.

 

A partir de agora a vida é a doer, como se usa dizer, nos embates esportivos. Um segundo sentido que a expressão e o título A Última Temporada parece ter, escrita assim sem qualquer referente definido, é a de “a última temporada” de verão. Por outro lado, a última temporada de verão pode ter ainda dois sentidos distintos, a saber, que essa última, a outra anterior a esta em que estamos, é que foi boa, ou que a última, a anterior foi muito má e esperamos que esta agora seja muito melhor.

 

Julgo que podemos excluir de imediato a segunda subdivisão, pois a análise que se fez em relação à primeira modalidade do sentido da expressão de “última temporada” assim mesmo o obriga. Parece ter ficado claro anteriormente que a “última temporada” a que o poeta se refere não é melhor do que as anteriores. Como ele mesmo termina o penúltimo poema deste livro “versos de agora, versos de antes”:

 

versos de agora,

versos de antes

vocês sabem que fomos

o que duas criaturas humanas juntas

não poderão nunca superar

 

Dito de outro modo: fomos o insuperável. Fomos!

 

E fica, já quase no fim do livro este eco interminável em nossos corações:

 

fomos, fomos, fomos, fomos, fomos...

 

Comecemos então pela análise do sentido desta segunda modalidade do entendimento que se faz da expressão que dá título ao livro e que, como iremos ver, ao invés de ser contraditória em relação à primeira será antes complementar.

 

Comecemos por pensar que essa outra temporada, a anterior, cheia de sol e de alegria, não é esta aqui e agora, cheia de chuva e de tristeza. E bem podemos dizer isso, pois leia-se os seguintes versos do poema “estrada”, à página 19:

 

mais uma vez a armadilha

mais uma vez o desejo

nenhuma certeza subsiste

nunca fica mais fácil

nada se aprende

da estrada percorrida

 

Para além de que nunca ficar mais fácil, reparemos ainda numa questão técnica, como se fosse suplementar, como se a poesia não fosse toda ela a vida exposta com técnica e alguma ternura: Pedro Gonzaga divide os seus poemas em pontuados e não pontuados.

 

Há nos primeiros uma sensação de náusea a que o leitor mais atento não escapa, como se cada vírgula fosse uma curva na estrada, nos levando a contragosto montanha acima. Confira-se isto, por exemplo, no magistral poema inaugural do livro. O poema fala do amor, fala da possibilidade do amor nos acontecer, mas ele é escrito com tantas curvas, com tantas vírgulas, que quando ele termina com os seguintes versos

 

“quando alguém me diz– /

Ah, o amor é fácil /

mal contenho a vontade /

de cuspir-lhe na cara”

 

é um alívio a viagem terminar. Mais: se ele não cuspisse, eu mesmo vomitava, depois de tanta curva, de tanta e tanta vírgula num poema.

 

Por conseguinte, depois de tanta dificuldade ainda ir escutar alguém dizer que o amor é fácil, ninguém merece, como diz a voz de Deus, a voz popular.

 

É um dos exemplos da superioridade poética de Pedro Gonzaga, sem dúvida, da mestria com que usa a técnica única com que podia ditar este poema. Mas, no outro poema que falávamos atrás, cujo título se chama precisamente “estrada”, ele retira todas as vírgulas, retira todas as curvas, fazendo deste poema uma estrada a direito, como se a vida fosse isso mesmo, sempre a direito, como se a vida fosse ir de Porto Alegre até à Argentina.

Sempre a direito. Ou seja, nossa vida vai daqui ali num instante, ela vai daqui, onde estamos agora, a um imenso e eterno nada, com o desejo pelo meio.

O nada aqui, obviamente não é a morte, é não se aprender nada. Iremos sempre daqui para a Argentina para nada, para não se aprender nada.


Está bem de ver, então, que esta “última temporada” a que me refiro agora, é a temporada passada, é o passado, é aquilo que já foi um dia, que aconteceu e já não é e já não volta.

 

A primeira modalidade de expressão de “a última temporada” tem os dois pés bem vincados no presente, ao passo que a segunda modalidade de expressão de “a última temporada”, tem a cabeça lá trás, no passado. A primeira é aqui e agora sem referências ao passado, a não ser enquanto lógica linguístico-temporal: se esta é a última é porque teve outra ou outras antes desta.

 

Estas duas “últimas temporadas”, uma que nos mostra a consciência do fim eminente e, a outra, que nos mostra uma anterioridade melhor do que o presente, o aqui e agora, é aquilo de que trata, e muito bem, este livro.

 

Estamos literalmente entre a espada e a parede. A parede é o passado atrás de nós que não nos deixa fugir para o tempo bom, recuar até ele, e a espada é aquilo que aqui e agora nos ameaça, o presente prenhe de um futuro laminoso (e me perdoem o neologismo). De outro modo, e me fazendo de sujeito do livro, passo a dizer: eu entendi que é aqui e agora, aqui onde estou, a última temporada, esta é a minha vida e já nada mais me resta até ao fim senão ir sofrendo cada vez mais, declinando lentamente e estar exposto a todas e mais algumas intempéries usando a técnica e a ternura; por outro lado, ficamos também conscientes de que a temporada passada, a da adolescência, a da juventude é que foi boa e não esta aqui e agora, que se mostra como sendo a última, a última dança.

 

Podemos ler à página 30, nos versos finais do poema “procela”, o seguinte:

 

finis terrae

a praia prometida

o barulho das folhas

ilusório verão

Ilusório verão

 

é como acaba o poema, ilusório verão. Precisa de explicações, ilusório verão?

 

E “procela”, que diz tempestade no mar, precisa de explicações?

 

Mar esse que não é só a vida, é também aqui a vida de um poeta.

 

Aliás, no poema podemos ler estes belos versos, preciosos, testemunhais:

 

há um mar em Camões

há um mar em Pessoa

 

Mas querem ver o gume mais afiado da espada que aponta o peito do poeta, esse presente prenhe de futuro de que falámos atrás?

 

Escutem então, e vejam como a vida humana só pode ser pior a cada dia que passa, leia-se apenas o extenso verso com que termina “o baile”:

 

eu sou o medo do dia em que haverei de abraçar o corpo frio de meu pai

 

Há, contudo, vários outros medos que o poeta afirma ser, antes desse medo último, derradeiro. Medo que é também o meu. Medo que causa um arrepio pela existência acima! Mas passemos então agora, e sem demoras, ao poema “a primeira rebentação”, e aos seus oito versos finais:

 

éramos invisíveis

e o que não entendo,

minha adorada,

enquanto seguem a quebrar

as ondas sonoras

na praia deserta do presente

é quem foram aquelas criaturas

que ressurgiram das águas

 

Sim, quem foram aqueles que fomos? Quem éramos nós, que já não estamos aqui? Como é possível haver outros agora ali fazendo de nós? Onde é que fomos parar, que não nos reconhecemos senão naqueles que não somos? Mas o abismo inultrapassável destas modalidades de últimas temporadas, assume a sua expressão mais pungente no poema dedicado a Sérgio Fischer, denominado “em algum lugar”, e que nos leva a um hospital de uma qualquer parte do mundo e à temporada derradeira de alguém (presumivelmente o amigo a quem o poema é dedicado).

 

Leia-se uma vez mais os oito versos finais, desta feita à página 13:

 

lá dentro atrás da porta verde

está o amigo que um dia amamos,

lá está o patrimônio

de tantos almoços

e cafés na juventude

lá estará o tempo

de um telefone

mudo à cabeceira

 

Repare-se na fantástica transformação do espaço em tempo através do advérbio de lugar “”. Começa por dizer o poeta, com uma locução adverbial de lugar, “lá dentro”, lá dentro onde a morte já se instalou e o amigo passa a ser “antes”, através do verso “está o amigo que um dia amamos”.

Um dia”, aqui, é o mesmo que antes, que é o mesmo que nada, pois aquilo que começa por parecer nos colocar num lugar, “”, passa a “um dia” e “um dia” passa a nada, através dos penúltimo e último verso “lá estará o tempo” e “um telefone mudo à cabeceira”. O tempo, visto como um telefone mudo à cabeceira, é o perto mais longe do mundo. E ficámos a saber que um telefone que não toca é o tempo mudo. O tempo mudo é o inferno. Assim, e de modo magistral, a vida humana passa de espaço a tempo, de um lugar preciso para um tempo passado e de um tempo passado a nada, esse substantivo aterrador por excelência. Não podemos deixar de focar a precisão impressionante da forma verbal onde o tempo vai aparecer e transformar o dia em nada: “estará”! No futuro está o nada. No futuro está aquilo que já não somos, onde poeta e amigo são uma e a mesma coisa: lá dentro, um dia, estará o tempo; todos nós vendo a morte de alguém e sendo vistos pelas lágrimas de outrem.

 

O futuro não tem temporada.

 

Como pudemos entender pela análise feita ao título, estamos diante de um livro de vínculo existencial, ontológico. Em muitos dos poemas, lembro as muitas análises fenomenológicas que fiz aos poemas do poeta Kavafis, enquanto estudante de filosofia em geral e de Heidegger, Hussel e Scheler em particular. E, tal como nos autores citados anteriormente, não se trata aqui de um discurso de cariz pessimista.

 

Claro, não vamos encontrar nestes poemas quaisquer versos passíveis de serem enviados às namoradas no dia de Santo António, ou versos de efeito moral, para postar no Facebook, de modo a mostrar como a vida é bela e nós é que damos cabo dela.

 

A poesia de Pedro Gonzaga tem a dimensão de nos conduzir, como numa viagem guiada à vida humana, a vários momentos universais da mesma, descritos de forma exemplar. E, nesse sentido, trata-se de um livro de poesia sem filiação politica, social ou estética.

 

Acima de tudo, é um livro de poesia apátrida, como toda a boa poesia.

 

Há, contudo, algo do saber fazer poético, a técnica, que gostava de trazer à luz aqui diante de vós: a capacidade impressionante que Pedro Gonzaga tem de num mesmo poema, numa mesma estrofe, até num mesmo verso, passar do lírico para o prosaico e vice-versa. E, aqui, lembra-me um dos poetas maiores da segunda metade do século XX inglês: Philip Larkin.

 

Voltemos à “estrada”, e veja-se como nesse poema, de duas estrofes, uma é completamente lírica, a primeira, e a segunda a sua inversão. Leia-se a primeira estrofe, a lírica:

 

o vento bagunça teus cabelos

regime singular do ouro

o sol lambe tuas unhas

cheias de graça

enquanto teus pés cruzados

sobre o painel

diminutas aves brancas

trazem ainda as marcas da noite

 

Veja-se de novo a segunda estrofe do poema “estrada”, e que faz a inversão lírica do mesmo:

 

mais uma vez a armadilha

mais uma vez o desejo

nenhuma certeza subsiste

nunca fica mais fácil

nada se aprende da estrada percorrida

 

Mas leia-se também este recurso técnico no único poema escrito em estrofes de dois versos, dísticos, a lembrar a forma recorrente de um dos poetas maiores do início do século XX norte-americano, Wallace Stevens:

 

um par de meias entre os lençóis antigos

casulos para teus pés de gelo

 

O primeiro verso completamente prosaico e o segundo uma maravilha lírica.

 

Por fim, duas últimas notas, ao autor e ao editor. Ao editor agradeço a coragem de editar um livro de poesia, um livro verdadeiro de poesia, e também por não lhe pôr orelhas. Orelhas num livro de poesia é como burca numa mulher: algo que se esforça por adiar ou impedir o nosso mergulho na beleza.

 

Ao autor agradeço que a leitura deste livro me tenha dado a precisão do que se passa actualmente no mundo: uma guerra entre aqueles que estão a mudá-lo e todos os outros. Quando escuto alguém dizer “temos de mudar o mundo” ou na sua forma patética “começa por te mudar a ti mesmo, se queres mudar o mundo”, sei que não estou diante de alguém que esteja fazendo isso ou que com isso se preocupe.

 

Como na terceira estrofe do poema “sweet marie”, página 49, a contraposição entre a preocupação avisada do pai e a temeridade da escolha do filho:

 

valha-me, querido pai

– não há milagres, meu filho,

por que não tentaste um curso de eletrônica,

aquela vaga no exército brasileiro?

 

Tal como se escreve no Evangelho de São Lucas, 14, 26,27:

 

“Se alguém vem até Mim e não odeia o seu próprio pai,

a sua própria mãe, a sua própria esposa,

os seus próprios filhos, os seus próprios irmãos e irmãs,

e a sua própria vida, não pode ser meu discípulo.

Quem não carregar a sua própria cruz

para vir depois de Mim, não poderá ser meu discípulo.”

 

Sim, o verbo que está escrito no original grego é precisamente odiar. O verbo é o verbo μισεω (miséo), verbo simples da segunda contracção. Pois o que Jesus diz aqui, pelas palavras de São Lucas, é que aos olhos de todos os que nos são próximos, o nosso gesto de deixar tudo para traz e seguir Jesus, tal como se escreve no Novo Testamento, faz parecer, àqueles que deixamos para traz, que os odiamos.

 

Como pode um pai entender que deixemos a sua casa para seguir a Jesus, senão que o odiamos, ainda que não haja sombra de ódio em nossos corações?

 

E como pode um pai entender que o filho queira seguir a palavra em vez do número, no mundo em que vivemos? E, repare-se, a palavra a que me refiro não é a palavra da academia, é palavra de Camões, de Bocage, de Rimbaud, a de Fernando Pessoa. A palavra desses poetas, a quem agora se junta com sua palavra, Pedro Gonzaga, é a palavra que os conduzirá ao abandono do mundo, como se se odiasse o pai, o mundo e toda a família.

 

E como pode um pai entender que o filho se entregue aos versos ao invés de uma carreira segura, profícua, no exército brasileiro?

 

Como pode um pai entender que o filho saia de casa, se perca na noite, na embriaguez, na vida errante, só para salvar o mundo?

 

Meu próprio pai, amor grande e recíproco em minha vida, nunca entendeu.

 

E a verdade é que meu pai, e provavelmente também o pai do poeta do livro, entende bem que nunca um livro bom de poesia foi tão preciso no mundo como hoje, exceptuando talvez no tempo das invasões bárbaras, na queda de Constantinopla e na merda que os alemães, os italianos e os japoneses fizeram na chamada Segunda Guerra Mundial. Os pais entendem, claro, mas custa muito ver um filho ser o cordeiro de libação.

 

No poema “as formigas do colorado”, um dos poemas de categoria maior deste livro, já por si de poesia ímpar, podemos ler à página 32, onde o poeta, ao encontrar um livro num sebo, acerca das formigas do Colorado, de um professor universitário norte-americano, imagina este intercalando-o:

 

você não tem seriedade, mr. Gonzaga,

você se forra na galhofa

onde está sua obra, mr. Gonzaga,

onde está seu legado?

 

Deixe estar, Pedro, não responda, deixe-me ser eu a responder por você ao professor do colorado, que continua perseguindo formigas, mesmo depois de morto, para prover um salário e uma postura de seriedade no mundo. Teu legado, meu caro Pedro, é o mundo a mudar. Pedro Gonzaga ao escrever estes poemas e Alfredo Aquino ao editar o livro mudam o mundo. Fazem parte do pequeno exército que vêm mudando o mundo. O exército daqueles que deixam o conforto de todas as prisões, em que teimamos em viver, para o salvarem. Resta-nos agora a nós, pessoas de bem, segurar um dos exemplares deste livro em nossas mãos, assim como numa oração, e ajudá-los a mudar o mundo.

 

© Paulo José Miranda  -  Porto Alegre RS, Brasil - dezembro 2011

Imagem de capa: Fotografia de Mario Castello

 

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Quinta-feira, 24.11.11

Convite para ler A última temporada

Lançamento de um grande livro - dia 2 de dezembro

 


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Sábado, 08.10.11

Um poema

(Um poema de Paulo José Miranda)

 

Porque o mundo não acaba
 Estender-se-á pelos dias longos e difíceis
 Transformar-se-á em areias invisíveis
 Realmente invisíveis
 Longínquas aos sentidos e entendimento
 Como sentimentos antigos que os humanos tiveram
 Porque a vida não acaba nunca
 Arrastar-se-á até que não se possa nada
 Não se possa nada senão ver e chorar
 Porque os sonhos que nos visitam nas noites do mundo não acabam
 Só o sono o sono só o sono
 Se acaba ao acordar
 
 
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Terça-feira, 23.08.11

A poesia é a palavra

O mágico desconhecimento da vida

 

Paulo José Miranda

 

Contrariamente ao que tenho lido do que se tem escrito acerca de Mariana Ianelli, julgo que o mais importante na sua poesia não é Deus, nem o homem na sua imperfeição, o humano na sua natureza, a Bíblia ou outros tantos textos referenciais. O mais importante na poesia de Mariana é a palavra.

 

Pela boca morre o peixe, pela palavra morre a vida. Pela palavra morre a miséria da vida e nasce a flor viçosa do esplendor humano. A palavra aponta a miséria para superá-la, para sará-la, curá-la. Só a palavra cura a vida, só a poesia cura a realidade. Esta é a poesia, o sentido primeiro da poesia de Mariana Ianelli.

 

Mariana acredita na palavra redentora, contrariamente ao pensador alemão Walter Benjamin. A palavra redentora é a palavra poética. A palavra que começa sem começo. Que acaba sem fim. A palavra que magicamente desconhece a vida. A palavra que está fora da vida e, só por isso, pode fazer a vida apaixonar-se por ela. Pois a vida não se apaixona pelo que ela é, a vida apaixona-se pelo que ela não é, pelo que ela não tem.

 

Mariana faz uma das coisas mais difíceis de serem feitas em poesia: com os materiais da miséria, com os materiais da história humana repleta de atrocidades, constrói um arranha-céus de otimismo. Mas não se pense que otimismo se identifica com lirismo caduco ou com pieguice de polichinelo. Melhor seria dizermos que, para além da beleza dos seus versos, há ainda a desgraça do otimismo. Desgraça bem maior do que o pessimismo é o otimismo. Acreditar na palavra apesar de tudo, contra tudo e contra todos, acreditar na palavra como transformação, como advento, como o que pode e vai salvar o mundo é mais miserável do que não acreditar. Quem acredita na palavra poética como redentora do humano e do mundo sofre mais do que um pessimista.

 

O que dói é acreditar e carregar essa crença nas costas. Não acreditar em nada não dói sequer uma unha. O otimismo, e isso aprende-se nos poemas de Mariana Ianelli, é a maturidade da miséria. Ao invés de acusar a miséria, de lhe pôr as culpas em cima, estes poemas ordenam as misérias com palavras e, neste movimento, acontece o inesperado. Este inesperado é o poema que nos faz ver o que já julgávamos ter visto. O pessimismo é a adolescência da miséria e o otimismo a maturidade da mesma. E quando digo aqui miséria, não falo apenas da miséria humana, mas a miséria de todas as coisas, a miséria do tempo com tudo o que engole. Embora tenha dito atrás que Mariana usa os materiais da miséria e os transforma, não estou com isso a dizer que se trate de uma poética da reciclagem. Uma coisa é fazer uma estátua com o lixo da rua, outra bem diferente é ordenar o lixo da rua e seguir em frente.

 

Assim são os poemas de Mariana. Nem descreve a realidade, nem a recicla. Os poemas de Mariana ordenam a realidade, de modo a caminharmos melhor e seguirmos em frente. Não temos de ter vergonha do lixo, das nossas misérias, as palavras sabem delas melhor do que nós e ao seguirmos as palavras, seguimos em frente, seguimos acima da vida.

 

Há na poética contemporânea muito de reciclagem, mas não é o caso dos poemas de Mariana Ianelli. Aliás, seus poemas destacam-se radicalmente daquilo a que se usa chamar de poesia contemporânea, tanto na forma quanto no conteúdo, como se verá em seguida ao analisarmos de perto um dos seus livros. A poesia de Mariana é uma poesia apocalíptica, uma poesia da revelação, uma poesia ainda por vir.

 

Ora, aquilo que está por vir não é contemporâneo, mas apocalíptico. Há poetas que nos fazem ver que nunca tínhamos visto o que julgávamos saber. É assim com os poemas de Mariana Ianelli. A poesia desta jovem poeta tem a grandiloquência dos mitos, da autoridade do passado e o tom severo e encantatório da elegia.

 

Não é por acaso que seus versos começam todos em maiúsculas, quer sucedam a um ponto final, a uma virgula ou a nada. A poesia de Mariana é feita de versos, é feita verso a verso, como os bichos da seda cerzindo seus casulos. Não fico cego para a existência de uma narrativa nos seus poemas, não. Mas a narrativa é feita verso a verso, e não é com facilidade que saltamos de um verso para outro. Mariana escreve seus versos de modo a que cada um deles seja uma identidade precisa, que nos façam ver a gramática e a semântica que não víamos antes desses versos. Depois, se morre-se ou se continua a viver-se no final do poema importa menos do que os versos que percorremos. E não é assim também na vida?

 

Quem contrariar-me-á aqui que o que menos importa na vida é o seu final, mas os versos que vamos fazendo, que vamos lendo. Quem contrariar-me-á que a vida é verso a verso e não uma correria até ao fim? Assim são os poemas da Mariana.

 

Os poemas de Mariana não falam da vida, não imitam a vida, não a descrevem. Mas a vida não pode deixar de rever-se nos poemas dela. Vejam-se exemplos.

 

No seu livro Passagens, à página 31, escreve: “Eu persisti, Neste início de poema, ainda antes de começarmos, paramos. Paramos por duas razões: pela forma e pelo conteúdo. Paramos porque pela primeira vez estamos a ver o sentido pleno e contraditório deste verbo, persistir, nesta primeira pessoa a dizer o verbo: Eu persisti, ... a virgula obriga-nos, aqui, a parar mais do que qualquer ponto final usualmente nos pára. Eu persisti só poderia ter ou vírgula ou nada, nunca um ponto final, isto compreende-se pelo que falta, pelo que parece faltar à transitividade do verbo. Este verso faz-nos ver que persistir é parar. Persistir, que sempre tomamos por uma ação violenta de continuidade, aqui explode na nossa atenção como sendo o oposto. Eu persisti quer dizer “eu parei”, “eu fiquei”, “eu mantenho-me” “eu estou presente”, “eu sou”, ou como diriam os gregos antigos, “egw andreios eimi”, isto é, “eu sou corajoso”, eu mantenho-me no lugar onde sempre estive.

 

Ou ainda, como ela escreve à página 23 do mesmo livro: “Caiam todos sobre mim: eu subsisto.” Trata-se em poucos versos de um projeto que depois é sustentado verso a verso ao longo do livro. De quem se mantém só repleta de história. Porque sua poesia não rejeita o conhecimento do passado, não rejeita mostrar-se como parte da miséria que assola o mundo desde o início dos tempos.

 

Esta poesia está muito pouco preocupada com inovações formais, isso é assumido de imediato pelos versos iniciados sempre por maiúsculas, mas também há versos que no seu conteúdo nos dizem que é assim que esta poeta pensa, que esta poeta assume seu lugar no corpus poeticus, leia-se o verso à página 79: “Os falsos poetas contemporâneos,”. E, nesse mesmo poema, o primeiro verso diz: “Retorna para o Tártaro,” e, adiante: “E, depois, as Fúrias aprontarão”.

 

Assim Mariana Ianelli assume a temporalidade, assume o mundo como seu objeto poético, e não apenas seu lugar claustrofóbico aqui e agora: “Nós temos em comum este corpo que nos trai.” O corpo é uma prisão, viver no corpo e pelo corpo é recusar a totalidade do mundo, da história, da temporalidade. Viver para além da prisão do corpo é, para Mariana, a única possibilidade de fazer poesia. E, a tudo isto, se liga ainda um artifício muito bem conseguido: a voz desta jovem mulher, desta poeta antiga construindo seu passado, é voz de um homem, a voz masculina. Por que faz ela isto? Veja-se como ela termina um dos seus poemas, à página 55: “De um homem frente ao signo da morte, / Homem que eu jamais seria.” Não se trata de uma imitação da heteronímia de Fernando Pessoa, mas sim de uma impossibilidade de nos aceitarmos, de aceitarmos que “passamos”, que estamos aqui de passagem, que “temos em comum este corpo que nos trai.” E com ele, com esta traição que nos habita, nesta traição que transportamos temos de defender as palavras. Rejeitar a sua própria voz, a voz com a qual responde pela manhã a seu marido ou à tarde à moça da loja, é reconhecer que a vida não tem nada que entrar no poema. A vida não é p’r’aqui chamada. E, neste particular, sim, neste particular tem a ver com Fernando Pessoa. Não enquanto imitação, mas como profundo enraizamento numa estética que recusa que a vida entre poema adentro.

 

Os poemas de Mariana Ianelli têm seus pés fortemente acentos aquém e para além da vida, como podemos ver neste verso: “Com meus dedos engordurados de vida.” É assim que a poeta se vê ao chegar ao poema, ao debruçar-se sobre si mesma, sobre a página, sobre o poema: com os dedos engordurados de vida. Lembramos de imediato o verso final de um grande poema de Álvaro de Campos: “Raios parta a vida e quem lá ande.”

 

Nos poemas de Mariana, há a claridade quase ofuscante da vida não valer nada, da vida não valer senão o que se faz dela, o que se faz com ela. A vida existe para ser ultrapassada. Conhecer a vida é também fazer pouco mais que nada, saber pouco mais que nada, encantar nada. Leia-se outro verso de Mariana: “Com teu mágico desconhecimento da vida”. Desconheça-se a vida para conhecer a magia, a palavra, o mistério. Desconhecer a vida é existir sem engordurar os dedos de vida; é encantar, é ter o poder da magia, o poder das palavras que abrem clareiras, que fazem ver, como se a cegueira fosse antes do poema a nossa única morada.

 

Desconhecer a vida não é desconhecer a palavra. Desconhecer a vida não é desconhecer o que mais importa. Desconhecer a vida é a magia que ainda nos é possível realizar. Mariana sabe que nossa vida vale menos que um poema, menos que um verso. Esta é a sua guerra: contra a ausência de poesia que nos habita. A poesia dela não é pessimista, embora não nos faça rir, nem sequer ficar contentes. A poesia é de outra ordem. Da ordem da beleza, isto é, da ordem do que nos mostra a vida morrendo diante de uma palavra. E isto só pode fazer nós, humanos que vivemos nas palavras, termos um esgar de esperança de que há Deus, o outro ou o nada para nos ouvir e compreender.

 


 

Paulo José Miranda – Escritor e poeta

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Sábado, 25.06.11

Ar entre as colunas

 

 

Sophia de Mello Breyner Andresen

 

Mariana Ianelli

 

Daqui a uma semana haverá festa no bairro da Graça em Lisboa. Haverá festa no Algarve, em Lagos, na Granja, no Porto, em todos os lugares onde viveu Sophia, que desde há sete anos deixou de ser Sophia para ser tudo quanto existe e ela amava, os jardins, a luz, o vento, o mar ao longe. Será mais uma vez aquele frescor de rosas que vem da terra depois de haver chovido, aquele sonho lúcido de ver o mundo nascer de novo como num primeiro dia, de cantar o amor sem ironia e descobrir na palavra o nome das coisas. No mar será aquele friso branco de espuma, no ar um perfume de orégano e alecrim, uma pureza outra vez iluminada nos muros caiados, nas praças, nas casas, será essa festa um esplendor de formas reunidas, um instante de perfeita arquitetura, a presença viva que as imagens prometiam, uma alma de poeta que enfim cumpriu o seu destino de habitar a substância do tempo, florescendo nas tílias, nas camélias, nos rododendros, emergindo nas vagas que levam os barcos.

 

Sophia, íntima do próprio seu nome, sabia que mesmo perdida a infância guarda uma semente, sabia das coisas por amá-las, por olhar a paisagem longamente, sabia que a poesia não tem futuro, tem apenas mistério, que um poema não é uma aventura de linguagem, é um espelho para ver o mundo, um círculo em redor de uma coisa, uma aliança entre os versos e os dias. Sabia também que eram tempos difíceis, de descrença, de negação, de ameaça, e que ser fiel à imanência se tornou uma espécie de pecado. Mas Sophia confiava na unidade, no sentido positivo do universo, eram as coisas que a moviam e não conceitos, eram os livros vivos que lhe falavam, não os prodígios de criação nem os modismos. Para Sophia escrever era relacionar-se com o mundo, e o mundo para ela era sagrado, havia uma moral poética e uma forma de justiça em participar do real e estabelecer com ele uma harmonia. Sophia não separava vida e poesia, não entendia na literatura atual a excessiva preocupação com a linguagem, a contaminação do escritor por teorias, acreditava que era preciso combater com as trevas, escrever a partir do caos, e não de um texto, para chegar à geometria do poema.

 

Em uma de suas viagens à Grécia, diante do Golfo de Corinto, Sophia agradeceu por ter nascido. Nos templos gregos encontrou os seus poemas, na intimidade entre luz e arquitetura, no equilíbrio entre rigor e doçura. Em Roma contemplou maravilhada a regra de ouro na Praça do Capitólio. Nos parques de arvoredos em Berlim sonhou com a antiga Germânia das florestas. Em pleno voo a caminho de Macau, avistando a costa asiática, começou o seu livro Navegações. No México, pelo “dever de ver”, subiu ao topo da Pirâmide do Sol. Quando veio ao Brasil, adorou o cheiro da fruta e da madeira, as montanhas e as praias brasileiras, esteve em Recife, Cabo Frio, Ouro Preto, e quando desceu em Brasília viu a “Cidade de Atena”. Sophia perseguia uma paisagem e suas raízes, perseguia um tempo não dividido, a palavra na sua forma primitiva, o poema que não é literatura mas uma obra da atenção, uma túnica inconsútil, uma oferta dos deuses, uma aliança com a poeira das estradas, o ar entre as colunas, a casa entre o mar e a montanha, os frutos de setembro, as águas verdes de Brindisi.

 

Era amiga dos poetas, Sophia. Não perdia um minuto com “tricas literárias”, procurava apenas silêncio e tempo livre para escrever. Cantava o esplendor de Thasos e Egina, mas não esquecia o horror de Treblinka e Hiroshima. Batalhou dentro da política por uma sociedade em que a poesia fosse a pedra fundamental da educação e a cultura alcançasse o espaço cotidiano, como quando viveu o 25 de abril e as pessoas atravessavam o Rossio feito um bando de gaivotas. Sophia estava mergulhada na vida e sua vida na poesia, bons versos revelavam para ela dias bem vividos. Mãe de Xavier, Miguel, Sofia, Isabel e Maria, ensinou-lhes a ver a pedra, o ouriço, os búzios, as estrelas, ensinou-lhes a poesia no seu canto vivo, recitada em casa, a caminho do mercado, numa loja, num café, em todos os lugares, a poesia além dos livros.

 

Quando pequena, em noites de temporal, na casa do Porto, Sophia rezava para os pescadores conseguirem voltar a terra. Ouvia da mãe a história de uma menina que morava no mar e isso lhe parecia a máxima felicidade. No jardim semiabandonado da casa da avó, na primavera, colhia rosas e as mastigava. Em seu caderno de latim, no colégio, escreveu: “É-me necessário escrever versos, é-me proibido saber por quê”. Todas essas sementes da infância frutificaram. Sophia agora é tudo o que floresce, o que pede para ser visto, a quem possa ver o mar, a areia, a lua, os jardins, o fogo na floresta, o que pede para ser ouvido, a quem possa ouvir o ritmo das paisagens. Sophia é agora a abundância dessa festa.

 


 

Mariana Ianelli - Publicado no blog Vida Breve

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Terça-feira, 14.06.11

Complexa sorte

Digamos que você tenha sorte

 

Pedro Gonzaga

 

 

 

digamos que você tenha sorte

e encontre alguém que goste de você

ainda que as razões para esse gostar

possam parecer mais erradas

do que certas

 

digamos que você tenha essa sorte

e que a ela se conjugue um tempo de paz

permitindo que um queira

o que o outro quer

na hora zero e dez mil horas depois

 

digamos, para exercício da poesia,

que essa sorte possa também pavimentar

uma estrada sem desvios nem rotatórias

que permita a vocês andarem juntos

como andaram as criaturas recém-saídas da arca

 

e que num delírio (dolorosamente necessário)

essa mesma sorte alastre sempre

em vossos corpos imperfeitos

ao mero roçar das peles

o fogo intacto dos deuses

 

digamos que essa sorte descomunal

nos sorria uma vez na vida (sou um otimista)

haverá contudo o problema

de reconhecê-la, aceitá-la, vesti-la

dar-lhe o pão com manteiga matinal

 

por essas e outras

quando alguém diz

- ah, o amor é simples

mal contenho a vontade

de cuspir-lhe na cara.

 


 

Pedro Gonzaga  -  

 

pedrogonzaga.wordpress.com

 

 

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Quinta-feira, 02.06.11

Recital AVE, FLOR

 

Recital AVE, FLOR - Circuito SESC RS 

 

 

 

Composições de autoria de Fernando Lewis de Mattos,

com as sopranos Luciana Kiefer e Clarice Bourscheid ;

e a participação do Quarteto de Cordas da Orquestra da UNISINOS

 

publicado por ardotempo às 19:48 | Comentar | Adicionar

Ave, Flor no SESC

 

Bravo!!! Cleonice Bourscheid e Anelise Scherer

 

 

 

 

Exposição de imagens ampliadas de aquarelas botânicas de Anelise Scherer, de poemas de Cleonice Bourscheid e o Recital Ave Flor no Circuito SESC

publicado por ardotempo às 02:59 | Comentar | Adicionar
Quarta-feira, 01.06.11

Ano da Poesia

Leonard Cohen, Príncipe de Asturias de las Letras

 

La poesía cantada, esas novelas de seis minutos y pico, la prosa mecida por inconfundibles melodías folk le han valido al músico Leonard Cohen (Montreal, 1934) el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

 


 

Por sus canciones de marcado carácter literario, sí, pero también por su obra no cantada, libros como Flores para Hitler, Los hermosos vencidos, Comparemos mitologías, o la novela El juego favorito.

 

Con esta decisión, el jurado de los galardones hace realidad una vieja amenaza de la Academia Sueca: conceder su máxima distinción literaria a un simple cantante de rock. A lo mejor el Nobel nunca acaba por recaer en Bob Dylan, pero sí ha merecido un Príncipe de Asturias el cantautor canadiense cuyas letras (Suzanne, Last year's man, So long Marianne, Joan of Arc. Famous Blue Raincoat o I'm your man) son leídas con la reverencia debida a las grandes obras de la literatura por generaciones de oyentes.

 

El jurado ha destacado el "imaginario sentimental" creado por Leonard Cohen en el que "la poesía y la música se funden en un valor inalterable". Posiblemente ahora cobre todo su sentido el hecho de que la carrera de Cohen, fenomenal recitador de voz grave y ascendencia lituana, comenzase en los cenáculos literarios en aquellos años 60 en los que la generación que revisó las tradiciones del folk introdujo la sensibilidad poética de autores estadounidenses como Walt Whitman o Henry David Thoreau.

 

 

Su novela de debú, El juego favorito, tomó la forma de un libro de aprendizaje. Después vendría el fichaje por Columbia Records, auspiciado por John Hammond. Y su estreno discográfico, Songs of Leonard Cohen, acaso uno de los mejores álbumes de la historia del rock. Se abría con Suzanne, una letra dedicada platónicamente auna bailarina canadiense que ya daba idea de unas inquietudes poéticas nada común en la industria de la música: "Y cuando tratas de decirle / que careces de amor para ofrecer / te coge y te mece entre sus brazos / dejando que el río conteste / que siempre fuiste su amante".

 

La pulsión estilística de Cohen nunca desapareció desde entonces, en discos como Songs from a Room (1969), Songs of Love and Hate (1971), Death of a Ladies' Man (1977, con producción de Phil Spector), I'm Your Man (1988) o su último álbum de estudio Dear Heather (2004).

 

Cohen visitó España por última vez en 2010 en una gira enmarcada en un tour monumental, espoleado por la pertinaz ruina en la que se quedó tras el último divorcio. El tour le llevó por todo el mundo desde 2009 (en realidad, eran dos giras enlazadas). Una prueba de lo que se pudo ver en aquellos conciertos está contenida en Live in London (2009). Cohen firmó un brillante capítulo en su relación con España cuando colaboró con sus composiciones para un disco de Enrique Morente, Omega (1996).

 

 

El Festival Internacional de Benicàssim fue testigo del reencuentro entre ambas leyendas de la música. El galardón, que el año pasado recayó en el escritor libanés Amin Maalouf, reconoce a las personas cuya labor creadora o de investigación represente una contribución relevante a la cultura universal en los campos de la literatura o de la lingüística. De los ocho galardones que convoca la Fundación Príncipe de Asturias, el de las Letras ha sido el quinto en fallarse en la presente edición.

 

La entrega de los premios será en otoño en el teatro ovetense Campoamor, presidida por Don Felipe de Borbón. Cada premio está dotado con 50.000 euros y la escultura creada expresamente por Joan Miró. -

 

Publicado em El País

 

 

 

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Sexta-feira, 27.05.11

A dansa

Sophia de Mello Breyner Andresen
 

Eduardo Pitta

 

A publicação recente da 2ª edição de Obra Poética de Sophia de Mello Breyner Andresen (1919-2004) merece alguns comentários.

 

Entre Novembro de 2003 e Outubro de 2004, a Editorial Caminho publicou, em catorze volumes, a edição definitiva desse vasto corpus poético. Tal empresa ficou a dever-se a Luis Manuel Gaspar, como sabe muita gente e Maria Andresen Sousa Tavares confirmou em carta publicada no Jornal de Letras de 17 de Setembro de 2003: «Por equívoco [...] é-me atribuída a coordenação, com Luis Manuel Gaspar, do levantamento, reunião e organização de inúmeros poemas e outros textos dispersos que foram sendo publicados durante décadas, por Sophia, em jornais, revistas, etc. [...] De facto, a Luis Gaspar deve-se todo o trabalho de busca de dispersos, inventariação de poemas abandonados de uma edição para outras, inventariação de variantes, assim como o respectivo acerto e aparato crítico. [...] O seu a seu dono.»

 

Esse minucioso trabalho inclui verbetes biobliográficos, opções de ortografia e demais aspectos de natureza editorial. À época, escrevendo sobre a edição conjunta dos catorze volumes, lamentei que não tivesse sido possível reunir em volume único toda a poesia de Sophia, a quem devemos a nitidez da dicção, paganismo visionário, ética radical, sentido trágico da existência, empenho nas causas sociais, convívio com as coisas e os seres. Finalmente, em Outubro de 2010, surge o esperado volume único de Obra Poética, organizado por Carlos Mendes de Sousa, que mantém sem alterações significativas a fixação de texto estabelecida por Luis Manuel Gaspar.

 

Neste volume são pela primeira vez divulgados 29 poemas dispersos (recolhidos por Gaspar), bem como um inédito de 1943.

 

Afirma Carlos Mendes de Sousa, na Nota de Edição (pp. 7-8), que as edições de 2003-04, «designadas definitivas, foram organizadas por Luis Manuel Gaspar.» Mas o cotejo dos catorze volumes permite verificar: Vols. 1-7, Edição de Luis Manuel Gaspar; Vols. 8-10 e 12, Edição de Maria Andresen Sousa Tavares e Luis Manuel Gaspar; Vols. 11, 13-14, idem, com a ressalva de que a fixação de texto (creditada a Gaspar nos volumes precedentes) passou a ser feita «segundo critérios acordados com» a filha da autora. Diz ainda Sousa que a presente edição «segue e actualiza os critérios de fixação de texto» (p. 7). Por ‘actualizar’ podemos considerar a opção tomada relativamente a determinadas idiossincrasias ortográficas de Sophia.

 

Exemplo óbvio será o do verbo dançar, que Sophia grafava com ‘s’: «Dansam as árvores puras sacudidas» (cf. Dia do Mar, 1947, e edição ‘definitiva’ de 2003). Em mais do que uma entrevista, Sophia reiterou esse seu modo de escrever: «A única palavra portuguesa cuja ortografia precisa de ser mudada é dança, que se deve escrever com ‘s’, como era antes, porque o ‘ç’ é uma letra sentada, uma letra pesada. Escrevo com ‘s’, mas há sempre o desastre de os tipógrafos ou as pessoas que me passam os textos à máquina acharem que é um erro e emendarem para ‘ç’...» (DN, 24-11-94.)

 

Isso mesmo é verificável na exposição Uma Vida de Poeta, recentemente organizada por Teresa Amado e Paula Morão na Biblioteca Nacional. Sousa discorda: «Não tendo a autora determinado que tal singularidade passasse a ser regra na sua obra, seria abusivo considerar que Sophia pretendeu instaurar um preceito de uso ortográfico próprio.» (p. 8) Assim desapareceu essa marca textual. Numa edição tão cara, compreende-se mal que a paginação seja pouco rigorosa no respeito da divisão estrófica dos versos. Dito de outro modo, salvo conhecedores profundos da obra de Sophia, a mudança de página não permite ver (a olho nu) onde termina uma estrofe e começa outra. Minudências? Decerto.

 

Sucede que em poesia a noção de espaço é intrínseca à leitura. Nesse particular, a edição 2003-04 tem uma fiabilidade acrescida. Nesta 2ª edição, dada à estampa já em 2011, saúde-se (entre outras) a correcção operada no poema Crepúsculo dos Deuses (p. 506; cf. Geografia, 1967), cuja estrofe final fora em Outubro de 2010 acoplada à anterior: «Ide dizer ao rei que o belo palácio jaz por terra quebrado / Phebo já não tem cabana nem loureiro profético nem fonte melodiosa / A água que fala calou-se». Fica o mais importante: uma obra ímpar.

 

Ne Varietur, in Ípsilon, 27-05-2011, p. 40. Cinco estrelas.

 

Eduardo Pitta - Publicado no blog Da Literatura

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Quinta-feira, 19.05.11

O muro do músico

A fachada da Maison Noire, de Serge Gainsbourg

 

 

 

 

5 bis, rue de Verneuil - Saint-Germain-de-Près - Paris - França / O muro colorido, grafitado e faiscante da casa do compositor, poeta, músico e cantor Serge Gainsbourg, motivo de peregrinação constante de fãs de todo o mundo. Acenda o seu gauloise brune... 

publicado por ardotempo às 01:06 | Comentar | Adicionar

A casa do poeta

 

Oscar Wilde, 13 rue des Beaux Arts

 

 

 

 

A lembrança da placa de mámore, o número e cabeça de carneiro em prata

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publicado por ardotempo às 00:35 | Comentar | Adicionar
Sábado, 09.04.11

Explosão de estrelas

Breve anotação sobre um tigre

 

Mariana Ianelli

 

Júbilo é uma palavra difícil de viver. Algo raro, tão raro quanto um tigre. Demora para acontecer, mas quando acontece, uma pessoa já não pode mais voltar ao que era antes de ter sentido o que sentiu.

 

Um acontecimento assim é o que excita um poeta a meter-se no escuro, procurando. Porque se existe um lugar além de um templo na Tailândia onde ainda hoje esse tigre passeia livre, longe de armadilhas, esse lugar é um poema. Precisa de silêncio para existir, por isso é tão raro o júbilo.

 

Não é algo que se possa dizer, é algo para ser sentido. Precisa de um tempo que perdure e, sobre esse tempo, um poema não mente. Não importa quantos dias sejam necessários trabalhando, vagando à procura, o tempo do poema depende do fulgor de um momento e esse momento depende de uma vida. Pretender tomá-lo à força, além de inútil, seria ridículo. Pode estar próximo e cada vez mais próximo, pode se fazer pressentir numa pausa do vento, num prólogo de bonança, e ainda assim não é certo que venha. Um júbilo não se compreende, é-se compreendido por ele, envolvido por ele, abraçado, possuído.

 

Traçar um plano de busca, estudar um provável cruzamento de rotas para encontrar esse animal rajado seria perder a explosão de estrelas que existe em ser por ele surpreendido numa estreita passagem. Procurá-lo pede um pensamento vago, qualquer coisa de desejo distraído, um devaneio sem pretensão de eficácia, sem meta a ser atingida, a sugestão de que está bem como está, o júbilo venha ou não venha.

 

É procurar indefinidamente até que chegue esse momento, um momento de presença, esse instante puro de descobrimento em que o poema diz amor e o amor é feito. Entra no poema quem entra nesse bosque sem palavra, nesse erotismo de uma comunicação profunda. Mas tudo o que se fala sobre o júbilo sempre é pouco, muito pouco fora do seu acontecimento. O júbilo acontece livre e no silêncio. É uma alegria rara, que perdura, um prazer de melodia quando irrompe, quando arrebata e transverbera um corpo. Não se pode apanhá-lo numa palavra. E mesmo que ficasse preso, que fosse agarrado, absurdamente enredado numa armadilha, já não seria júbilo, seria só um animal triste.

 

 

 

 

 

Mariana Ianelli - Publicado em Vida Breve

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Segunda-feira, 21.03.11

Carlos Drummond de Andrade

 

 

A bunda, que engraçada

 

 

A bunda, que engraçada.

Está sempre sorrindo, nunca é trágica.

Não lhe importa o que vai pela frente do corpo.

A bunda basta-se.

Existe algo mais? Talvez os seios.

Ora – murmura a bunda – esses garotos

ainda lhes falta muito que estudar.


A bunda são duas luas gêmeas em rotundo meneio.

Anda por si na cadência mimosa,

no milagre de ser duas em uma, plenamente.

A bunda se diverte por conta própria.

E ama. Na cama agita-se.

Montanhas avolumam-se, descem.

Ondas batendo numa praia infinita.

 

Lá vai sorrindo a bunda.

Vai feliz na carícia de ser e balançar.

Esferas harmoniosas sobre o caos.

 

A bunda é a bunda,

redunda.

 

 

Carlos Drummond de Andrade

 

Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 19:02 | Comentar | Adicionar

Wislawa Szymborska


Alguns gostam de poesia

 

 

Alguns -

quer dizer que nem todos.

Nem sequer a maior parte mas sim uma minoria.

Não contando as escolas onde se tem que,

e quanto a poetas,

dessas pessoas, em mil haverá duas.

 

Gostam -

mas gosta-se também de sopa de esparguete,

dos galanteios e da cor azul,

do velho cachecol,

brindar à nossa gente,

fazer festas ao cão.

 

De poesia -

mas que é isso a poesia?

Muitas e vacilantes respostas

já foram dadas à questão.

Por mim não sei e insisto que não sei

e esta insistência é corrimão que me salva.

 


Wislawa Szymborska


Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 16:32 | Comentar | Adicionar

Jorge Luis Borges


Un lobo

 

 

Furtivo y gris en la penumbra última,

va dejando sus rastros en la margen

de este río sin nombre que ha saciado

la sed de su garganta y cuyas aguas

no repiten estrellas. Esta noche,

el lobo es una sombra que está sola

y que busca a la hembra y siente frío.

Es el último lobo de Inglaterra.

Odín y Thor lo saben. En su alta

casa de piedra un rey ha decidido

acabar con los lobos. Ya forjado

ha sido el fuerte hierro de tu muerte.

Lobo sajón, has engendrado en vano.

No basta ser cruel. Eres el último.

Mil años pasarán y un hombre viejo

te soñará en América. De nada

puede servirte ese futuro sueño.

Hoy te cercan los hombres que siguieron

por la selva los rastros que dejaste,

furtivo y gris en la penumbra última.


 

Jorge Luis Borges


Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 16:10 | Comentar | Adicionar

Mariana Ianelli


Flor do ofício

 

 

Emboscada no silêncio

Eu preparo a rosa inútil

Com as horas que salvei

Do desperdício.

 

Feito um verme

Decompondo ceticismo

Em força indômita,

Preparo e deito essa flor

No teu caminho

Para quando o teu corpo

(Tão quebrantável quanto o meu)

For sozinho pastorear

Seus demônios no vazio.

 

Quase dois mil anos

Guardado no deserto

Um salmo esperou

Para recobrar sua melodia -

E eu não te esperaria?

 

 

Mariana Ianelli

 

Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 14:36 | Comentar | Adicionar

José Mário Silva

 

insones

 

 

Fumam à janela,

o vento frio desfaz o fumo,

os dedos tremem.

Não sabem uns dos outros,

espalhados pela cidade,

mas procuram as luzes

ainda acesas noutras casas.

Noite dentro,

o silêncio dos que dormem

é uma afronta, desleixo pueril

de quem consegue

ignorar as facadas do tempo,

a areia entre os dedos,

o sobressalto.

 

 

José Mário Silva

 

Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 14:24 | Comentar | Adicionar

Sophia de Mello Breyner Andresen

 

A casa térrea


 

Que a arte não se torne para ti a compensação daquilo que não

                                                                     [soubeste ser

que não seja transferência nem refúgio

Nem deixes que o poema te adie ou divida: mas que seja

A verdade do teu inteiro estar terrestre


Então construirás a tua casa na planície costeira

A meia distância entre montanha e mar

Construirás - como se diz - a casa térrea -

Construirás a partir do fundamento


 


Sophia de Mello Breyner Andresen

 

Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 14:13 | Comentar | Adicionar

Hilda Hilst


(VI)  Poema aos homens do nosso tempo

 

 

Tudo vive em mim. Tudo se entranha

Na minha tumultuada vida. E por isso

Não te enganas, homem, meu irmão,

Quando dizes na noite que só a mim me vejo.

Vendo-me a mim, a ti. E a esses que passam

Nas manhãs, carregados de medo, de pobreza,

O olhar aguado, todos eles em mim,

Porque o poeta é irmão do escondido das gentes

Descobre além da aparência, é antes de tudo

LIVRE, e por isso conhece. Quando o poeta fala

Fala do seu quarto, não fala do palanque,

Não está no comício, não deseja riqueza

Não barganha, sabe que o ouro é sangue

Tem olhos no espírito do homem

No possível infinito. Sabe de cada um

A própria fome. E porque é assim, eu te peço:

Escuta-me. Olha-me. Enquanto vive um poeta

O homem está vivo.


 

Hilda Hilst

 

Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 13:54 | Comentar | Adicionar

Pedro Gonzaga

o lado bom

 

nunca entendi a necessidade

que muitos poetas – assim ditos

têm de gritar seus versos

como maus atores que tentam

convencer o auditório vazio

da grandeza de um texto

em que já não podem crer

 

nunca entendi a pressa

que muitos poetas – assim ditos

têm em lançar seus versos

compostos de trocadilhos

que melhor estariam

para vender salsicha

ou carros usados

no suplemento dominical

 

se for pelo sexo

mais fácil entregar-se ao comércio

se for pelo prestígio por favor,

não me façam rir

drummond e bandeira

que de fato eram grandes

publicavam do próprio bolso

 

talvez eu esteja errado

e poesia não se faça à sotto voce

talvez a solução passe

por uma boa assessoria de imprensa

por uma foto retocada

com ecos de baudelaire e byron

conseguidos a custo com a luz certa

e um fotógrafo de moda

que saiba valorizar

nosso lado bom.

 

 

Pedro Gonzaga

 

Dia Mundial da Poesia 21 de março

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publicado por ardotempo às 13:42 | Comentar | Adicionar

Dia Mundial da Poesia

Aula de Poesia

 

Estou lendo o livro AULA DE POESIA, de Eduardo Pitta. O livro é rico, rigoroso, abrangente e elucidativo sobre os caminhos da poesia, seus livros e os poetas do século XX, em língua portuguesa (Brasil, incluído) - Quetzal Editores . Será urgente e fundamental que se faça um edição deste excelente livro no Brasil.

 

 

 

 

 

Hoje, 21 de março, Dia Mundial da Poesia, o blog ardotempo estará dedicado a homenagear os poetas e publicar poesia.

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publicado por ardotempo às 12:28 | Comentar | Adicionar
Sábado, 19.03.11

Poemas de Mia Couto

 

O bairro da minha infância

 

Mia Couto

 

Não são as criaturas que morrem.

É o inverso:

só morrem as coisas.


As criaturas não morrem

porque a si mesmas

se fazem.

E quem de si nasce

à eternidade se condena.

 

Uma poeira de túmulo

me sufoca o passado

sempre que visito

o meu velho bairro.

 

A casa morreu

no lugar onde nasci:

a minha infância

não tem mais onde dormir.

 

Mas eis que,

de um qualquer pátio,

me chegam silvestres

risos de meninos brincando.

 

Riem e soletram

as mesmas folias

com que já fui

soberano de castelos e quimeras.

 

Volto a tocar a parede fria

e sinto em mim o pulso

de quem para sempre vive.

A morte é o impossível abraço da água.

 

 

Frutos

 

Mia Couto

 

A bondade da mangueira

não é o fruto.

É a sombra.

A térrea, quotidiana,

abnegada sombra:

no inverso do suor colhida,

no avesso da mão guardada.

 

Há a estação dos frutos.

Ninguém celebra a estação das sombras.

Assim, o amor e a paixão:

um, fruto; outro, sombra.

 

A suave e cruel mordedura

do fruto em tua boca:

mais do que entrar em ti

eu quero ser tu.

 

O que em mim espanta:

não a obra do tempo

mas a viagem do Sol

na seiva da árvore

 

A arte da mangueira

é a veste de sombra

embrulhando o seu ventre solar.

 

Para o homem vale a polpa.

Para a terra só a semente conta.

 

 

Números


Mia Couto


Desiguais as contas:

para cada anjo, dois demónios.

Para um só Sol, quatro Luas.

Para a tua boca, todas as vidas.

Dar vida aos mortos

é obra para infinitos deuses.

Ressuscitar um vivo:

um só amor cumpre o milagre.


 

Tristeza

 

Mia Couto

 

A minha tristeza

não é a do lavrador sem terra.

A minha tristeza

é a do astrónomo cego.

 

 


[in Tradutor de Chuvas, Caminho, 2011]


Publicado por José Mário Silva no blog Bibliotecário de Babel

Imagem: Fábrica da Brahma - Bairro do Paraíso - Pintura de Arcangelo Ianelli - Óleo sobre tela, 1957 (São Paulo SP Brasil)

publicado por ardotempo às 14:56 | Comentar | Adicionar
Quarta-feira, 09.03.11

“A poesia não tem público, tem leitores”

O 'big bang' da poesia moderna

 

Javier Rodríguez Marcos

 

Como en la Biblia, también en la historia de la literatura la piedra que un día desecharon los arquitectos termina a veces convertida en piedra angular. En 1948, el mismo año que obtuvo el Premio Nobel, T. S. Eliot resumió con crudeza en una conferencia la idea que por entonces tenía de Edgard Allan Poe, muerto un siglo atrás, "cualquier lector culto" anglosajón: "Es el autor de unos pocos poemas breves que le cautivaron cuando era niño, y que de algún modo se le han quedado grabados en la memoria. No creo que relea estos poemas, a menos que los encuentre en una antología. Su placer es la memoria de un placer". Y añadía: "Consideramos a Poe como un hombre que jugueteó con el verso y con algunas formas de prosa sin llegar a hacer realmente un gran trabajo en ninguno de estos géneros". Eliot no dudaba de la influencia de su compatriota en "algunos tipos de ficción popular", pero el canon no parecía estar al alcance de aquella "suerte de europeo desplazado" que no pasó de arrastrar su mala vida por la Costa Este. Es decir, un "provinciano".

 

Afirmaciones así sorprenderían hoy a cualquiera que hace solo dos años asistiera al bicentenario del autor de El cuervo, beatificado, antes que por Lou Reed, por el fervor que le tuvo Kafka y, en español, por la traducción que Julio Cortázar hizo de sus cuentos.

 

En la misma conferencia, Eliot subrayaba la paradoja de que aquel escritor juguetón fuera a la vez el maestro de los maestros de la poesía moderna. Más de medio siglo después, aquella paradoja ha quedado, si no resuelta sí esclarecida en Matemática tiniebla (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), un volumen en el que el poeta y filósofo Antoni Marí ha recopilado los ensayos sobre poesía que, en efecto dominó, publicaron tanto Poe como aquellos que entendieron que su obra era el big bang de la lírica moderna: Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Paul Valéry y, casi a su pesar, el propio Eliot.

 

El resultado es un libro de título nerudiano que, recuerda Marí, hasta hoy no existía más que en aquella sugerencia del autor de La tierra baldía: "Ni en inglés ni en francés hay una recopilación similar". Traducido por los poetas Miguel Casado y Jordi Doce, Matemática tiniebla describe el modo en que leyó a Poe cada uno de sus fervientes, e influyentes, seguidores franceses. Así, Baudelaire vio en él tanto la encarnación del poeta maldito en un país que olía "a comercio" como un maestro de la brevedad, la intensidad y la búsqueda consciente del efecto poético. Nada de desahogos sentimentales.

 

Por su parte, Mallarmé, devoto a su vez de Baudelaire, aprendió en el estadounidense la importancia de la técnica del verso: más decisivo que el propio sentido de las palabras es lo que sugiere su sonido y la asociación entre ellas. A Valéry, finalmente, le interesó de Poe la teoría de la poesía hasta el punto de defender que el proceso de escritura era tan importante como el resultado. Según él, la producción de una obra de arte también puede ser arte, una pequeña revolución cuyo éxito puede comprobarse menos en las bibliotecas que en los museos contemporáneos.

 

Como recuerda Antoni Marí, desde la perspectiva moderna de los hijos de Poe, la poesía "es autosuficiente y no necesita referencia exterior a sí misma". Un poema moderno "no debe significar sino ser": "Lo importante no es el contenido de la forma sino la forma del contenido". Aunque Matemática tiniebla termina en Eliot, Antoni Marí afirma que el hilo rojo del libro sigue su camino. "Por centrarnos en la tradición hispánica reciente, Valente surge de ahí dentro. Lo mismo que, aunque parezca paradójico, Gil de Biedma, por la parte menos trascendental. ¿Entre los vivos? Antonio Gamoneda, que ha traducido a Mallarmé. Le mandé el libro y me dijo: 'has hecho mi autorretrato: estoy ahí en todas partes".

 

Desde su casa de León, y mientras corrige "una montaña" de poemas inacabados y trabaja en 30 folios de "garabatos" destinados a continuar sus memorias, Gamoneda reconoce sentirse "más cerca de las enseñanzas de los simbolistas franceses y sus afines" que de la tradición hispánica: "La poesía no está en el tema ni en las palabras usadas como ornamento. El lenguaje poético tiene una naturaleza musical propia. Yo no sé lo que sé hasta que no me lo dicen mis propias palabras", afirma el premio Cervantes de 2006. Y para los lectores, ¿cuál es hoy el lugar de la poesía? "La gran poesía", dice Marí, "es una mezcla de pensamiento, sentimiento e imaginación que exige una disposición especial, un ejercicio mental que muy pocos están dispuestos a hacer porque la satisfacción que produce no se mide en utilidad. Por eso, como dice Francisco Brines, la poesía no tiene público, tiene lectores".

 

Javier Rodríguez Marcos - Publicado em El País

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publicado por ardotempo às 11:54 | Comentar | Adicionar

Editor: ardotempo / AA

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