Más allá de "El Sur", de Jorge Luis Borges
José Maria Del Rey Morató
Veinticinco años han pasado de la muerte del escritor, ocurrida el 14 de junio de 1986 en Suiza.
Esta vez lo recordamos con su cuento “El Sur” (Ficciones. 1944). La primera vez que leí “El Sur” me gustó mucho, aunque había cosas que se me escapaban. Más tarde, a medida que iba sabiendo algo más de ese cuento y de su autor, empecé a entender un poco más, como si las sucesivas capas de conocimientos de por aquí y de por allá me fueran aclarando el panorama.
Supe que el cuento mechaba cosas inventadas con otras que en efecto le habían sucedido Borges en su vida real. Supe de la convivencia del autor con una tensión interna que derivaba de ascendencias familiares que influían en su personalidad y que también está presente –esa influencia, como conflicto–, en gran parte de su obra literaria y en muchas de sus opiniones públicas sobre sus compatriotas, sus hábitos culturales, su idiosincrasia y demás. “El Sur”, en definitiva, me parece un gran cuento.
Su historia comienza en Buenos Aires en 1939. Una tercera persona del singular narra la acción: desembarcó, se llamaba, era, se sentía. El narrador sabe todo del protagonista y de los personajes. El tiempo verbal elegido por el autor es el pasado: tiene que ver con el peso de sus antepasados en su conciencia y en su identidad, con el mito del coraje que también viene del tiempo de antes y, por fin, con ese lugar –“el Sur”– que es el símbolo de esa memoria criolla tan fuerte.
El protagonista es Juan Dahlmann, nieto de un pastor de la iglesia evangélica, Johanes Dahlmann, abuelo paterno que desembarcó en Buenos Aires en 1871. Juan Dahlmann “secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba” representa al autor, cuyo abuelo materno es Francisco Flores, que murió en la frontera de Buenos Aires “lanceado por indios de Catriel”. El abuelo materno de Borges se llamaba William Haslam y era pastor metodista; y el abuelo paterno fue el coronel Francisco Isidro Borges, montevideano, que murió en combate.
Ahí están las dos ascendencias, los dos linajes, las dos fuertes tendencias que se agitan en la mente y el ánimo del autor: por una parte, la civilización, la cultura, el protestantismo, la raíz europea, los libros; y por la otra, el coraje, la violencia, las revoluciones, los militares, los indios, el puñal, el coraje: en otras palabras, la barbarie. Lo notable, en el caso de Borges, es que esa contradicción o dicotomía que se manifiesta como algo familiar y personal de un escritor, no es ajena a tendencias que laten, desde hace siglos, en el seno de las sociedades rioplatenses. Borges las recoge, las obliga a convivir bien o mal y las saca a caminar como se puede por los pagos que siempre quiso tanto.
El protagonista del cuento, Juan Dahlmann, es la máscara detrás de la cual está el autor, Jorge Luis Borges.
Teniendo presente al Borges real, puede entenderse que las cosas que le suceden a Dahlmann y sus propias decisiones individuales simbolizan algunos rasgos del destino de su país. Ante los dos caminos que sus antepasados le proponen, Dahlmann elige el de la cultura, la civilización, lo europeo, mientras que la circunstancia, el destino, su país le reclaman, le exigen, que se haga cargo también de lo criollo, la barbarie. Al final el protagonista acepta la eventualidad de su muerte trágica en una exhibición de violencia que admira aunque en verdad no le va: una pelea en la campaña, facón en mano, a la manera criolla.
No importa que la pelea no sea parte de la realidad de su viaje al Sur, sino en cambio y señaladamente una parte decisiva de su ensoñación, de su memoria, de la memoria de todos los que hacen posible la Argentina de ayer y de siempre. Estas cosas –una pelea criolla en un sueño– suceden, y cuando la responsabilidad de que ellas pasen en los cuentos es de Borges, esas cosas –más allá de «el Sur» de los sueños– siguen viviendo quizá para siempre.
José María del Rey Morató - Uruguay
Publicado por Jornalista Vaz
Imagem: El Sur, Desenho de Joaquín Torres Garcia