Sábado, 11.02.12

O que cada vez mais se parece

Tempos difíceis

 

João Ventura

 

Por estes dias, celebram-se 200 anos do nascimento de Charles Dickens, e o mundo fora dos livros, desgraçadamente, vai-se parecendo, cada vez mais, com o mesmo mundo que ele retratou em romances como David Copperfield, Oliver Twist,

 

Tempos Difíceis ou História de Duas Cidades, que contribuíram para a minha formação literária e de algum modo, ajudaram a moldar as minhas convicções políticas. A actualidade da sua obra pode ver-se, por exemplo, no começo de História de Duas Cidades: "Era o melhor dos tempos, era o pior dos tempos; a idade da sabedora, e também da loucura; a época das crenças e da incredulidade; a era da luz e das trevas; a primavera da esperança e o inverno do desespero".

 

Em Tempos Difíceis, Dickens, critica com acidez as deploráveis condições de vida dos operários ingleses e o fosso abismal que existia entre a sua vida precária e o fausto obsceno dos ricos da Inglaterra vitoriana. Nestes tempos difíceis de crise que assola a Europa, com os impostos a aumentar e os salários a diminuir, com o desemprego a disparar para números impossíveis, com sucessivos cortes nas prestações sociais dos estados, enfim, com cada vez mais amplos sectores das populações a empobrecer, e com a Grécia, seguida de Portugal - onde, de acordo, com números do Eurostat, mais de 2.500 milhões de pessoas sobrevivem em estado de pobreza e de exclusão social - e de outros países europeus, caminhando à beira do abismo para onde os sucessivos desgovernos e os especuladores financeiros nos vão empurrando, impossível não nos assombrarmos ao constatar como este romance publicado em 1854 descreve a realidade actual.

 

É que a obscena desigualdade entre os miseráveis lares proletários, retratados por Dickens na sua frieza, obscuridade e pobreza extremas, e as luxuosas mansões dos capitalistas da época que tratavam os seus assalariados como bestas de carga, parece reproduzir-se nestes nossos tempos difíceis em que que aos magros salários de muitos se contrapõem aos altos salários de uns tantos gestores transitados da política para as empresas e para os bancos. A única diferença entre os privilegiados dos tempos difíceis de Dickens e os privilegiados de agora, é que os de antes se chamavam utilitaristas e os de hoje são neo-liberais, e que uns se reviam em Stuart Miller e os outros revêm-se em Milton Friedman.

 


Vale a pena recordar um acontecimento catastrófico vivido por Dickens, num início de Verão de 1865, quando viu despenhar-se num precipício sete carruagens do comboio em que viajava. Premonitória metáfora de uma Europa, primeiro a Grécia, depois a Irlanda e Portugal e logo as restantes carruagens deste comboio europeu - sem maquinista mas com maquinadores - que hoje vai descarrilando arriscando uma queda sem fim no abismo que se abre sob o seu gasto e destravado rodado metálico.

 

Talvez seja, ainda, possível evitar a queda se os maquinadores que nos conduzem para a catástrofe forem capazes de imitar o mesquinho senhor Scrooge de Um conto de Natal, que ao ver o futuro sombrio anunciado pelos espíritos do Passado, do Presente e do Futuro, onde podia ver-se um túmulo com o seu epitáfio e nenhuma flor flor, soube redimir-se a tempo e converter-se num homem generoso. Uma parábola, afinal, que a senhora Merkel deveria recordar se quiser, ainda, ter remissão.

 

João Ventura - Publicado no blog O que cai dos dias 

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Quarta-feira, 21.12.11

"Para isso, não há porquê"

El naufragio por excelencia

 

Enrique Vila-Matas

 

 

 

Simon Leys, autor medio secreto que vive en Australia desde hace cuatro décadas, elabora una crónica intensa y mínima del hundimiento del Batavia en 1629 que revela cómo lo peor puede llegar después de las zozobras, las catástrofes y las crisis. Tras ellas, puede encontrarse al otro lado de la puerta algo aún ligeramente más infame: el tiempo del horror.

 

Leí hace ocho años las escasas noventa páginas de Les naufragés du Batavia, de Simon Leys. Y recuerdo haber pensado, de entrada, que su breve Advertencia preliminar encajaría en la antología más exigente de prólogos mínimos de toda la historia. En cuanto al libro, me admiró por su sobria capacidad de síntesis y por las dosis de sabiduría extraña en cada línea. Releerlo en su reciente traducción al castellano me ha permitido reencontrarme con esta intensa y casi inverosímil (parece más bien un guion de Hollywood, pero lo asombroso es que todo ocurrió verdaderamente) crónica del más famoso naufragio del siglo XVII. Del naufragio y del estado de terror que siguió a éste.

 

El del Batavia me parece el naufragio por excelencia, precisamente porque nos indica que las zozobras, crisis y catástrofes son eso, zozobras, crisis y catástrofes, pero lo peor puede venir después.

 

En estos tiempos en los que con extraña constancia, sin el menor desfallecimiento, las noticias financieras de cada día se muestran ensimismadas en la ya casi complaciente descripción del naufragio general, bueno es recordar que no todo termina en una crisis recurrente y que a veces puede encontrarse al otro lado de la puerta algo aún ligeramente más infame: el tiempo del horror. Ell hundimiento de este barco holandés se produjo en 1629 y fue sin duda el desastre marítimo más sonado hasta el hundimiento del Titanic tres siglos después.

 

El Batavia chocó con un arrecife de los Houtman Abrolhos, a un centenar de kilómetros mar adentro del continente australiano. Los casi trescientos supervivientes del naufragio, refugiados en cuatro islotes, fueron cayendo en los días siguientes bajo la tiranía de uno de ellos, un psicópata llamado Cornelisz, amigo del pintor Torrentius (de quien se conserva sólo un cuadro, una pintura que se encuentra en Ámsterdam y que es de una perfección inquietante).

 

El imprevisto tirano, ayudado por algunos compinches de poca monta, se dedicó a instaurar un régimen de terror y a masacrar a los otros náufragos de manera progresiva y metódica. Meses más tarde, cuando ya había acabado con dos tercios de sus infelices rehenes, vio interrumpida su criminalidad por la inesperada aparición de una vela blanca en el horizonte, la providencial llegada de un navío de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, empresa propietaria de la nave, un barco mandado desde Java para auxiliar a los náufragos.

 

En los crímenes de Cornelisz se instaló desde el primer momento una alucinante gratuidad, que no vino más que a confirmar que la arbitrariedad misma constituye la esencia eficaz y sin apelación de todo Terror.

 

En el siglo pasado, nos dice Leys, nadie corroboró mejor esto que los verdugos de Auschwitz que, al ser preguntados por los inocentes que conducían a la muerte, respondían: "Para esto no hay un porqué".

 

Simon Leys (Bruselas, 1935) seudónimo de Pierre Ryckmans, estudió en la Universidad de Lovaina y luego se fue a Taiwán a estudiar literatura y arte chinos. Desde los años setenta vive en Australia. Se le puede leer con frecuencia en Le Magazine Littéraire y en The New York Review of Books, y es uno de esos autores medio secretos que, de recibir algún día el Premio Nobel, se convertiría en el clásico premiado que deja fuera de juego a toda esa comunidad mediática internacional que apuesta todos los años por los mismos e inconmovibles no laureados de siempre.

 

En su genial Advertencia preliminar de Los náufragos del Batavia nos revela Leys que durante una infinidad de años estuvo preparándose a fondo para escribir un libro sobre la mítica catástrofe y nos pregunta: "¿Se os ha ocurrido una idea magnífica con la que soñáis escribir un libro? No corráis en llevarla a la práctica; no hace falta, pues podéis estar seguros de que, tarde o temprano, a algún otro se le ocurrirá la misma idea... y hará de ella un uso perfecto".

 

Durante 18 años Simon Leys acarició ese proyecto de escribir la historia de los náufragos del Batavia. Coleccionó casi todo lo que se publicaba sobre el asunto; luego pasó una temporada en las islas Houtman Abrolhos, emplazamiento del naufragio; se alojó casualmente en la zona donde en el siglo XVII tuvo lugar la masacre sistemática de náufragos y hasta vio el esqueleto de alguno. A lo largo de los años continuó acumulando notas, pero sin decidirse nunca a escribir la primera página de esa famosa obra en gestación que en la imaginación de sus amigos comenzó a adquirir poco a poco una dimensión mítica. De tiempo en tiempo, se enteraba de que había salido un nuevo libro sobre su asunto: "Me entraba un sudor frío, y corría a por ese libro temblando. Pero no, no era más que una falsa alarma; no tardaba en darme cuenta, con alivio, de que el autor había errado una vez más su objetivo, lo que reforzaba mi falso sentimiento de seguridad".

 

Hasta que un día apareció el libro de Mike Dash sobre el naufragio, un libro perfecto. Con La tragedia del Batavia (Lumen, 2003), Dash dio en la diana y teóricamente no le quedó a Leys ya nada que decir, por lo que guardó toda la documentación y notas acumuladas a lo largo de 18 años y al final optó por publicar sólo las casi noventa páginas de su "modesto" Los náufragos del Batavia con la única intención de que éstas "pudieran inspirar el deseo de leer el gran libro de Dash".

 

Así pues, el libro de Leys es la crónica en la que explica por qué no escribirá la novela sobre aquel naufragio maldito y siniestro. Me ha recordado a Marcel Bénabou que en Por qué no he escrito ninguno de mis libros dice saber muy bien cómo habría podido tratar todos los grandes temas a los que renunció: "Habría disfrutado anegándolos en la abundancia, en la exuberancia, en la opulencia y la profusión de un vocabulario selecto, sin temor al exceso ni a la plétora, al desbordamiento ni a la redundancia...".

 

Casi contengo la risa cada vez que leo estos párrafos de Bénabou que me hacen recordar al Eclesiastés: "Ten presente que hacer libros es una tarea que no tiene fin y que mucho estudiar fatiga el cuerpo". Sin duda, la sabiduría china de Simon Leys le llevó a escribir este modesto y mínimo libro a modo sólo de introducción al gran libro de Dash, cuya lectura, dicho sea de paso, podemos retrasar todo el tiempo que queramos después de haber leído la impresionante síntesis de la historia que nos ofrece Leys, síntesis que parece corroborar la creencia borgiana de que si una historia la podemos contar en pocas líneas no es necesario que escribamos una novela entera. No quiero ni imaginar lo que sería una síntesis, por ejemplo, de la tetralogía de Ruiz Zafón. En manos del jíbaro Leys sería una obra de arte.

 

Y en fin. Estoy seguro de que nadie ya nunca podrá sintetizar mejor en tan pocas páginas la historia de terror que siguió al naufragio del buque holandés, una historia que hacia el final nos habla de esa determinación desesperada que se apodera a veces de la gente honrada cuando un agresor injusto les fuerza a batirse para defender su vida. Quizás sea porque nos recuerda donde estamos, pero también el estado general de terror en el que al menor descuido podríamos caer, el libro de Leys parece estar ahí, a nuestra disposición, por si en algún momento quisiéramos considerar que tiene algo de barco de Java, sobradamente capaz de acudir a socorrernos con su vela blanca.

 

Enrique Vila-Matas

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Terça-feira, 13.12.11

Cinco vezes Prêmio Açorianos

O melhor romance: Don Frutos

 

O escritor Aldyr Garcia Schlee subiu ao palco do Teatro Renascença em Porto Alegre para receber a sua quinta estatueta do Prêmio Açorianos de Literatura - Narrativa Longa 2011, pelo segundo ano consecutivo. Merecido reconhecimento pelo seu primoroso e criativo trabalho. Quinta-feira, dia 15 será realizada uma grande homenagem ao autor no Centro Cultural CEEE Erico Verissimo, com o lançamento de 4 novos livros e uma festa de confraternização ao grande escritor.

 


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Terça-feira, 06.12.11

A Noite do Livro

 

Prêmio Açorianos de Literatura - CONVITE

- Dia 12 de dezembro

 

A Prefeitura de Porto Alegre, através da Coordenação do Livro e Literatura,

tem a honra de convidá-los para a Noite do Livro 2011, solenidade de entrega

do Prêmio Açorianos de Literatura Adulta e Infantil e do Prêmio Açorianos de

Criação Literária/Narrativa Longa.

 

A cerimônia será realizada no dia 12 de dezembro de 2011, às 20h,

no Teatro Renascença (Avenida Erico Verissimo, 307) com a apresentação

dos músicos e escritores Humberto Gessinger e Duca Leindecker.

 


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A luz da torre do mercado

 

Fotografia

 

 

 

 

 

© Alexandre Schlee Gomes - Mercado Público de Pelotas - Fotografia (Pelotas RS Brasil), 2011

Publicado no livro História e Tradições da Cidade de Pelotas, de Mario Osorio Magalhães - edições ardotempo, 2011

 

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Lançamento de Livro - História e Tradições da Cidade de Pelotas

 

Lançamento de Livro : Hoje - em Pelotas RS - 19h

 

 

 

 

 

 

Homenagem aos fotógrafos e ao autor - Noite de autógrafos - Bibliotheca Pública Pelotense

 

Alexandre Schlee Gomes

Daniel Giannechini

Edison Vara

Laureano Bittencourt

Nauro Junior

Paulo Rossi

 

Autor: Mario Osorio Magalhães

 

 


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Sábado, 03.12.11

Homenagem ao escritor Aldyr Garcia Schlee - Dia 15 de dezembro


Homenagem a Aldyr Garcia Schlee 


Centro Cultural CEEE Erico Verissimo - 19h30

Rua dos Andradas, 1223 - Centro Histórico

Porto Alegre RS

 

 

 

Conversa com Aldyr Garcia Schlee, Paulo José Miranda e Pedro Gonzaga

- sobre o romance DON FRUTOS (Prêmio Fato Literário 2010)

 Capa: Fotografia de Gilberto Perin

 


 

 

 

Lançamento de 4 livros, edições ardotempo:

 

 

 

 

 

Contos de futebol (reedição 2011)

Capa: Fotografia de Gilberto Perin

 

 

 

 

 

Contos de Verdades (reedição 2011) - Prêmio Açorianos de Literatura, 2001

Capa: Fotografia de Gilberto Perin

 

 

 

 

 

 

 

Uma terra só (reedição 2011) - Prêmio II Bienal Nacional de Literratura 1984

Capa: Fotografia de Marcelo Freda Soares

 

 

 

 

 

 

 

 

Dom Segundo Sombra - de Ricardo Güiraldes - Tradução Aldyr Garcia Schlee (Notas e Elucidário)

- Edição Comemorativa (2011)

Capa: Fotografia Leonid Streliaev

 

 

 

Coquetel de Lançamento

 

Pocket Show -TRIO CHICO

 

 

 

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Sexta-feira, 02.12.11

Mudando o mundo

 

MUDANDO O MUNDO


Texto de Apresentação de A ÚLTIMA TEMPORADA, de Pedro Gonzaga -

por © Paulo José Miranda

 

 

 

 

 

 

 

Poucos títulos de livros de poesia têm o cuidado de ser fiéis à totalidade do mesmo, isto é, de cumprirem aquilo que nos prometem.


Não é o caso deste livro que aqui se apresenta aos leitores e ao futuro. Se lermos com alguma atenção o título deste livro de poesia de Pedro Gonzaga, entendemos de imediato do que se trata, isto é, de um livro que faz apresentações de modalidades em torno da expressão “última temporada” e do que isto possa significar numa alma humana. Por conseguinte, toda a minha apresentação deste livro de poesia não vai ser outra coisa senão falar do título do mesmo, nas suas diversas modalidades de apresentação.

 

A expressão “a última temporada”, assim sem referente determinativo, como no título do livro, é uma expressão com dois sentidos quase opostos, mas que aqui se amalgamam de modo a nos mostrar de um modo privilegiado a vida e a linguagem que expressa essa vida. Passemos então a ver o que está em causa no título do livro.

 

Quando alguém diz “a última temporada” de uma peça de teatro ou a “última temporada” de uma série televisiva, está a dizer que, depois de várias outras temporadas anteriores, depois de vários meses ou vários anos, esta aqui e agora onde estamos é a última. Quer isso dizer que depois desta já não vai haver mais nenhuma. Esta é a última, a derradeira temporada, acabou-se. A derradeira temporada pode muito bem ser a vida de cada um de nós, aquela vida que somos aqui e agora, a que nos carrega ou que com ela carregamos.

 

Assim, A Última Temporada, de Pedro Gonzaga, numa primeira instância remete-nos logo para a vida de cada um de nós, aqui e agora. [acerca de “aqui e agora”, veja-se com atenção o poema “em nossos mortos”, à página 41, dialogando com o “Livro X” das Confissões, de Santo Agostinho] Mas como “última temporada”, neste sentido, tem necessariamente de ter um antes do agora, isto é, é preciso existir uma ou mais temporadas anteriores para que se afirme “última temporada”, a última temporada aqui não pode ser a vida, pois as pessoas não tem vidas anteriores (deixemos as crenças de lado).

 

Por conseguinte, esta última temporada é a última temporada da vida, aquela a que se atribui, ou alguém atribuiu, ser a parte final da vida de alguém. A vida humana é assim dividida em temporadas pelo título do livro. Aqui não podemos deixar de lembrar o poeta francês Rimbaud e o seu livro Une Saison en Enfer, Uma Temporada No Inferno. Mas aqui trata-se da última parte da vida humana, e não de um interlúdio amoroso mal sucedido. E o escândalo deste título assume aqui a sua extensão máxima, se tivermos em atenção a idade do poeta, trinta e poucos anos, e tratar-se do seu primeiro livro de poesia.

 

Sabemos isso pelos poemas “herança”, onde se pode ler à página 15: “(...) aos 35 anos / com meus dentes perfeitos (...)”; e pelo poema “para além dos bancos de areia prateada”, onde, na página 36, se lê de um modo algo jocoso, nos últimos dois versos: “señor, não se chega impunemente / ao trigésimo quinto inverno”. Por conseguinte, não podemos deixar passar isto em claro, tomar a coisa por irrelevante. Ora, se um poeta regista em um poema a sua idade, 35 anos, e ao mesmo tempo põe o título ao livro de A Última Temporada, é porque, evidentemente, quer que fique claro que a partir de agora é o início do fim. Para trás ficou tudo o resto, todas as outras temporadas, e se boas ou más não importam aqui e agora. Não se pense também precipitadamente que se trata de um livro de despedida, pois o mesmo poeta remata o poema “descobertas”, à página 52, da seguinte maneira: “(...) serei um homem-bomba / até aos noventa anos”. O poeta entende que a última temporada da vida humana é a mais longa ou, pelo menos, pode vir a ser muito mais longa. Longa, aqui, quer dizer infindável. E, ao mesmo tempo, um infinito de perdas.

 

Leia-se em “imperativo”, página 43:

 

se puderes fechar

os olhos para o real

fecha agora

não te preocupes,

antes, aproveita

hão-de acordar-te

os credores

a dor no ciático

o fingimento da mulher

que nunca se entrega

 

Por outro lado, e também como pudemos ler no excerto anterior, não se trata de uma poética do queixume ou de qualquer denúncia situacional ou de adversidade.

 

Não, aqui a denúncia é a da condição humana (e não a de um humano em particular). E a responsabilidade do que se faz com essa condição humana, desconhecendo-a ou dissecando-a, é nossa. No fundo, aquilo que neste primeiro sentido se pode apurar para o título, A Última Temporada, é o seguinte:

 

a partir de agora é que é a sério, a partir de agora é que se vai ver o que a vida é, pois até aqui foi a brincar.

 

A partir de agora a vida é a doer, como se usa dizer, nos embates esportivos. Um segundo sentido que a expressão e o título A Última Temporada parece ter, escrita assim sem qualquer referente definido, é a de “a última temporada” de verão. Por outro lado, a última temporada de verão pode ter ainda dois sentidos distintos, a saber, que essa última, a outra anterior a esta em que estamos, é que foi boa, ou que a última, a anterior foi muito má e esperamos que esta agora seja muito melhor.

 

Julgo que podemos excluir de imediato a segunda subdivisão, pois a análise que se fez em relação à primeira modalidade do sentido da expressão de “última temporada” assim mesmo o obriga. Parece ter ficado claro anteriormente que a “última temporada” a que o poeta se refere não é melhor do que as anteriores. Como ele mesmo termina o penúltimo poema deste livro “versos de agora, versos de antes”:

 

versos de agora,

versos de antes

vocês sabem que fomos

o que duas criaturas humanas juntas

não poderão nunca superar

 

Dito de outro modo: fomos o insuperável. Fomos!

 

E fica, já quase no fim do livro este eco interminável em nossos corações:

 

fomos, fomos, fomos, fomos, fomos...

 

Comecemos então pela análise do sentido desta segunda modalidade do entendimento que se faz da expressão que dá título ao livro e que, como iremos ver, ao invés de ser contraditória em relação à primeira será antes complementar.

 

Comecemos por pensar que essa outra temporada, a anterior, cheia de sol e de alegria, não é esta aqui e agora, cheia de chuva e de tristeza. E bem podemos dizer isso, pois leia-se os seguintes versos do poema “estrada”, à página 19:

 

mais uma vez a armadilha

mais uma vez o desejo

nenhuma certeza subsiste

nunca fica mais fácil

nada se aprende

da estrada percorrida

 

Para além de que nunca ficar mais fácil, reparemos ainda numa questão técnica, como se fosse suplementar, como se a poesia não fosse toda ela a vida exposta com técnica e alguma ternura: Pedro Gonzaga divide os seus poemas em pontuados e não pontuados.

 

Há nos primeiros uma sensação de náusea a que o leitor mais atento não escapa, como se cada vírgula fosse uma curva na estrada, nos levando a contragosto montanha acima. Confira-se isto, por exemplo, no magistral poema inaugural do livro. O poema fala do amor, fala da possibilidade do amor nos acontecer, mas ele é escrito com tantas curvas, com tantas vírgulas, que quando ele termina com os seguintes versos

 

“quando alguém me diz– /

Ah, o amor é fácil /

mal contenho a vontade /

de cuspir-lhe na cara”

 

é um alívio a viagem terminar. Mais: se ele não cuspisse, eu mesmo vomitava, depois de tanta curva, de tanta e tanta vírgula num poema.

 

Por conseguinte, depois de tanta dificuldade ainda ir escutar alguém dizer que o amor é fácil, ninguém merece, como diz a voz de Deus, a voz popular.

 

É um dos exemplos da superioridade poética de Pedro Gonzaga, sem dúvida, da mestria com que usa a técnica única com que podia ditar este poema. Mas, no outro poema que falávamos atrás, cujo título se chama precisamente “estrada”, ele retira todas as vírgulas, retira todas as curvas, fazendo deste poema uma estrada a direito, como se a vida fosse isso mesmo, sempre a direito, como se a vida fosse ir de Porto Alegre até à Argentina.

Sempre a direito. Ou seja, nossa vida vai daqui ali num instante, ela vai daqui, onde estamos agora, a um imenso e eterno nada, com o desejo pelo meio.

O nada aqui, obviamente não é a morte, é não se aprender nada. Iremos sempre daqui para a Argentina para nada, para não se aprender nada.


Está bem de ver, então, que esta “última temporada” a que me refiro agora, é a temporada passada, é o passado, é aquilo que já foi um dia, que aconteceu e já não é e já não volta.

 

A primeira modalidade de expressão de “a última temporada” tem os dois pés bem vincados no presente, ao passo que a segunda modalidade de expressão de “a última temporada”, tem a cabeça lá trás, no passado. A primeira é aqui e agora sem referências ao passado, a não ser enquanto lógica linguístico-temporal: se esta é a última é porque teve outra ou outras antes desta.

 

Estas duas “últimas temporadas”, uma que nos mostra a consciência do fim eminente e, a outra, que nos mostra uma anterioridade melhor do que o presente, o aqui e agora, é aquilo de que trata, e muito bem, este livro.

 

Estamos literalmente entre a espada e a parede. A parede é o passado atrás de nós que não nos deixa fugir para o tempo bom, recuar até ele, e a espada é aquilo que aqui e agora nos ameaça, o presente prenhe de um futuro laminoso (e me perdoem o neologismo). De outro modo, e me fazendo de sujeito do livro, passo a dizer: eu entendi que é aqui e agora, aqui onde estou, a última temporada, esta é a minha vida e já nada mais me resta até ao fim senão ir sofrendo cada vez mais, declinando lentamente e estar exposto a todas e mais algumas intempéries usando a técnica e a ternura; por outro lado, ficamos também conscientes de que a temporada passada, a da adolescência, a da juventude é que foi boa e não esta aqui e agora, que se mostra como sendo a última, a última dança.

 

Podemos ler à página 30, nos versos finais do poema “procela”, o seguinte:

 

finis terrae

a praia prometida

o barulho das folhas

ilusório verão

Ilusório verão

 

é como acaba o poema, ilusório verão. Precisa de explicações, ilusório verão?

 

E “procela”, que diz tempestade no mar, precisa de explicações?

 

Mar esse que não é só a vida, é também aqui a vida de um poeta.

 

Aliás, no poema podemos ler estes belos versos, preciosos, testemunhais:

 

há um mar em Camões

há um mar em Pessoa

 

Mas querem ver o gume mais afiado da espada que aponta o peito do poeta, esse presente prenhe de futuro de que falámos atrás?

 

Escutem então, e vejam como a vida humana só pode ser pior a cada dia que passa, leia-se apenas o extenso verso com que termina “o baile”:

 

eu sou o medo do dia em que haverei de abraçar o corpo frio de meu pai

 

Há, contudo, vários outros medos que o poeta afirma ser, antes desse medo último, derradeiro. Medo que é também o meu. Medo que causa um arrepio pela existência acima! Mas passemos então agora, e sem demoras, ao poema “a primeira rebentação”, e aos seus oito versos finais:

 

éramos invisíveis

e o que não entendo,

minha adorada,

enquanto seguem a quebrar

as ondas sonoras

na praia deserta do presente

é quem foram aquelas criaturas

que ressurgiram das águas

 

Sim, quem foram aqueles que fomos? Quem éramos nós, que já não estamos aqui? Como é possível haver outros agora ali fazendo de nós? Onde é que fomos parar, que não nos reconhecemos senão naqueles que não somos? Mas o abismo inultrapassável destas modalidades de últimas temporadas, assume a sua expressão mais pungente no poema dedicado a Sérgio Fischer, denominado “em algum lugar”, e que nos leva a um hospital de uma qualquer parte do mundo e à temporada derradeira de alguém (presumivelmente o amigo a quem o poema é dedicado).

 

Leia-se uma vez mais os oito versos finais, desta feita à página 13:

 

lá dentro atrás da porta verde

está o amigo que um dia amamos,

lá está o patrimônio

de tantos almoços

e cafés na juventude

lá estará o tempo

de um telefone

mudo à cabeceira

 

Repare-se na fantástica transformação do espaço em tempo através do advérbio de lugar “”. Começa por dizer o poeta, com uma locução adverbial de lugar, “lá dentro”, lá dentro onde a morte já se instalou e o amigo passa a ser “antes”, através do verso “está o amigo que um dia amamos”.

Um dia”, aqui, é o mesmo que antes, que é o mesmo que nada, pois aquilo que começa por parecer nos colocar num lugar, “”, passa a “um dia” e “um dia” passa a nada, através dos penúltimo e último verso “lá estará o tempo” e “um telefone mudo à cabeceira”. O tempo, visto como um telefone mudo à cabeceira, é o perto mais longe do mundo. E ficámos a saber que um telefone que não toca é o tempo mudo. O tempo mudo é o inferno. Assim, e de modo magistral, a vida humana passa de espaço a tempo, de um lugar preciso para um tempo passado e de um tempo passado a nada, esse substantivo aterrador por excelência. Não podemos deixar de focar a precisão impressionante da forma verbal onde o tempo vai aparecer e transformar o dia em nada: “estará”! No futuro está o nada. No futuro está aquilo que já não somos, onde poeta e amigo são uma e a mesma coisa: lá dentro, um dia, estará o tempo; todos nós vendo a morte de alguém e sendo vistos pelas lágrimas de outrem.

 

O futuro não tem temporada.

 

Como pudemos entender pela análise feita ao título, estamos diante de um livro de vínculo existencial, ontológico. Em muitos dos poemas, lembro as muitas análises fenomenológicas que fiz aos poemas do poeta Kavafis, enquanto estudante de filosofia em geral e de Heidegger, Hussel e Scheler em particular. E, tal como nos autores citados anteriormente, não se trata aqui de um discurso de cariz pessimista.

 

Claro, não vamos encontrar nestes poemas quaisquer versos passíveis de serem enviados às namoradas no dia de Santo António, ou versos de efeito moral, para postar no Facebook, de modo a mostrar como a vida é bela e nós é que damos cabo dela.

 

A poesia de Pedro Gonzaga tem a dimensão de nos conduzir, como numa viagem guiada à vida humana, a vários momentos universais da mesma, descritos de forma exemplar. E, nesse sentido, trata-se de um livro de poesia sem filiação politica, social ou estética.

 

Acima de tudo, é um livro de poesia apátrida, como toda a boa poesia.

 

Há, contudo, algo do saber fazer poético, a técnica, que gostava de trazer à luz aqui diante de vós: a capacidade impressionante que Pedro Gonzaga tem de num mesmo poema, numa mesma estrofe, até num mesmo verso, passar do lírico para o prosaico e vice-versa. E, aqui, lembra-me um dos poetas maiores da segunda metade do século XX inglês: Philip Larkin.

 

Voltemos à “estrada”, e veja-se como nesse poema, de duas estrofes, uma é completamente lírica, a primeira, e a segunda a sua inversão. Leia-se a primeira estrofe, a lírica:

 

o vento bagunça teus cabelos

regime singular do ouro

o sol lambe tuas unhas

cheias de graça

enquanto teus pés cruzados

sobre o painel

diminutas aves brancas

trazem ainda as marcas da noite

 

Veja-se de novo a segunda estrofe do poema “estrada”, e que faz a inversão lírica do mesmo:

 

mais uma vez a armadilha

mais uma vez o desejo

nenhuma certeza subsiste

nunca fica mais fácil

nada se aprende da estrada percorrida

 

Mas leia-se também este recurso técnico no único poema escrito em estrofes de dois versos, dísticos, a lembrar a forma recorrente de um dos poetas maiores do início do século XX norte-americano, Wallace Stevens:

 

um par de meias entre os lençóis antigos

casulos para teus pés de gelo

 

O primeiro verso completamente prosaico e o segundo uma maravilha lírica.

 

Por fim, duas últimas notas, ao autor e ao editor. Ao editor agradeço a coragem de editar um livro de poesia, um livro verdadeiro de poesia, e também por não lhe pôr orelhas. Orelhas num livro de poesia é como burca numa mulher: algo que se esforça por adiar ou impedir o nosso mergulho na beleza.

 

Ao autor agradeço que a leitura deste livro me tenha dado a precisão do que se passa actualmente no mundo: uma guerra entre aqueles que estão a mudá-lo e todos os outros. Quando escuto alguém dizer “temos de mudar o mundo” ou na sua forma patética “começa por te mudar a ti mesmo, se queres mudar o mundo”, sei que não estou diante de alguém que esteja fazendo isso ou que com isso se preocupe.

 

Como na terceira estrofe do poema “sweet marie”, página 49, a contraposição entre a preocupação avisada do pai e a temeridade da escolha do filho:

 

valha-me, querido pai

– não há milagres, meu filho,

por que não tentaste um curso de eletrônica,

aquela vaga no exército brasileiro?

 

Tal como se escreve no Evangelho de São Lucas, 14, 26,27:

 

“Se alguém vem até Mim e não odeia o seu próprio pai,

a sua própria mãe, a sua própria esposa,

os seus próprios filhos, os seus próprios irmãos e irmãs,

e a sua própria vida, não pode ser meu discípulo.

Quem não carregar a sua própria cruz

para vir depois de Mim, não poderá ser meu discípulo.”

 

Sim, o verbo que está escrito no original grego é precisamente odiar. O verbo é o verbo μισεω (miséo), verbo simples da segunda contracção. Pois o que Jesus diz aqui, pelas palavras de São Lucas, é que aos olhos de todos os que nos são próximos, o nosso gesto de deixar tudo para traz e seguir Jesus, tal como se escreve no Novo Testamento, faz parecer, àqueles que deixamos para traz, que os odiamos.

 

Como pode um pai entender que deixemos a sua casa para seguir a Jesus, senão que o odiamos, ainda que não haja sombra de ódio em nossos corações?

 

E como pode um pai entender que o filho queira seguir a palavra em vez do número, no mundo em que vivemos? E, repare-se, a palavra a que me refiro não é a palavra da academia, é palavra de Camões, de Bocage, de Rimbaud, a de Fernando Pessoa. A palavra desses poetas, a quem agora se junta com sua palavra, Pedro Gonzaga, é a palavra que os conduzirá ao abandono do mundo, como se se odiasse o pai, o mundo e toda a família.

 

E como pode um pai entender que o filho se entregue aos versos ao invés de uma carreira segura, profícua, no exército brasileiro?

 

Como pode um pai entender que o filho saia de casa, se perca na noite, na embriaguez, na vida errante, só para salvar o mundo?

 

Meu próprio pai, amor grande e recíproco em minha vida, nunca entendeu.

 

E a verdade é que meu pai, e provavelmente também o pai do poeta do livro, entende bem que nunca um livro bom de poesia foi tão preciso no mundo como hoje, exceptuando talvez no tempo das invasões bárbaras, na queda de Constantinopla e na merda que os alemães, os italianos e os japoneses fizeram na chamada Segunda Guerra Mundial. Os pais entendem, claro, mas custa muito ver um filho ser o cordeiro de libação.

 

No poema “as formigas do colorado”, um dos poemas de categoria maior deste livro, já por si de poesia ímpar, podemos ler à página 32, onde o poeta, ao encontrar um livro num sebo, acerca das formigas do Colorado, de um professor universitário norte-americano, imagina este intercalando-o:

 

você não tem seriedade, mr. Gonzaga,

você se forra na galhofa

onde está sua obra, mr. Gonzaga,

onde está seu legado?

 

Deixe estar, Pedro, não responda, deixe-me ser eu a responder por você ao professor do colorado, que continua perseguindo formigas, mesmo depois de morto, para prover um salário e uma postura de seriedade no mundo. Teu legado, meu caro Pedro, é o mundo a mudar. Pedro Gonzaga ao escrever estes poemas e Alfredo Aquino ao editar o livro mudam o mundo. Fazem parte do pequeno exército que vêm mudando o mundo. O exército daqueles que deixam o conforto de todas as prisões, em que teimamos em viver, para o salvarem. Resta-nos agora a nós, pessoas de bem, segurar um dos exemplares deste livro em nossas mãos, assim como numa oração, e ajudá-los a mudar o mundo.

 

© Paulo José Miranda  -  Porto Alegre RS, Brasil - dezembro 2011

Imagem de capa: Fotografia de Mario Castello

 

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Quinta-feira, 24.11.11

Convite para ler A última temporada

Lançamento de um grande livro - dia 2 de dezembro

 


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Domingo, 30.10.11

Livro, poema, arte, exposição e palestra

 

CONVITE

 

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Quinta-feira, 20.10.11

Recital AVE, FLOR em Santa Cruz do Sul RS Brasil

 

O Recital AVE, FLOR de música erudita e canto lírico, no circuito cultural do SESC RS, em Santa Cruz do Sul RS Brasil, acontecerá no sábado dia 22 de outubro - às 19h - com o lançamento do livro AVE, FLOR  - edições ardotempo

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HOJE - Exposição de desenhos e livro

J.O.A.N.A

 

Exposição de desenhos aquarelados, sobre papel de gravura 100% algodão

30 desenhos de uma releitura estética do poema A Chama Azul, de Maria Carpi, editado pela Editora AGE. 2011

 


 

 

 

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Quinta-feira, 22.09.11

Quando se vê as coisas acontecem

 

Aqui é assim mesmo

 

(Texto acerca de Contos de Verdades, de Aldyr Garcia Schlee)

 

Paulo José Miranda

 

Dedico este texto à minha querida amiga e jornalista gaúcha, Paula Russo

 

Permitam-me, por favor, começar na Grécia Antiga, ao falar de Contos de Verdades, de Aldyr Garcia Schlee. Segundo Aristóteles, a diferença entre a história e a poesia é que a primeira debruçava-se sobre o que aconteceu e a última sobre o que poderia ter acontecido. Assim, desde esse tempo Grego, a literatura trata do que poderia ter sido. E a Atenas desse tempo fica tão longe da minha experiência quanto Jaguarão! Em verdade, o que poderia ter sido, muito mais do que o que realmente foi, é aquilo que nos leva à leitura. E parece por demais evidente o entendimento pleno de Aldyr Garcia Schlee acerca do ser da poesia, da essência da literatura.

 

A literatura começa com aquilo que o autor escreve muito bem no início do livro em “As Grandes Onças Brabas”: “(...) cada vez que venho aqui, perco um pouco o coração”. Este aqui a que o autor se refere é uma cidade fronteiriça, um vilarejo, um lugar mítico, como todos os lugares onde crescemos. Quando se cresce, nossa razão e nossa percepção nunca mais vão acertar com o que foi vivido aí, com o que continua subterraneamente a ser vivido alhures dentro de nós. Mas este aqui, que no caso é um cidade e um tempo que parece nunca ter existido, como tudo o que nos fascina, este aqui pode também ser uma aporia, pode também ser um modo de olhar a diferença do mundo e da injustiça. E é por esta injustiça que vamos começar, deixando o fascínio para mais tarde.


Permitam-me, então, por favor, e uma vez mais, uma pequena incursão à Grécia Antiga, desta feita a As Troianas. Porquê? Porque percorre ao longo deste livro de Aldyr Garcia Schlee uma clave humana que o liga ao grande poeta tragediógrafo Eurípides na tragédia As Troianas. Que tema é esse? A injustiça a que a mulher está votada neste mundo. Nesta tragédia, Eurípides mostra-nos algo mais do que mostra em outras poderosas e belas tragédias, mostra-nos que há ainda uma situação pior do que a situação humana: a situação humana da mulher (ao tempo de Eurípides). Contrariamente a outras tragédias que chegaram até nós, em que mulheres protagonizam a acção, como sejam os casos da Antígona, de Sófocles, ou da Medeia, também de Eurípides, a tragédia aqui não está ligada a uma má ou boa escolha na sua conduta (protagonizado por Antígona) ou à afectação de um tremendo pathos que nos leva a agir em direcção ao terror (protagonizado por Medeia). Tanto Medeia quanto Antígona poderiam ser homens, com algumas mudanças nas cenas, mas não Hécuba. Hécuba, protagonista de As Troianas, jamais poderia ser homem e esta tragédia mostra uma diferença essencial em relação às outras tragédias: a situação em que se está, em que Hécuba e as outras troianas se encontram, independentemente de ter sido ditada pela vontade dos deuses, ela não foi criada por nenhuma destas mulheres. Se Antígona traça seu destino ao dar um funeral digno ao seu irmão, contrariando tudo e todos, se Édipo traça seu destino ao matar o viajante que se lhe opôs no caminho e mais tarde a se deitar com a mulher mais velha por quem se apaixona, se Medeia traça seu destino ao se deixar vencer pelo ódio e seu destilado de vingança, Hécuba não teceu nada que a conduza a este seu fim. Para além dos deuses, foram os homens que a conduziram até aqui. Hécuba é vítima dos deuses e dos homens (não dos humanos em geral, mas dos homens em particular). E neste homens em particular, está ainda incluído uma mulher pérfida, Helena. Pois Helena não é aqui uma mulher, mas fraqueza dos homens.

 

Ora, é também isto que acontece nos livros de Aldyr Garcia Schlee. Como aquela expressão que se usa aqui no Brasil, o buraco é mais abaixo, com a apresentação da condição da mulher nos seus livros, a condição humana, o problema da condição humana é mais abaixo. A mulher aparece quase sempre como fraqueza dos homens, propriedade deles ou, no seu esplendor maior, o sofrimento humano para dentro, sofrimento humano calado, sofrimento humano profundo. Leia-se à pagina 18, ainda no primeiro conto do livro “A Flor da Aldeia”: “Inelda, sem surpresa, terá ficado sozinha como sempre, na estância. (...) mas o que quero dizer é que era apenas ela que ficava na casa, que nunca saia dali (ela só se lembrava de ter ido à cidade uma vez, quando o pai morreu) e que, desde a morte da cozinheira, desde que a filha dos caseiros tinha ido embora – desde muito – era apenas ela, sozinha, que se via com todo o serviço: fazia a comida: limpava, varria e espanava tudo; lavava e passava; cozia pão; costurava, cerzia e bordava...” A contraposição da solidão da mulher, deixada sempre em casa, sempre, para sempre, com a solidão do homem sozinho vagando pelas terras do mundo e sentado com ninguém nos bares das vilas e das terriolas mostra bem a miséria maior da mulher nesta vida. Para além da solidão humana, daquele que caminha pelo mundo entregue a si próprio e à incompreensão da vida, acresce ainda a solidão do abandono votado pelo homem, solidão de prisioneira, de mulher casada com um homem, presa na casa dele para sempre. E tem ainda pior, porque nesta vida tudo pode ser sempre pior. Leia-se agora à página 20: “Nunca seria diferente. Desde a primeira vez, desde a primeira noite, Inelda fora usada pelo marido como por obrigação. E era ocupada por ele, ainda, de quando em quando, aos trancos, depressa, sem um sorriso, sem um gesto, sem uma palavra de carinho. Como se tivesse por cima, a cobri-la, um animal.” Sem dúvida, não esperar um sorriso na vida é muito triste e pode atingir homem e mulher, mas ser ocupada é foda! Ser ocupada e nada poder fazer, sem nada sequer pensar que pode ser feito é a solidão máxima a que um humano pode ser votado. E este sentimento, que o autor nos atira à cara sem piedade, surge logo nas primeiras páginas do livro. O livro começa logo a violentar a nossa sensibilidade. Não faço mais citações, porque isso levaria a ler-vos o conto por inteiro.

 

Em “Luíza Vinha de Noite”, a mulher é nos relatada como algo que preenche o vazio da vida. Vazio que é tão somente não se saber o que fazer do tempo, sentir o tempo a sufocar-nos, por dentro, por fora, por todos os lados. Leia-se à página 29: “De cada vez que Luíza não vinha, deixava-me sozinha com o tempo: o tempo imenso que não tínhamos, alargando-se sobre mim a cada instante (...)” Mas Luíza, esta mulher, traz também o único poder que as mulheres deste livro têm: assombração! A mulher assombra a existência do homem, o querer do homem, a vontade dos homens. Luíza é, foi e sempre será um sonho! Quando a mulher não é prisioneira, escrava do homem, exerce sobre ele o seu verdadeiro poder, o poder de nos fazer sonhar. Mas a mulher é também violentada pela mulher, violentada na sua liberdade, nas suas escolhas, não só pelas palavras de outras mulheres acerca das suas decisões, mas até pela mãe, essa primeira mulher. Leia-se em “Amor Amor Amor”: “Ali no carro-motor, voltando para casa e levando a filha de volta como um traste sem préstimo, fazendo força para não chorar junto com a filha, a mãe de Celeste lutava para parecer calma e não discutir com a menina.” Mas uma pergunta irá repercutir em nossos corações, em nossas consciências: quem faz com que Celeste seja aos olhos da mãe um traste sem préstimo? Será que são as outras mulheres? Será que são os homens? Será que é o mundo?

 

E porque uma mãe precisa tanto de forças para não chorar? Porque é que uma mãe precisa, tantas e tantas vezes nesta vida, de ter forças para não chorar? E porque é que uma filha tem de mentir com tamanha veemência a uma mãe, gritando: “– É mentira, mãe! Eu nunca andei com esse homem... Te juro, te juro, te juro!” Porque chegam a Jaguarão, naquele dia, de carro-motor, uma mãe e uma filha abandonadas para sempre? Porque sentem que ao atravessar agora a Ponte, vindo de Pelotas, as vidas acabaram? Pelo desejo que um homem mais velho acalmou com a filha ainda criança de uma mãe? E mesmo que não se tenham tocado, se isso foi possível, a injustiça não foi feita? A injustiça dos homens sobre a decisão das mulheres?


Mas adentremos agora aquilo que me parece ser o núcleo duro da literatura de Schlee: o fascínio. E o fascínio de Schlee é pelo fascínio em si mesmo. O fascínio pelo humano, pela idade de ouro perdida que existe em cada humano, por esse estranho e inexplicável acontecimento que é a mudança de idade do humano, à imagem da mudança de pele das serpentes. O que é mais importante do que a verdade? O fascínio. Sem fascínio não tem poesia, não tem literatura. O fascínio por Jaguarão é a um mesmo tempo o fascínio pela poesia e o fascínio pelo humano que se perde de si mesmo, de cada vez que cresce.

 



Mas o que é propriamente isso a que chamamos “”fascínio”? Recuando uma vez mais no tempo, encontramos que a palavra latina fascinum tem de algum modo a sua origem na palavra grega βάσκανος, baskanos. Ora, baskanos era uma palavra usada pelos gregos no sentido em que alguém é atingido pela malícia ou pelo enganamento de outrem. O termo latino, fascinum, tem esta malícia como base, este ser levado no bico, como se diz em Portugal, ser levado na cantiga do outro, mas traz também uma novidade que a palavra grega não tinha: ficar sem querer ver outra coisa. Por conseguinte, o fascínio é ser levado na cantiga de alguém e ficar num estado de não querer outra coisa. Ficar encantado, ficar sob o efeito de uma qualquer coisa mágica, sob o efeito da cantiga do outro, à imagem do encantamento produzido pela flauta de Pan. Jaguarão e seu passado, o da história e o da poesia, isto é, do que foi e do que poderia ter sido, exerce um fascínio tremendo em Aldyr Garcia Schlee, e ele não quer ver outra coisa, outra cidade, outras paragens. Nenhum lugar do mundo exerce esse fascínio no autor, nenhum lugar o encanta como Jaguarão. E partindo da consciência deste fascínio, ele escreve e nos fascina, como quem se vinga. Literalmente, Schlee nos leva na cantiga dele, prostrando-nos num estado de não querer outra cantiga, pelo menos até que ela se acabe, até que o livro se feche na última página. Mas o fascínio de Jaguarão, com já se disse de passagem no início, não é somente o fascínio pelo lugar, mas pelo tempo. E o tempo, aqui, não é o tempo do lugar, mas o tempo de crescimento, o tempo em que o autor se deixava levar nas cantigas que lia, que via ou que lhe contavam, até mesmo várias vezes ao dia.

 

O tempo em que somos levados na conversa do outro e ficamos parados a escutar, como se nada mais importasse, é parte do fascínio que Jaguarão exerce sobre o autor. Não se confunda, contudo, isto, com a recorrente história do retorno à infância, ou a cantiga do fascínio pela infância perdida. O fascínio não é tanto pela infância perdida, mas pela consciência da existência de um tempo fascinante em nós. Leia-se à página 38, no conto “Missa por Rolando Vergara”: “(...) e toca-lhe um beijo na boca. // Foi tão rápido como não se imagina nem se consegue recordar por inteiro, mas até agora ela guarda na boca aquele beijo. Foi como se explodissem mil foguetes, revoassem dúzias de pombas, soassem todos os sinos lá na Praça da Matriz, em tarde de festa. Era como se ela ali tivesse despertado, tivesse acordado como num conto de fadas, porém – em vez de ter-se então quebrado o encantamento – foi então que começou o encantamento. // Quanto mais se precisa do tempo parado mais ele foge ligeiro. (...) Ah, o tempo! Ah o tempo que precisou de passar! Ah, o tempo!” Ao longo deste conto, o tempo surge quase sempre em itálico, em expressões exclamativas, como se se tratasse de um poema à parte, de um poema que acompanha o relato de Anita relembrando Rolando, de Anita perdida no encantamento, perdida no tempo e sua cantiga.

 

Ah, o tempo!  É aqui, nesta exclamação, que o fascínio se revela no seu máximo esplendor, porque o maior dos fascínios é o que nunca foi, que nunca é e que nunca será, como um poema. O tempo, a consciência do tempo será sempre a pele largada da serpente, que agora se olha e tudo faz parar, à excepção do que poderia ter sido, à excepção da poesia, da literatura, do fascínio. Há no humano, como condição ontológica, um lugar desconhecido que é, à falta de melhor expressão, uma vontade de fascínio, um desejo de ficar fascinado, um desejo de ficarmos nas mãos do outro; uma vontade de não nos pertencermos. É este constituinte do ser humano que Aldyr Garcia Schlee nos mostra, na sua tentativa de descobrir ele mesmo o que isso é e o que ele próprio é. Como escreve logo à página 11, acerca das grandes onças brabas, “Conta-se que elas atraíam e seduziam a gente com tal fascínio e encantamento que jamais qualquer um de nós pôde perceber que fora arrastado até ali a ponto de perder o coração.” E as onças brabas, aqui, além de serem o que são, também podem ser tudo o que esperamos que tenha acontecido ou que venha a acontecer.


Tem ainda, neste livro, as questões técnicas. Mais importante que isso: a consciência das questões técnicas. Só acerca disto, fosse eu outro que não eu, dava uma tese.

 

 

De qualquer modo, não quero deixar de salientar o conto “A Moça Dirundina”. Leia-se este conto e, se até aqui ainda não se tinha entendido o que era narrar, entenda-se agora de uma vez por todas, através das seguintes palavras com que o autor inicia cada pequeno parágrafo ou até algumas frases dentro desses parágrafos: “Imagine (...) Admita (...) Considere (...) Presuma (...) Figure (...) Pense no que terá feito o pobre do marido quando (...) Repare (...) Recorde que (...) Note ainda que (...) Se quiser, combinamos, que (...)”.


Mas este livro é, não devemos esquecer, um livro de fronteira: de vidas e lugares de fronteira. A única fronteira que conheci melhor ao longo da minha vida foi a fronteira entre ler e escrever: fronteira traçada por visões, e estas não têm identidade outra para além do que se vê e do que acontece. E foi só agora, com este livro de Aldyr Garcia Schlee, que compreendi por dentro, compreendi de compreender, que a leitura e a escrita são como Jaguarão: “Aqui é como do outro lado: manda quem canta melhor. Aqui, quando se vê as coisas acontecem.

 

Sei que poderia terminar agora a minha apresentação, com a visão que pude, passando para o outro lado com estas palavras últimas de Aldyr Garcia Schlee acerca de Jaguarão, mas que eu leio, e sempre hei-de ler, como sendo palavras acerca do mundo: “Sei que é difícil acreditar, não é mesmo? Parece um mistério. Mas nunca se sabe direito o motivo.” De qualquer modo, prefiro acompanhar o autor, concordar com ele, e terminar precisamente com algumas palavras da última página do livro: “O tempo passou. E tudo que se conta talvez nunca se tenha sabido, assim como nunca se terá contado o que se pôde realmente saber. (...) a ponto de a gente não despertar para os idos, para o que foi, nem acordar para os havidos, para o que terá sido e já não saber o que é, o que poderá ser, o que será... a ponto de apagar-se até a imaginação.

 

© Paulo José Miranda – edições ardotempo

Porto Alegre, 20 de Setembro de 2011

 

 

Paulo José Miranda

 

Nasceu em 1965 na Aldeia de Paio Pires, a 16 km de Lisboa. É poeta, escritor e dramaturgo. Licenciou-se em Filosofia pela Universidade de Letras de Lisboa. É membro do Pen Club desde 1998. Viveu em Istambul entre 1999 e 2003, tendo viajado nesse período pelo Mediterrâneo e Médio Oriente.

 

Publicou três livros de poesia, cinco novelas (a mais recente em Junho deste ano), uma peça de teatro e um livro de aforismos acerca da América (EUA). O seu primeiro livro de poesia venceu o Prémio Teixeira de Pascoaes em 1997 e a sua segunda novela arrebatou o primeiro Prémio José Saramago em 1999. Recebeu uma bolsa de criação literária do Ministério da Cultura para escrever a sua terceira novela e uma outra da Fundação Oriente, para viver três meses em Macau e escrever a sua quarta novela (inserido no mesmo projecto que levou o escritor brasileiro Bernardo Carvalho à Mongólia e a escrever esse livro homónimo). Colaborou em revistas de vários países e há estudos acerca da sua obra em Portugal, Espanha, França e Brasil.

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Sábado, 17.09.11

Televisão, jogo, notebook? Não? Um livro a ser lido...será?




As comunidades de leitores

 

Isabel Coutinho

 

O filósofo Pierre Lévy acredita que, no futuro, a grande maioria dos livros será lida em “tablets” ou em aparelhos como o Kindle da Amazon, por causa da “possibilidade de interactividade”. Bob Stein, o director do Institute for the Future of the Book, acredita que a verdadeira transformação está a chegar fora do mercado editorial, principalmente do mundo dos jogos electrónicos.

 

“As editoras terão de seguir este exemplo para aprender como integrar diferentes formas de média -não apenas adicionar fotos, vídeos e áudios aos textos -, e como lidar com comunidades de leitores. A indústria dos jogos já sabe muito bem como fazer isso”, disse ao jornal “O Globo”. Deu como exemplo o jogo on-line “World of Warcraft”, que conseguiu ter mais de 12 milhões de assinaturas por mês. “Talvez o futuro da literatura esteja em autores que criam um mundo a ser habitado pelos leitores, que dentro deste universo escrevem suas próprias histórias”, acrescentou, dizendo que não ficará surpreendido se uma empresa de jogos comprar uma grande editora nos próximos dez anos.

 

Bob Stein tem agora uma nova empresa, a SocialBook Inc, que está a trabalhar na melhor maneira de juntar o mundo dos livros com as comunidades de leitores. Na sua opinião, serão as discussões à volta dos livros que passarão a ter valor e será para ter acesso a isso que os leitores pagarão no futuro. O conteúdo poderá passar a valer muito pouco; as pessoas vão pagar é pelo contexto e pela comunidade à volta desse conteúdo, defende. O Institute for the Future of the Book, de que é director, criou, em 2008, o Golden Notebook Project.

 

Um grupo de sete mulheres (escritoras e jornalistas britânicas e norte-americanas) leu na Internet o livro “The Golden Notebook”, da Nobel da Literatura Doris Lessing; ao mesmo tempo que o lia, colocava notas nas margens. Tudo se passava em ambiente “web”. Quem se ligava ao “site” conseguia ler o que estava nas margens do livro, ter acesso a um blogue e a um fórum de discussão. Bob Stein está agora a preparar novos destes exemplos.

 

A dar importância às comunidades de leitores está também a Amazon, que acaba de abrir a sua loja on-line em Itália (depois de aberturas nos EUA, Reino Unido, Canadá, Alemanha, China, Japão, França) e terá outra no Brasil. Há dias, lançou uma rede social associada ao Kindle, o seu aparelho para leitura de livros electrónicos. Para aceder basta entrar no “site”, fazer uma inscrição e passamos a ter acesso aos nossos livros, às partes sublinhadas e às notas que fomos fazendo durante a leitura. É possível classificar (até cinco estrelas) e fazer recensões, bloqueando ou tornando públicos estes conteúdos. Podemos seguir outros leitores tal como acontece no Twitter e ser seguidos. Os nossos perfis no Twitter e no Facebook podem ser integrados na rede social do Kindle e assim sabemos o que os nossos “amigos” leram, andam a ler ou esperam ler no Kindle.

 

E falta a melhor parte: encontrar novos amigos com base nas obras que fazem parte da nossa biblioteca e das deles.

 

Isabel Coutinho - Publicado no blog Ciberescritas

 

isabel.coutinho@publico.pt

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Terça-feira, 30.08.11

A perda

 

 

Ausência do amigo, do autor, do visionário - Walmor Bergesch

 

 

 

Hoje, dia 29 de agosto de 2011, dia tempestuoso, frio e úmido em Porto Alegre RS Brasil, foi o dia da perda do grande amigo, do escritor e do criativo visionário que transformou a televisão contemporânea brasileira. 

 

O visionário que participou ativamente das equipes pioneiras que criaram três grandes emissoras de televisão, que revolucionou suas tecnologias, que introduziu as imagens em cores no Brasil, que imaginou e criou condições objetivas para a implantação de uma rede regional de televisão, que criou canais segmentados e comunitários de tevê, que estruturou a primeira grande rede nacional de televisão a cabo e escreveu o livro OS TELEVISIONÁRIOS contando a saga dos criativos profissionais (nomeando  e identificando a todos eles) e conjugando dessa maneira o seu livro sempre na primeira pessoa do plural.

Saudações e saudades, generoso e leal amigo.

 

Imagem do autor: Tania Meinerz 

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Quarta-feira, 24.08.11

Mensagem ao pai

Carta ao prefeito de Jaguarão, Sr. Claudio Martins

 

"Caro amigo,

 

A data de hoje reveste-se de especial significado para todos nós. Jaguarenses ou não, familiares do homenageado ou não, estamos sinceramente agradecidos por tudo. No meu caso particular, convivo com Jaguarão e com Schlee há 48 anos.

 

Cresci guri nas casas dessa cidade, despertei para o patrimônio nas ruas de Jaguarão. Em Pelotas, me formei e acompanhei e feitura dos livros de meu pai.

 

Saiba que eles não são escritos, mas exaustivamente pensados, detalhadamente construídos, cuidadosamente desenhados e, finalmente, registrados.

 

Contos que nascem de um universo literário particular, com limites culturais e espaciais definidos, e que abrange os homens que viveram ou que vivem por aqui. Deste lado, ou do lado de lá da ponte. Personagens de histórias reais, travestidas da mais pura e humana ficção. Histórias que, por isso mesmo, são universais. De Jaguarão para o resto do mundo!

 

A Jaguarão que sempre viveu em minha memória e no meu coração, agora é patrimônio de todo o povo brasileiro. Representa, portanto, parte do legado que o Brasil de hoje deixara para as gerações futuras. E é nesta mesma cidade histórica que, a partir de hoje, existirá uma rua denominada Uma terra só. Na nossa Jaguarão e na de meu pai. Preservada como Aldyr Garcia Schlee sempre desejou.

 

Não deixa de ser significativo tratar-se de uma simples via, que nasce em Jaguarão, que mergulha no rio, que emerge em Rio Branco e que tem como horizonte o Uruguai. Sendo ela mesma infinita e uma bela peça de ficção! Uma terra só é uma rua, curiosamente, sem portas! Como que sugerindo um mundo sem fronteiras e sem propriedades. Também como Aldyr Garcia Schlee sempre sonhou e lutou.

 

Caro Prefeito, parabéns pelo conjunto de iniciativas! (dê um forte abraço em meu pai!)

 

Andrey Rosenthal Schlee

Diretor do Departamento de Patrimônio Material e Fiscalização do Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN)

Brasília, 20 de agosto de 2011."

 

 

 

 

 


 

Imagem: Fotografia de Fabio Galli (MALG / UFPel)

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Segunda-feira, 22.08.11

O sobrado

Desde a Casa do Barão

(ou A ruazinha Uma terra só)

 

João Félix Soares Neto

 

 

 

Nós nos sentimos lá dentro, no andar de cima da Casa do Barão. Com o risco de incorrer num critério meramente saudosista, consideramos que as duas ou três lojas do térreo – onde realmente estivemos – representam uma afrontosa ocupação.

 

Então é de se inventar, também, que nos abrira a porta um encarregado, homem encarquilhado, baixo e extrovertido. Tão falante que, já ao pé da escadaria de cedro, gesticulando com as chaves na mão, enaltecia os antigos fidalgos que, por mais de meio século, habitaram o casarão; e que, quando lhes convinha, em vez daquela escada, subiam pelo elevador – uma engenhoca (talvez de pau e ferro), com roldanas e cordas puxadas por escravos.

 

É de se supor, ainda, que lá dentro do sobrado restara um penumbroso vazio em que o bodum úmido do tempo tresandava das tábuas do assoalho e do teto; da escaiola, surpreendentemente conservada; e dos lustres de bronze que, por sorte, ninguém ousara desmontar.

 

A Casa das Sete Torres e a Casa do Barão. Ocorre-nos assim, por cotejo, a decadência da nobreza rural – que Hawthorne, em seus escritos de Boston, tão comovidamente descreveu e que, com bastantes coincidências, representa um fato universal: o loteamento costumeiro das antigas e aristocráticas mansões. A cidade é romântica, por si mesma E, no momento, nossa alma é suscetível desta síntese: a beleza triste e melancólica do sobrado. A observação distraída dessas ruas e dessas casas – algumas do século XIX –, a par do encantamento e da compreensão história, atiça a curiosidade.

 

Quem foi o Barão? Seus traços provavelmente quedaram nas sombras. Aquele ali, o da ponte histórica, chamava-se Mauá.

 

Quando objetivo, o interesse poderá ser contentado pela sondagem perseverante de um historiador. Mas cabe suspeitar que a expectativa muitas vezes se arrefeça com a correção da pesquisa. Além do que, o tom adequado para simbolizar a história desses casarões descuidados é justamente o mistério de seus personagens. O declínio da era rural. Cabe admitir que suas peculiaridades se tornem propulsoras de tantas e assombrosas conjeturas. Que o destino mudara o sítio de transcendência dos senhores que viveram nessas casas. Que muitos de seus descendentes estejam aqui. Que outros cruzaram a ponte velha e escultural, motivados por consórcios, partições, ou novos confortos. Pois há mais, há sempre mais.

 

Existe este horizonte raso, que parece sublinhar a similitude geográfica e definir linearmente entre os viventes dos dois lados uma afinidade anímica quase segredosa – como a afinidade dos que se gostam e que a distinção dos idiomas só consegue sublimar. Ocorre-nos, lembrando o relato histórico e romanceado de Aldyr Garcia Schlee, que o castelhano Fructuoso Rivera – o Don Frutos – nos meados do século dezenove, sentiu-se em casa aqui em Jaguarão, enquanto se revigorava para reassumir o poder na banda oriental desta terra sem limites.

 

Pois lá dentro do sobrado – onde pensamos estar –, ao escancarar-se na imaginação do abandono, a vetusta janela emoldura a vista desta solene ruazinha de pedras, deste antigo mercado, deste posto de saúde e deste céu fraternal que açambarca ainda um trecho do rio – que percorre o tempo celebrando a unicidade do pampa – e acaba naquela tira de campo arborizado que já é do Uruguai.

 

E então, um de nós três visitantes, que somos cúmplices dessas esparsas especulações da realidade e de tantas fantasias – que são razoáveis, considerando-se o pertinente desfecho de certas tradições – imaginou o parecer de outro forasteiro, que estaria perto de nós:

 

O escritor jaguarense tem sortidas razões.

 

Essas fronteiras demarcadas por alambrados e rios são convenções carentes de sentido. E a paisagem que ora se descortina é realmente – na nitidez dos sentimentos – a paisagem de uma terra só. Uma terra só. O livro denomina, agora, esta rua curta que pode ser plenamente avistada pelos fantasmas do casarão. Não se trata de mera homenagem de reconhecimento, senão que um anelante propósito de alcançar todos os significados que transcendem este nome: Uma terra só. Nada mais caberia dizer.

 

Mas a curiosidade é impaciente e teimosa: que será da Casa do Barão? Admite-se, por hora, prescindir da resposta, porque o foco é o batismo da rua. Mas, amanhã ou depois – como se deu hoje com o fim do anonimato deste estreito e solene caminho de pedras –, aquele sobrado gris haverá de celebrar algo também importante: o desfecho de seu abandono.

 

João Félix Soares Neto

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Sexta-feira, 19.08.11

O dia da rua e do livro

 

Dia 20 de agosto - Rua Uma terra só

 

 

 

Imagem: Marcelo Freda Soares

 

 

 

Lançamento do livro Uma terra só 

 

 

 

Imagem de capa: fotografia de Marcelo Freda Soares

 

Lançamento do livro Contos de Verdades

 

 

 

Imagem de capa: fotografia de Gilberto Perin

 

Livraria Contexto - Jaguarão - 17horas, (sábado) na Casa de Cultura de Jaguarão.

 

 

 

 

Em breve, durante o mês de setembro:

 

 

Lançamento da reedição do premiado livro Contos de futebol

 

 

 

 

 

 

 Imagem de capa: fotografia de Gilberto Perin

 

 

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Quinta-feira, 11.08.11

A lenda dos jaguarões

As grandes onças brabas

 

Aldyr Garcia Schlee

 

Dizem que ali, para lá daquela volta do Jaguarão, lá adiante, nas barrancas, viviam as grandes onças brabas – metade tigre, metade peixe – que deram nome ao rio. Eram como sereias, com os seios, o jeito, o encanto de mulher. Talvez ocultassem sob a água o mistério de suas escamas de prata e de suas caudas ondulantes; mas não tardavam em revelar, na agudeza das garras, a voracidade de suas entranhas de fera.

 

Conta-se que elas atraíam e seduziam a gente com tal fascínio e encantamento que jamais qualquer um de nós pôde perceber que fora arrastado até ali a ponto de perder o coração. Conta-se que as grandes onças brabas comiam só o coração de suas vítimas.


Nas esplêndidas noites de lua, nas preguiçosas tardes de mormaço, nas resplandecentes manhãs de garoa com sol – em épocas de jasmim e flor de laranjeira – aqueles jaguarões deslumbravam e enfeitiçavam as pessoas apenas para comer-lhes os corações; só o coração. Conta-se que nunca ninguém teve memória para lembrar que fora vítima das grandes onças brabas.

 

Os que um dia se sentiram chamados para o rio, que serenamente entraram pelas águas e inadvertidamente se entregaram às garras das feras, ofuscados pelo brilho das curvas e subjugados pelo encanto feminino daqueles seres fantásticos – os perdidos de amor – estes deixaram ali o coração sem se darem conta disso e de tudo o mais.

 

Há quem diga que a história dos jaguarões não passa de lenda, até porque não resta por aí uma só lembrança das grandes onças brabas; jamais alguém admitiu ter sido atacado por elas; nunca ninguém cometeu a loucura de pretender provar a existência desses entes extraordinários que viviam no rio. Houve quem dissesse que tal lenda teria sido inventada em outros tempos pelos jesuítas e divulgada e aceita por aqui como remate dos primitivos rituais de iniciação dos índios, ao simbolizar na perda do coração o fim da pureza do amor e, assim, o risco da tentação, da traição – de tudo que é proibido e pecaminoso.

 

Houve quem dissesse que lenda não há, nem nada. E que, desdobrando-se um rosário de prostíbulos à beira do rio, era fácil imaginar ali mesmo na praia, tentadoras e humanamente renascidas, as grandes onças brabas – com as quais deixávamos a inocência de nossos corações, descobrindo, nos perigos da noite e nos riscos da clandestinidade, o carinho comprado e a ausência de afeto.

 

Eu vos digo, em verdade, que nada sei de maravilhas embora trema ao falar de jaguarões. Talvez eu também seja daqueles que não tenham se dado conta de mistérios, que não guardem lembrança de milagres, que não se animem a comprovar magias. Mas, cada vez que venho aqui, sei que perco um pouco o coração; e que, no entanto, saio redivivo. Por tudo, prefiro contar histórias que me contaram como verdadeiras: os meus Contos de Verdades.

 


 

A.G.S. 

Ilustração: Xilogravura de Leandro Barrios

 

Contos de Verdades ©Aldyr Garcia Schlee, edições ardotempo 2011 

 

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Quarta-feira, 10.08.11

Fotografias e livros no Museu

 

MALG  SESC

Gilberto Perin e Aldyr Garcia Schlee

 


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Terça-feira, 09.08.11

Recital AVE, FLOR em Passo Fundo RS Brasil

Estreias

 

 

 

ARTESESC convida:

 

Exposição e Recital AVE, FLOR

SESC Passo Fundo Recital 13 de agosto de 2011 - 20h (sábado)

 

Exposição de 09 de agosto de 2011 a 28 de agosto de 2011

 

De segundas-feiras aos sábados, das 9h às 20h30

 

Aquarelas botânicas de Anelise Scherer e poemas de Cleonice Bourscheid

Curadoria de Alfredo Aquino

 

SESC Passo Fundo

Organização: SESC RS

Avenida Brasil, nº 30

Passo Fundo RS Brasil

 

Agendamento: 51 37 41 56 68

 

PARTE I

 

 

Música de Fernando Lewis de Mattos

sobre poemas do livro Ave, Flor de Cleonice Bourscheid

 

SUÍTE FLORAL

 

Três canções para soprano e viola caipira

 

I. Árvore-da-felicidade (estreia)

II.Canoinha (estreia)

III. Rabo-de-gato-vermelho (Unha-de-gato) (estreia)

 

Soprano: Luciana Kiefer

Viola: Fernando Lewis de Mattos

 

I. “Poética” II.

“Lírios” III.

“Asa de Anjo (Flor-do-céu)” IV.

“Mal-me-quer”

V. “Lição de poesia”

 

Soprano: Deisi Coccaro

Viola: Fernando Lewis de Mattos

 

PARTE II     TRIBUTO À NATUREZA

 

1. O Acalanto da Rosa

Música: Claudio Santoro

Poema: Vinicius de Moraes

 

2. Edelweiss

Do Musical A Noviça Rebelde

Música: Richard Rodgers

Letra Original: Oscar Hammerstein II

Versão brasileira: Claudio Botelho

 

3. Andorinha da primavera

Música: Carlos Maria Trindade

Letra: Pedro Ayres Magalhães

 

Soprano: Clarice Bourscheid

 

1. "Róseas flores da alvorada" (Modinhas Imperiais)

Recolhidas e organizadas por Mário de Andrade

Música e Poesia: Anônimo

 

2. "A Primavera" (Dois epigramas - N.2)

Música: Lorenzo Fernandez

Poesia: Luiz de Andrade Filho

Data: 1925

 

3. "Canção da primavera"

Música: Dimitri Cervo

Poesia: Mário Quintana

Data: 2001

 

Soprano: Luciana Kiefer

 

Quarteto Cordas UNISINOS

Geraldo Moori, Alyson Kestering Wendhausen Caroline Malinski Argenta e Pedro Ludwig

Arranjos: Alexandre Ostrowski

 

FINAL

 

1. "Flor-de-São-João" (estreia)

Música: Fernando Lewis de Mattos

Poesia: Cleonice Bourscheid Data: 2011

Sopranos: Clarice Bourscheid, Luciana Kiefer e Deisi Coccaro

Viola: Fernando Lewis de Mattos

Quarteto Cordas UNISINOS

Arranjo: Alexandre Ostrowski

 

 

publicado por ardotempo às 20:28 | Comentar | Adicionar

Livro, fotografias e textos

Luiz Antonio de Assis Brasil

 

Futebol

 

Cabe celebrar aqui Camisa Brasileira, uma obra cúmplice do fotógrafo Gilberto Perin e do escritor Aldyr Schlee, a que se somaram um depoimento de João Gilberto Noll e o trabalho de um editor – e poeta – sensível, Alfredo Aquino e sua ardotempo.

 

É um livro sobre o Grêmio Esportivo Brasil, de Pelotas. O que poderia ser uma peça de ardor clubístico, transforma-se numa reflexão sobre o ser humano. A arte soberba de Gilberto Perin seguiu parte da campanha do Brasil no ano passado, entre vitórias e derrotas, momentos de desânimo e euforia. Os protagonistas são os próprios jogadores, captados em diferentes vestiários e túneis. Os jogadores não são identificados. O fotógrafo capturou suas imagens e dividiu-as em secções que indicam os elementos que perpassam os vestiários: a preparação do jogo, a fé religiosa dos atletas, a dor, a solidão dos expulsos de campo.

 

O capítulo da fé impressiona: são pequenas imagens de santos, galho de arruda atrás da orelha, Jesus Cristo e Iemanjá, rezas coletivas. Já a preparação mostra a indigência de alguns vestiários, com suas duchas de plástico, azulejos faltantes, paredes cobertas de mofo. A glória das vitórias e o desalento das derrotas constituem uma das partes mais dramáticas – mas ambas se parecem, em seus efeitos psicológicos: choros e abraços.

 

Costurando as fotos e dando-lhes uma identidade única, está o texto de Aldyr Schlee, escritor de Contos de Futebol e, cabe repetir sempre, criador do uniforme da seleção canarinho. É dele esse resumo impecável: o vestiário “é um mundo fechado e interdito de onde os homens saem mudos e deslembrados; de onde, logo, já não se sabe e não se diz o que se viu ou se ouviu; de onde, depois de tudo, já não se recorda o que se fez ou o que se deixou de fazer”.

 

O depoimento de João Gilberto Noll comove também pela síntese, capturando o instante sem tempo das fotos: “Vemos jogadores em um campeonato de segunda divisão num intimismo viril, nos toscos vestiários, alguns ensaboados debaixo dos chuveiros, entre confidências discretas, surdos palpites talvez”. A apresentação de Alfredo Aquino é um sumário que revela: “O que vemos neste livro está antes do apito inicial e logo após o apito final, ou seja, sem a competição, sem a luta e sem o lúdico...” E podemos completar: trabalhado com esmero e paixão, uma obra de arte superior.

 

Luiz Antonio de Assis Brasil - Escritor

publicado por ardotempo às 17:07 | Comentar | Adicionar
Segunda-feira, 25.07.11

Um livro, uma rua

 

Em breve, um livro. No mesmo dia, uma rua.

 

 

 

 


publicado por ardotempo às 22:08 | Comentar | Adicionar
Segunda-feira, 04.07.11

Segredo nos vestiários - As fotografias de Gilberto Perin

 

Lançamento HOJE - 19h - Livraria Cultura

 

 

 

 

 


publicado por ardotempo às 12:55 | Comentar | Adicionar
Sábado, 02.07.11

CAMISA BRASILEIRA - 4 de julho - Porto Alegre

 

 

Lançamento do livro CAMISA BRASILEIRA na Livraria Cultura - Porto Alegre - SEGUNDA FEIRA

 

Convite a todos os amigos deste blog e dos autores do livro: Gilberto Perin, Aldyr Garcia Schlee e João Gilberto Noll.

 

 

 

 

 

 


publicado por ardotempo às 13:51 | Comentar | Adicionar
Terça-feira, 28.06.11

Sexta-feira 1º de julho - Dia de CAMISA BRASILEIRA

Lançamento do livro no Museu do Futebol em São Paulo

 

Convite a todos os amigos deste blog e dos autores do livro: Gilberto Perin, Aldyr Garcia Schlee e João Gilberto Noll.

 

 

 

 

 


publicado por ardotempo às 12:24 | Comentar | Adicionar
Sexta-feira, 24.06.11

As imagens contam

 

Livro de Arte Fotográfica de Gilberto Perin

 

 

 

  

 

 

publicado por ardotempo às 19:23 | Comentar | Adicionar
Terça-feira, 21.06.11

Jogo da bola

A intimidade virou arte

 

Luísa Roig Martins

 

 

 

 

Com as lentes de uma câmera fotográfica, Gilberto Perin pôs seus olhos onde os de mais ninguém já haviam chegado. Registrou, em imagens, um Brasil de Pelotas fora do campo de futebol e da visão comum da torcida. Pois é lá, nos bastidores dos estádios, que os jogadores expressam suas angústias, discutem táticas, comemoram bons resultados e, em um dos momentos mais íntimos e pessoais, rezam.

 

Como um ser invisível, o fotógrafo acompanhou o elenco xavante por quase quatro meses, no ano passado, durante a disputa da Segunda Divisão Gaúcha. O resultado: a exposição e o livro intitulados Brasil – Camisa brasileira, este último com inserções textuais de Aldyr Schlee e João Gilberto Noll. À venda nas livrarias Vanguarda e Mundial (em Pelotas RS), a obra tem o selo da edições ardotempo, a mesma do livro Don Frutos, de Schlee.

 

Em Pelotas, o lançamento será simultâneo à inauguração da mostra, no dia 18 de agosto, no Museu de Arte Leopoldo Gotuzzo (MALG). A curadoria é do escritor e artista plástico Alfredo Aquino. Antes disso, porém, o trabalho será apresentado no Museu de Futebol, em São Paulo, e em Bagé, ainda sem local definido, a partir do dia 13 de julho.

 

 

O projeto foi concebido por Perin como uma forma de resgatar o antigo hábito de documentar o que ocorria nos vestiários – locais aos quais, hoje em dia, nem mesmo a imprensa especializada tem acesso. “Antigamente, no intervalo e ao final das partidas, os repórteres de rádio transmitiam o som dos vestiários. Era direta a emoção expressiva dos jogadores, falando após as vitórias ou derrotas. E poeticamente, esse era um mundo que me interessava: os bastidores, essas coisas que não estão na parte da frente”, comenta o fotógrafo. Perin deu o primeiro passo: garantir a autorização do então presidente do clube rubro-negro, Helder Lopes. “Em função de sua proximidade com Schlee, que fez esse intermédio, ele topou. Eu queria fotografar um time batalhador. E ainda dei a sorte de trabalhar com um clube chamado Brasil, o que deu um significado muito maior ao projeto”, diz. Mas como deixar os atletas à vontade frente a presença de alguém que, mais do que “alheio” à equipe, apontava a ela suas lentes? Antes de qualquer atitude, uma conversa com os jogadores foi fundamental para explicar que ele não era nenhum tipo de espião. “Pois há outros tipos de intimidade além da física. É lá que eles definem estratégias de jogo, por exemplo”, aponta. Depois, fez o alerta: sempre que alguém não se sentisse à vontade com sua presença, era só levantar a mão e ele pararia de clicar. “Mas nenhum deles fez isso, em momento algum”, conta.

 

Durante todos os meses em que acompanhou os vestiários, Perin quase não conversou com os atletas. “Eu não queria interferir na cena. A intimidade foi criada pela não-intimidade”, define. As fotos de nudez, publicadas semana passada em galerias na web, chamaram a atenção dos internautas, mas representam menos de 5% do total de cliques. No total, são 50 fotos na exposição em 110 no livro, distribuídas em 114 páginas. “E a diversidade entre os próprios jogadores engrandeceu o ensaio. Naquele elenco, havia representantes de dez estados brasileiros”.

 


 

Se o vestiário é um mundo com o qual os torcedores fantasiam, Perin buscou expôr a bela natureza de um ser que vibra, sofre e se emociona. Humanizou o futebol de sentimentos que ninguém vê. “Este não é um livro sobre o centenário do clube. É um livro sobre bastidores. E me sinto privilegiado em ter as escritas de Schlee e de Noll. São duas feras. Eles deram consistência à obra”, afirma.

 

Livro Brasil – Camisa Brasileira

edições ardotempo

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Saiba mais

 

Gilberto Perin (fotógrafo, diretor de cena, roteirista e jornalista) – www.gilbertoperin.com

 

 

 

Luísa Roig Martins - Publicado no Diário Popular - Pelotas

 

 

 

 

 

publicado por ardotempo às 19:01 | Comentar | Adicionar
Segunda-feira, 20.06.11

Coquetel com griffe: Caipirinha do Bar Veloso

Museu do Futebol (SP) Camisa Brasileira - no Estádio do Pacaembu

 

Lançamento nacional: dia 1º de julho.

 

Fotografias dos bastidores de um futebol que ninguém vê Camisa Brasileira é um conjunto de imagens originais que o fotógrafo Gilberto Perin captou ao acompanhar, ao longo de vários meses, o vestiário de um clube de futebol em jogos oficiais da segunda divisão.

 

Os bastidores de um futebol que ninguém vê é o tema do livro que será lançado no Museu do Futebol, no Estádio do Pacaembu (Praça Charles Miller, s/nº fone 55 11 3664-3848), dia 1º de julho, sexta-feira, às 19 horas, com a presença do fotógrafo e do escritor Aldyr Garcia Schlee (também o criador da camisa “canarinho” da seleção brasileira). No auditório do Museu do Futebol ocorrerá uma conversa do fotógrafo e do escritor, com o público presente.

 

Esse projeto de Gilberto Perin é um ensaio com 110 fotografias captadas nos vestiários do futebol da segunda divisão do futebol gaúcho, acompanhando o Grêmio Esportivo Brasil (Pelotas-RS). As fotos revelam a alegria, dor, a religiosidade, o drama dos expulsos e machucados, apresentando imagens que hoje são inacessíveis para torcedores e a Imprensa.

 

Nesse livro não há imagens de craques renomados - diz o escritor Aldyr Garcia Schlee. “Aqui há o anonimato de jogadores de futebol do interior do Brasil que dependem do resultado de cada jogo para a própria sobrevivência.

 

Camisa Brasileira é um lançamento de edições ardotempo. No coquetel de lançamento haverá a inconfundível griffe da caipirinha do Bar Veloso.

 

 

 

 

 


publicado por ardotempo às 17:35 | Comentar | Adicionar

Sorteio no Blog Verdes Trigos

 

 

Lançamento: Livro CAMISA BRASILEIRA, edições ardotempo

 

Sorteio dia 2 de julho

 

 

 

Promoção: Serão sorteados dois exemplares de “CAMISA BRASILEIRA” em 2 de julho: um para os fãs de VerdesTrigos no facebook e um para os seguidores twitter do @VerdesTrigos que derem RT a seguinte frase:

 

“Sigo @VerdesTrigos, quero ganhar “CAMISA BRASILEIRA” (#sorteio), lançamento das edições @ardotempo(http://kingo.to/Gas)”

 

Promoção no Facebook: http://sorteie.me/facebook/compartilhar.php?id=2312

 

Livro de arte em grande formato (22 cm x 28 cm) Edição de luxo - Fotografias de Gilberto Perin – 110 imagens Textos de Aldyr Garcia Schlee e João Gilberto Noll edições ardotempo Fotografias (110 imagens a cores e preto&branco a quatro cores) e textos sobre os bastidores do futebol. Um olhar sobre o futebol que ninguém mais vê. O universo secreto dos trabalhadores do futebol.

 

Verdes Trigos

publicado por ardotempo às 17:25 | Comentar | Adicionar

Editor: ardotempo / AA

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