Quarta-feira, 14.09.11

Cultura ainda vale algo para alguns...?

La cultura... ¿salvavidas de Europa?

 

J. M. Martí Font

 

 

 

"El futuro de Europa depende de la cultura", aseguró el pensador polaco Zygmunt Bauman en la inauguración en Wroclaw del Congreso Europeo de Cultura que Polonia organiza con motivo de ostentar, por primera vez, la presidencia de turno de la Unión Europea. "El mundo", añadió, "se está transformando en un mosaico de diásporas, en un archipiélago de culturas".

 

Un archipiélago que, según él, al tiempo que aportan riqueza pueden crear una incomunicación babélica; por eso el escritor y pensador polaco abogó por invertir en sistemas de traducción que permitan confeccionar lo que llamó una "nueva biblioteca de Alejandría". Hay que empezar a dejar de pensar en la cultura como en "una isla autónoma dentro del marco social", señalaba ayer en el mismo sentido el abogado y lobbista cultural Philippe Kern. "En estos momentos hay que situarla en el centro del discurso social y económico de la nueva sociedad", añadía, "y no solo porque actualmente la industria cultural proporciona millones de empleos y supone una parte importante del PIB, ni tampoco porque cuando China quiere desarrollar una economía creativa viene a Europa en busca de talento, sino porque aunque no nos demos cuenta, es nuestro principal recurso económico, como lo sería el petróleo para otros".

 

"Cuando hablamos de innovación", añadió, "pensamos que solo procede del campo de la tecnología, cuando en realidad es el campo de la tecnología el que bebe de las ideas y tendencias que surgen del campo de la cultura". "Hay que atraer artistas a las empresas, para que con su mirada ofrezcan alternativas", añadía.

 

La cultura, además, tiene una dimensión añadida: crea solidaridad entre la gente y esto es lo que ahora necesita Europa. Hubo ayer, en Wroclaw, quien insistió en separar o al menos delimitar los conceptos de cultura y arte, aunque tampoco faltaron quienes lo querían difuminar. Para el profesor de Economía de la Cultura de la Universidad de Venecia, Pier Luigi Sacco, las nuevas tecnologías nos permiten llevar encima un entero estudio cinematográfico en un ordenador portátil que no sólo nos ofrece la posibilidad de crear, sino de saltarnos la figura del intermediario y -más importante- producir arte sin necesidad de retornos económicos para financiarlo. No pensaba lo mismo el director de la Kunsthalle de Viena, Gerald Matt, para quien una cosa es la cultura y otra muy distina el arte que realiza a título individual una persona. Matt apuntó una interesante paradoja para estos tiempos de crisis y deuda, cuando la fiscalidad está sobre el tapete y las grandes fortunas apuntan a un reforzamiento de los mecenazgos en el modelo de Estados Unidos.

 

"El dinero que llega a las instituciones", dijo, "es igualmente público, tanto si llega del Estado a través de los impuestos como si procede de donaciones privadas que, finalmente, son deducciones fiscales y por consiguiente impuestos. En este último caso sucede que es el individuo en cuestión quien decide a qué dedicar los fondos y cómo gastarlos, con criterios personales y en ocasiones muy banales o volubles. Personalmente prefiero que sea el Estado que lo reparta porque tiene una mayor continuidad y neutralidad".

 

El fotógrafo Oliviero Toscani, maestro de la provocación, no comulgó con nadie: "el Estado es un estorbo", dijo, "una máquina de mediocridad gestionada por burócratas a quienes la creación artística, que por definición es subversiva, les parece un anatema". Zygmunt Bauman, que ha escrito especialmente para este congreso el ensayo Cultura en el líquido mundo moderno, en el que Polonia se reivindica como la potencia cultural de la Europa del Este, adoptó la figura del viejo sabio que reivindica. Ante el presidente polaco Bronislaw Komorowski y otras autoridades, en el Centennial Hall, un edificio emblemático en la historia de la arquitectura construido a principios del siglo XX por el arquitecto Max Berg, Bauman pidió a los asistentes que dejaran de ver la televisión durante los cuatro días del congreso para no contagiarse del pesimismo. También reclamó la herencia cultural europea como la mejor arma para salir de la crisis.

 

Enlazando con el eje sobre el que Polonia ha articulado su presidencia, el de la diversidad, Bauman ció a Gadamer recordando que la diversidad es el mayor tesoro que Europa puede dar al mundo y a Steiner cuando asegura que el viejo continente morirá cuando deje de prestar atención a los detalles. En una ciudad emblemática como Wroclaw, que ha sido bohemia, polaca, alemana, parte del Imperio Austrohúngaro, prusiana, alemana y de nuevo polaca, y donde las cicatrices de la última guerra todavía son visibles, Bauman reclamó el viejo espíritu del Imperio Austrohúngaro, al que la ciudad, que entonces se llamaba Breslau, capital de Silesia, perteneció. De cómo los tiempos han cambiado desde la última guerra que supuso la expulsión de los ciudadanos alemanes y la llegada de polacos procedentes de la parte oriental del país que ganó Bielorrusia, da fe esta anécdota relatada por el alcalde de Wroclaw. A mediados del siglo XIII, los invasores mongoles llegaron a la ciudad, la destruyeron y la saquearon, aunque no pudieron ocupar el castillo. Recientemente, explicó, el embajador de Mongolia en Polonia visitó Wroclaw y en un acto oficial escuchó el relato de aquel bárbaro episodio. Cuando tomó la palabra, en lugar de ofenderse, dijo: "¿Qué importa quién ganó y quién perdió? Lo importante es que fue entonces cuando nos conocimos por primera vez".

 

J. M. Martí Font - Publicado em El País

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Sábado, 28.05.11

Ponto de fuga

Perspectiva

 

"Quando o sol da cultura está baixo, sobre a linha do horizonte, até  mesmo os anões projetam sombras enormes". Karl Kraus

 

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Domingo, 06.03.11

A cultura é seleção e escolha

Abstracciones, historias

 

Cees Nooteboom

 

Un día recibo una petición para escribir un texto sobre la cultura. La cultura es una abstracción hasta que se cuenta una historia y cada cultura tiene su propia historia. Entonces, ¿por dónde empezar? Puedo citar miles de cosas que en mayor o menor medida tienen una relación con la cultura: un cuarteto de cuerda, una lección de latín, una pila bautismal barroca, una máscara de teatro griego, un Alfa Romeo, una muñeca wayang, un traje de Brioni, un bar mitzvá, una estatuilla votiva de piedra de Jizo, un manuscrito de la Edad Media, una reverencia, una mezquita, un aguafuerte, un ordenador...

 

La inyección que produce la muerte a un condenado de una cárcel norteamericana ¿también es cultura? Y por tanto, ¿forma parte de la cultura norteamericana? ¿Y la sharia? ¿La campana que suena en la Bolsa? ¿El Gran Hermano? ¿El carnaval? ¿Un festival de la canción? ¿La ablación femenina? ¿Un duelo? ¿El himno vasco que suena cuando se entierra a un terrorista? ¿Los informes de la Segunda Cámara del Parlamento holandés? ¿La película sobre el Corán de Wilders? ¿Hay alguna cosa que no sea cultura? La "mala" cultura, ¿se inscribe igualmente en la cultura? Y la cultura que es radicalmente distinta, la que se siente como hostil, ¿es cultura a pesar de todo?

 

Si se quiere, se puede definir cultura, por analogía con la agricultura, como algo que ha crecido lentamente. O bien, si se observa el resultado, como algo que ha surgido así y por tanto de ningún otro modo.

 

Me gusta visitar los museos arqueológicos dondequiera que estén. Gracias a ello he constatado que el origen siempre está en el sílex, ya sea germano, coreano, azteca o de Kirguizistán. Me gusta mirar esos fragmentos de piedra que están en las vitrinas porque sé que nunca los reconocería si me los encontrara en un camino lleno de fósiles o en un sendero cubierto de grava y de piedras. Algo mucho peor les ocurre a los cuencos. Lo más probable es que al sílex y a las hachas le sucedieran los cuencos. El efecto que produce en mí el cuenco es el mismo que la impresión que le causó a Heidegger la jarra, un objeto ancho por abajo que se estrecha ligeramente en la parte superior y donde se puede guardar aceite, agua o vino. Pero eso está en el paso siguiente, en la próxima sala. Ahora, jarras y vasos están decorados con personajes, lo que les convierte en objetos más refinados y elegantes. Presentan historias mitológicas con sus dioses y sus héroes que han sobrevivido a los siglos posteriores, cuando ya ni creíamos en ellos y que son el cuadro de referencia de la cultura occidental. Musas, la Esfinge, Ulises, el dios Apolo, el Edipo en el que más tarde Freud encontraría su complejo, la Antígona que mucho tiempo después de Sófocles inspiraría a los pintores y escritores del Renacimiento, una fascinación que dura hasta nuestra época.

 

Los cuadros de Rubens y de De Chirico, las óperas de Haendel, la Ifigenia en Tauride de Goethe, las tragedias de Anouilh y Cocteau, el Orfeo de Monteverdi, las novelas de Vestdijk y de Joyce, todo ello está repleto de historias de hace cinco mil años. De igual modo cuentan las historias del Antiguo y el Nuevo Testamento. Job, Sansón y Dalila, Daniel en la fosa de los leones, la resurrección de Lázaro, la milagrosa multiplicación de los panes, las murallas de Jericó, la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, el combate con el ángel, todo ello pertenece desde hace siglos y en todas sus formas a la colección del arte occidental. El libro Movotapes, de A. F. Th., es impensable sin Apolo, de quien los cines y teatros toman su nombre y por eso ya nadie le conoce.

 

Aquel que presintió que el mismo fenómeno se produciría con el Dios de los cristianos era un hereje y a pesar de ello, desde hace tiempo se pueden ver los síntomas de ese declive, al menos en Holanda, donde las mezquitas están llenas pero, en cambio, las iglesias vacías. En todo caso, ¿qué va a ocurrir con el marco de referencia de nuestra cultura? La mayoría de la gente deambula por iglesias y museos como si fueran ciegos y todos necesitan una explicación de igual forma que se necesita leer el programa de una ópera para entender la historia.

 

A todo esto se puede objetar alegando que el marco de referencia de la cultura ha sido siempre privilegio de una élite, pero aquellos que en la Edad Media no sabían leer, sí sabían lo que significaban y representaban los retablos y los capiteles de las iglesias y de los claustros romanos, porque la gente normal conocía las representaciones que se utilizaban para contar la historia de su cultura. Mientras tanto, nosotros perdemos nuestras propias representaciones porque no conocemos la historia que les dio origen y, debido a la globalización, nos encontramos inmersos en las imágenes y en los símbolos de otros. A nuestro alrededor se construyen mezquitas y templos hindúes. En los escaparates de los anticuarios y en las casas de nuestros amigos vemos barcos funerarios y dioses con múltiples brazos y cabezas que tienen un sentido totalmente distinto en su país de origen que en el nuestro. A decir verdad, tendríamos que saber cuál es la diferencia entre suníes y chiíes y por qué en el arte islámico no se representa al ser humano.

 

Cuando vamos de vacaciones visitamos las ruinas mayas o los santuarios budistas y nos preguntamos qué significado tienen todas esas representaciones que para el habitante medio de Tailandia o de Japón se han convertido en algo tan extraño como para nosotros la mayoría de las historias sobre la mitología griega. Cuando paseamos por España, por Italia o incluso por el sur de Alemania, oímos sonar las campanas a mediodía y a las seis de la tarde sin saber, la mayoría de las veces, que están sonando a la hora del "ángelus", en el mismo instante en que el ángel llegó para anunciar a María que iba a ser la madre de Dios. Naturalmente que es posible vivir sin información, pero entonces no sabríamos por qué suenan las campanas. ¿Es importante?

 

Puede que no, pero da igual. ¿Qué ocurre cuando una cultura se aleja lenta y profundamente de sus raíces? ¿Tendría que ser obligatoria la lectura de la Biblia para los que nunca van a la iglesia? ¿Hay que obligar a los que no hacen gimnasia a conocer la historia de la Antigüedad? ¿O simplemente tenemos que aceptar que solo un grupo minoritario de personas todavía mantiene contacto con lo que en otro tiempo era el núcleo de nuestra cultura y por esa razón se convierte en un extraño en la sociedad? ¿Necesita el arte viejos impulsos? ¿O puede valérselas por sí mismo creando nuevas representaciones válidas? Por ejemplo, ¿las exposiciones con vídeos? ¿La Documenta de Kassel? ¿La Bienal de Venecia? Pero ¿para quién son válidas?

 

¿Para el millonario que compra el cráneo incrustado de diamantes de Damien Hirst por cien millones? ¿O para anestesiar a la sociedad a través del interés comercial de los nuevos medios de comunicación con el pretexto de mantener un contacto mínimo con otras culturas?

 

El arte como mercancía está muy lejos de un capitel romano o de una cantata de Bach. Tras haber perdido su interés por la Iglesia, ¿se desinteresará la sociedad también por el arte? No hay razón para creerlo y sin embargo podría ser así. Cuadros que se compran a precio de oro, subvenciones para animar a la gente a ir a la ópera, becas para escritores, patrocinio de conciertos, traducciones de todas las lenguas, best sellers con tiradas asombrosas, iPods capaces de grabar la obra entera de Couperin, ¿no es maravilloso?

 

En otro tiempo había que vivir prácticamente en una corte para poder oír música y ahora todo el mundo tiene su propia corte en casa... Erasmo tenía una biblioteca de quinientos libros. Hoy día "todo el mundo" ha tirado a lo largo de su vida al menos cien libros de bolsillo. Todo eso está muy bien, pero ¿cuál es el otro lado de la moneda?

 

Por ejemplo, el hecho de que en Estados Unidos solamente el 3% de la literatura que se publica son libros traducidos. Obviamente, así no podemos hablar de globalización. Y si observamos en detalle la inflación de los precios del arte, con mucha frecuencia oiremos hablar de proyectos abortados por "falta de presupuesto". En la televisión resulta imposible producir un programa literario de calidad. Bajo la norma del sentimentalismo, la dictadura del proletariado espiritual ha golpeado eficazmente algo que ciertamente no hubieran querido Henriette Roland Holst ni Domela Nieuwenhuis.

 

Todos estos fenómenos contradictorios se traducen en un deterioro y un empobrecimiento en paralelo a una burocratización del arte que gangrena su propia esencia, como si abandonar nuestras viejas historias no haya hecho más que anunciar el gran adiós o, por si este pensamiento resulta demasiado pesimista, un gran cambio del que es imposible prever las consecuencias. Desde los primeros cuencos hasta nuestros días ha habido una revolución continua y llegará el momento en que cada uno mirará con nostalgia al pasado y sentirá que la evolución le sobrepasa. Sin embargo, no me siento pesimista. Como he vivido el tiempo suficiente para darme cuenta de que he llegado a un punto en el que puedo mirar al pasado con lucidez, por eso soy más consciente de lo que ha desaparecido y de lo que desaparece que de lo que va a suceder. No hay motivo para entristecerse, al contrario, hay que ser consciente. Y esta conciencia también forma parte de la cultura.

 

En 1825, al final de su vida, Goethe escribió una carta a Carl Friedrich Zelter, que moriría antes que él. "Mi querido amigo, en el presente todo es ultra, todo tiene una trascendencia continua tanto en la forma de pensar como en la de actuar. Nadie se conoce a sí mismo, nadie conoce el elemento en el que trabaja y evoluciona o la materia en la que se ocupa... se ejerce demasiado pronto una gran presión sobre los jóvenes que luego son arrastrados por la vorágine del tiempo; lo que todo el mundo admira y cada uno busca es la riqueza y la velocidad; el ferrocarril, el correo urgente, los barcos de vapor y los servicios de comunicación son los medios que el mundo desarrollado utiliza para avanzar y lo que hace que se atasque en la mediocridad. Este fenómeno es además el resultado de la generalidad, de la banalización de una cultura media, intentemos, en la medida de lo posible, mantener nuestro estado de ánimo y entonces, tal vez con algunos otros, seremos los últimos de una época que no volverá pronto".

 

Su ferrocarril es nuestros aviones y su correo urgente, nuestros ordenadores. Las grandes historias que Goethe creó para el teatro están aún de actualidad. Mil años después de la caída del Imperio Romano comenzó el Renacimiento. En el mundo turbulento en el que me ha tocado vivir, la guerra, la guerra fría, la amenaza nuclear, la descolonización han sido siempre una constante así como el aprendizaje que recibí durante los años que pasé en el instituto siguiendo una formación clásica y las historias que han acompañado mi vida. Yo sé, y también comprendo, que todo esto no les sirve a la mayoría de mis contemporáneos. También sé que mis palabras se las llevará el viento cuando digo que sus vidas serán más ricas gracias a esta herencia. Pero al menos las he dicho.

 

Cees Nooteboom - Publicado em Babelia

publicado por ardotempo às 14:26 | Comentar | Adicionar
Sábado, 23.10.10

Cultura e arte - os assuntos negligenciados

Arte, aspirinas e urubus

 

Leonardo Brant

 

Qual a importância da arte em nossa sociedade?

Como responder a essa pergunta quando sequer conseguimos definir o que é arte? Qual a função política da arte? Podemos atribuir um papel a ela?

 

Cidadania, cultura, educação: o que isso tudo tem a ver com arte? Precisamos deixar de enxergar a arte (e consequentemente, o artista) por sua fragilidade, delicadeza, como algo que precisa ser sustentado pela sociedade. Estamos acostumados a colocar a arte numa redoma, num lugar de proteção, de cuidado.

 

O artista, então, passa a ser visto como alguém descontectado do mundo real, alguém que precisa tratamento especial, precisa ser protegido, celebrado, celebrizado. E, portanto, aprisionado. A arte sustenta a sociedade, oferece sentido, significado, razão e emoção. Sem ela, não sabemos por que existimos, o que estamos fazendo aqui, para onde vamos, como devemos olhar e se relacionar com o outro, com a natureza. Subordinada a qualquer instância de poder (de cunho religioso, ideológico, do Estado ou da economia) a arte, tanto quanto a filosofia e a ciência (não seriam formas de arte?), tornam-se poderosos instrumentos de manipulação. Uma arte moral, a serviço de determinada visão de mundo, desconectada de uma ética mais profunda, universal.

 

Precisamos (e podemos) redimensionar o tempo e o lugar da arte nas sociedades contemporâneas (videocráticas, do consumo, do espetáculo). A política, o mercado (se é pelo capitalismo, usemos suas armas), o processo de formação (cultural e educacional) são nossos meios de construção de uma nova ética que catapulte a arte e o artista a outro patamar. Mas estão cada vez mais consumidos por grupos de interesses (econômicos, partidários, ideológicos). Uma arte livre e democrática não tem a ver apenas com a liberdade de criação dos artistas e com a manutenção de espaços de expressão dessa liberdade. Tem a ver, sobretudo, com o estímulo e o desenvolvimento da capacidade artística do cidadão, com a conquista de sua autonomia e independência, permitindo-o escolher e definir seus próprios referenciais estéticos, éticos e identitários, frente à enxurrada de informações e mensagens subliminares, presentes em todos os tipos de arte, do cinema à publicidade, passando pelas paisagens urbanas e pelos ritos e ritmos da vida cotidiana, que nos permite viver sem pensar, sem sentir, sem olhar. Precisamos formar artistas. Não artistas de profissão (isso é escolha de cada um).

 

Precisamos criar cidadãos capazes de ler, de compreender o sentido mais profundo da vida, de encontrar este sentido nas atitudes mais simples. De viver e conviver com ética e verdade.

 

Leonardo Brant - Publicado no blog Cultura e Mercado

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publicado por ardotempo às 17:47 | Comentar | Adicionar
Segunda-feira, 26.07.10

Melhor seria se não tivéssemos que fazer Copa do Mundo de futebol...

Gestor cultural, o profissional do futuro

 

Leonardo Brant

 

Estamos falando de um dos mercados mais potentes do mundo e um dos que mais cresce e se revigora a cada dia. De algo tão necessário ao ser humano como comer e respirar. De uma atividade que dá sentido ao ser humano, significa sua vida e projeta seu futuro.


Além dos mercados tradicionais, supostamente em crise, como o cinema, a indústria fonográfica e editorial, atropeladas pelo advento das tecnologias de informação e comunicação, surgem a cada dia novas formas de significar a presença do ser humano na Terra, de criar utopias, planos de futuro, ou simplesmente de amenizar o sofrimento de quem ainda não encontrou sua autonomia em relação ao próprio imaginário.


Os códigos culturais antes dominados por impérios, igrejas, estados autoritários e grandes corporações estão cada vez mais ao alcance de todos nós. A teia que se forma em torno dos elementos culturais, diversos, controversos, livres, colaborativos e, ao mesmo tempo, controlados, sistematizados, formatados, lineares, é cada vez mais complexa. Exigem dos terráqueos contemporâneos uma capacidade de decodificação, síntese e diálogo constantes.


O gestor cultural se habilita a esse exercício constante, com um diálogo permanente entre as formas mais lineares e alienantes do conhecimento e as mais revolucionárias maneiras de criação e conexão com os universos paralelos do sentido. Um diálogo que possibilita, ao mesmo, implodir e reforçar os sistemas estabelecidos de poder.


Um profissional detentor de uma chave mestra, capaz de promover a livre expressão e arbítrio, e de revelar os sistemas de cerceamento de conhecimento, opinião e expressão, aptos a afugentar os medíocres, robotizando-os em lógicas binárias e sistemas bancários.


Antes de qualquer coisa, um profissional pautado pela ética. Não necessariamente pautado pelo bem, mas um bom conhecedor do mal que há dentro de si.
Algumas características são marcantes nesse profissional, que ganha espaço a cada dia não somente nos mercados tradicionais de cultura e comunicação, mas em várias esferas da sociedade.

 

São elas:


A constante reflexão em relação a tudo o que faz.

Alto poder de aplicabilidade daquilo que pensa naquilo que faz.

Participa da vida política, articula e trabalha em rede.

É familiarizado com a língua e a lógica do mercado.

Subverte a lógica do mercado, propondo novas formas de superação.

É empreendedor e criativo.

 

É claro que estou idealizando este profissional, mas ao mesmo tempo reconheço-o em corpo presente nos corredores dos inúmeros empreendimentos culturais com que tenho contato pelo Brasil e pelo mundo afora.


Alguém que, como o artista, se prepara como nenhum outro para lidar com as incertezas de um tempo que colhe os frutos do desenvolvimento tecnológico e da ciência, mas ao mesmo tempo paga a conta da irresponsabilidade para com seus pares, seu planeta e com a vida.


Leonardo Brant


(NE: Um artigo algo otimista de Leonardo Brant, um pouco sonhador, um tanto utópico. Pena que tenhamos à frente a demência do compromisso de uma Copa do Mundo, que não comportamos realizar, por ser drenadora de recursos importantes que não possuímos e desviadora de todas as atenções. Não temos estradas adequadas, faltam as duplicações viárias e as grandes pontes; não temos ferrovias de transportes de cargas e pessoas; não temos metrôs adequados às metrópoles caóticas pelo trânsito excessivo; não temos aeroportos funcionais; faltam-nos as escolas e os professores preparados e bem remunerados (hardware e software); faltam os hospitais (quem atenderá os problemas que surgirão durante a Copa, o SUS, o Hospital Albert Einstein?); falta a seguranca do nosso dia-a-dia; não há hotelaria e restaurantes suficientes para demanda tão expressiva de turistas e jornalistas; falta-nos vencer a síndrome do jeitinho, do qual tanto nos orgulhamos como capacidade criativa e que não passa de um disfarce para o improviso mal-feito, mal-acabado e amadorístico com o qual empurramos para frente o péssimo hábito de fazer às pressas no último instante o que deveríamos ter feito antecidamente com previdência, denodo e exigência para alcançar a qualidade exemplar e a que se espera de algo bem planejado. Enfim, bem melhor seria que não fizéssemos a tal Copa do Mundo, deixando-a para a Inglaterra ou para a Ibéria, que têm melhores condições econômicas e mais infraestrutura...- ARdoTEmpo)

publicado por ardotempo às 12:36 | Comentar | Adicionar

Editor: ardotempo / AA

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