Aniversário do Jornalista Vaz
Homenagem ao Jornalista Vaz - 21 de dezembro
Mostra de esculturas de Baselitz - Museu de Arte Moderna da Cidade de Paris
Esculturas em madeira (policromadas), tamanhos diversos
Homenagem ao Jornalista Vaz - 21 de dezembro
Mostra de esculturas de Baselitz - Museu de Arte Moderna da Cidade de Paris
Esculturas em madeira (policromadas), tamanhos diversos
El naufragio por excelencia
Enrique Vila-Matas
Simon Leys, autor medio secreto que vive en Australia desde hace cuatro décadas, elabora una crónica intensa y mínima del hundimiento del Batavia en 1629 que revela cómo lo peor puede llegar después de las zozobras, las catástrofes y las crisis. Tras ellas, puede encontrarse al otro lado de la puerta algo aún ligeramente más infame: el tiempo del horror.
Leí hace ocho años las escasas noventa páginas de Les naufragés du Batavia, de Simon Leys. Y recuerdo haber pensado, de entrada, que su breve Advertencia preliminar encajaría en la antología más exigente de prólogos mínimos de toda la historia. En cuanto al libro, me admiró por su sobria capacidad de síntesis y por las dosis de sabiduría extraña en cada línea. Releerlo en su reciente traducción al castellano me ha permitido reencontrarme con esta intensa y casi inverosímil (parece más bien un guion de Hollywood, pero lo asombroso es que todo ocurrió verdaderamente) crónica del más famoso naufragio del siglo XVII. Del naufragio y del estado de terror que siguió a éste.
El del Batavia me parece el naufragio por excelencia, precisamente porque nos indica que las zozobras, crisis y catástrofes son eso, zozobras, crisis y catástrofes, pero lo peor puede venir después.
En estos tiempos en los que con extraña constancia, sin el menor desfallecimiento, las noticias financieras de cada día se muestran ensimismadas en la ya casi complaciente descripción del naufragio general, bueno es recordar que no todo termina en una crisis recurrente y que a veces puede encontrarse al otro lado de la puerta algo aún ligeramente más infame: el tiempo del horror. Ell hundimiento de este barco holandés se produjo en 1629 y fue sin duda el desastre marítimo más sonado hasta el hundimiento del Titanic tres siglos después.
El Batavia chocó con un arrecife de los Houtman Abrolhos, a un centenar de kilómetros mar adentro del continente australiano. Los casi trescientos supervivientes del naufragio, refugiados en cuatro islotes, fueron cayendo en los días siguientes bajo la tiranía de uno de ellos, un psicópata llamado Cornelisz, amigo del pintor Torrentius (de quien se conserva sólo un cuadro, una pintura que se encuentra en Ámsterdam y que es de una perfección inquietante).
El imprevisto tirano, ayudado por algunos compinches de poca monta, se dedicó a instaurar un régimen de terror y a masacrar a los otros náufragos de manera progresiva y metódica. Meses más tarde, cuando ya había acabado con dos tercios de sus infelices rehenes, vio interrumpida su criminalidad por la inesperada aparición de una vela blanca en el horizonte, la providencial llegada de un navío de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, empresa propietaria de la nave, un barco mandado desde Java para auxiliar a los náufragos.
En los crímenes de Cornelisz se instaló desde el primer momento una alucinante gratuidad, que no vino más que a confirmar que la arbitrariedad misma constituye la esencia eficaz y sin apelación de todo Terror.
En el siglo pasado, nos dice Leys, nadie corroboró mejor esto que los verdugos de Auschwitz que, al ser preguntados por los inocentes que conducían a la muerte, respondían: "Para esto no hay un porqué".
Simon Leys (Bruselas, 1935) seudónimo de Pierre Ryckmans, estudió en la Universidad de Lovaina y luego se fue a Taiwán a estudiar literatura y arte chinos. Desde los años setenta vive en Australia. Se le puede leer con frecuencia en Le Magazine Littéraire y en The New York Review of Books, y es uno de esos autores medio secretos que, de recibir algún día el Premio Nobel, se convertiría en el clásico premiado que deja fuera de juego a toda esa comunidad mediática internacional que apuesta todos los años por los mismos e inconmovibles no laureados de siempre.
En su genial Advertencia preliminar de Los náufragos del Batavia nos revela Leys que durante una infinidad de años estuvo preparándose a fondo para escribir un libro sobre la mítica catástrofe y nos pregunta: "¿Se os ha ocurrido una idea magnífica con la que soñáis escribir un libro? No corráis en llevarla a la práctica; no hace falta, pues podéis estar seguros de que, tarde o temprano, a algún otro se le ocurrirá la misma idea... y hará de ella un uso perfecto".
Durante 18 años Simon Leys acarició ese proyecto de escribir la historia de los náufragos del Batavia. Coleccionó casi todo lo que se publicaba sobre el asunto; luego pasó una temporada en las islas Houtman Abrolhos, emplazamiento del naufragio; se alojó casualmente en la zona donde en el siglo XVII tuvo lugar la masacre sistemática de náufragos y hasta vio el esqueleto de alguno. A lo largo de los años continuó acumulando notas, pero sin decidirse nunca a escribir la primera página de esa famosa obra en gestación que en la imaginación de sus amigos comenzó a adquirir poco a poco una dimensión mítica. De tiempo en tiempo, se enteraba de que había salido un nuevo libro sobre su asunto: "Me entraba un sudor frío, y corría a por ese libro temblando. Pero no, no era más que una falsa alarma; no tardaba en darme cuenta, con alivio, de que el autor había errado una vez más su objetivo, lo que reforzaba mi falso sentimiento de seguridad".
Hasta que un día apareció el libro de Mike Dash sobre el naufragio, un libro perfecto. Con La tragedia del Batavia (Lumen, 2003), Dash dio en la diana y teóricamente no le quedó a Leys ya nada que decir, por lo que guardó toda la documentación y notas acumuladas a lo largo de 18 años y al final optó por publicar sólo las casi noventa páginas de su "modesto" Los náufragos del Batavia con la única intención de que éstas "pudieran inspirar el deseo de leer el gran libro de Dash".
Así pues, el libro de Leys es la crónica en la que explica por qué no escribirá la novela sobre aquel naufragio maldito y siniestro. Me ha recordado a Marcel Bénabou que en Por qué no he escrito ninguno de mis libros dice saber muy bien cómo habría podido tratar todos los grandes temas a los que renunció: "Habría disfrutado anegándolos en la abundancia, en la exuberancia, en la opulencia y la profusión de un vocabulario selecto, sin temor al exceso ni a la plétora, al desbordamiento ni a la redundancia...".
Casi contengo la risa cada vez que leo estos párrafos de Bénabou que me hacen recordar al Eclesiastés: "Ten presente que hacer libros es una tarea que no tiene fin y que mucho estudiar fatiga el cuerpo". Sin duda, la sabiduría china de Simon Leys le llevó a escribir este modesto y mínimo libro a modo sólo de introducción al gran libro de Dash, cuya lectura, dicho sea de paso, podemos retrasar todo el tiempo que queramos después de haber leído la impresionante síntesis de la historia que nos ofrece Leys, síntesis que parece corroborar la creencia borgiana de que si una historia la podemos contar en pocas líneas no es necesario que escribamos una novela entera. No quiero ni imaginar lo que sería una síntesis, por ejemplo, de la tetralogía de Ruiz Zafón. En manos del jíbaro Leys sería una obra de arte.
Y en fin. Estoy seguro de que nadie ya nunca podrá sintetizar mejor en tan pocas páginas la historia de terror que siguió al naufragio del buque holandés, una historia que hacia el final nos habla de esa determinación desesperada que se apodera a veces de la gente honrada cuando un agresor injusto les fuerza a batirse para defender su vida. Quizás sea porque nos recuerda donde estamos, pero también el estado general de terror en el que al menor descuido podríamos caer, el libro de Leys parece estar ahí, a nuestra disposición, por si en algún momento quisiéramos considerar que tiene algo de barco de Java, sobradamente capaz de acudir a socorrernos con su vela blanca.
Enrique Vila-Matas
As moças de olhos de águas-marinhas
Pintura de Pablo Picasso - Óleo sobre tela / Fase azul (Grand Palais Paris França)
Tortura: a dialética dos meios e fins
Franklin Cunha
A tortura, para os que a justificam, sempre se remete à dialética entre meios e fins.
Gillo Pontecorvo, em seu filme de 1966 A Batalha da Argélia, introduz uma cena reveladora sobre a questão: o general francês Mathieu ( no filme assim é apresentado o general Massú, chefe da repressão aos nacionalistas argelinos) , convocou uma entrevista com jornalistas os quais logo lhe perguntam se era verdade que os militares franceses torturavam prisioneiros. Muito tranqüilo Mathieu respondeu: “ Senhores, o tema não é a tortura. O tema é se queremos que a França saia ou não da Argélia. Se vocês desejam que a França permaneça no país, não me perguntem pelos meios que emprego para conseguir este fim”.
Além da resposta do militar francês, o notável na entrevista foi que nenhum jornalista se atreveu a retrucar.
Assim, Mathieu conseguiu atingir seu objetivo: justificar os meios através dos fins. Com o mesmo tipo de dialética, alguns defensores do golpe de 64 (que chamam de Movimento) e da tortura , tentam justificar aqueles dois trágicos acontecimentos na história da nação e afirmam que o fato importante sucedido naquela época não foi a tortura, mas sim o combate à guerrilha, à subversão e as ameaças comunista, à família, à liberdade.
A verdade é que o tema a ser relembrado é sim, a tortura. O tema absoluto e definitivo é que a tortura não pode ser o meio válido para se obter nada. Isto porque, tudo o que se consegue através dela nasce com o estigma da destruição física e moral do ser humano.
Na Argentina, em 1976, em plena rua pública,foi assassinado por agentes da junta militar o jornalista Rodolfo Walsh o qual tinha dado publicidade a uma carta dirigida aos militares golpistas, na qual, entre outras afirmações, dizia: “ Mediante sucessivas concessões à suposição de que o fim de exterminar a guerrilha justifica todos os meios que utilizam, vocês chegaram à tortura absoluta, intemporal, metafísica na medida em que o fim original de obter informações se perde nas mentes perturbadas dos que a praticam para ceder ao impulso de machucar a substância humana até quebrá-la e fazê-la perder a dignidade que o verdugo já perdeu e quem o comanda também”.
Walsh , ao comentar a relação torturador–torturado chegou à conclusão que ambos se fundem na abjeção, na desumanidade já que a tortura provoca a perda da dignidade do torturado quando este cede, fala, delata e assim trai seus amigos, enquanto que o torturador assume a figura do artesão da dor instrumental, da vexação, da perda de qualquer escrúpulo humano.
Enfim, humildemente, peço perdão a alguns ex-torturados e aos familiares de outros assassinados por lembrá-los de fatos tão desagradáveis, mas, creio, ainda tempestivamente necessários. E aos torturadores espero que a desmemória não os perdoe.
© Franklin Cunha - Publicado no jornal Zero Hora
Imagem: Andy Warhol, 1971
Mostra-te.
És pela última vez
A região que nos orientou para a vida.
As tropas se apoderam da tua antiga superfície,
Um povo inumerável voltou
Para reconquistar a terra da família.
O trabalho é surdo e vagaroso:
Rebentar os rios, chamar a correnteza,
Vencer montanhas inimigas
Até que tudo novamente ressuscite
No deserto de um mundo indivisível.
Abre-te, mas não como antes
Para a nossa gente te abrias:
Tens de parecer generosa
Com quem assume tua hegemonia.
As paredes rangem: é o teu grito de partida.
E todo o resto que desaba contigo:
O caleidoscópio imaginário,
A esperança fraturada em mil antíteses,
Os espetáculos do meio-dia,
Quando represávamos um pouco mais
A nossa eterna angústia feminina.
Lembra que antes de nós nada havia
Que não fosse uma ausência tranquila,
O firmamento aprisionado
Dentro de um continente movediço...
Realizamos em ti a história dos nossos nomes
E, num surto de abstração, certo dia,
Levitamos sobre o jardim que te acolhia.
Hoje, um outro incendeia a torre
E põe abaixo a genealogia das tuas filhas.
Imita a nossa queda desmaiada,
Que surtirá numa implosão,
E juntas teremos submergido.
Age naturalmente:
entrega-te humilde,
Não te agarres a nada,
não resistas.
Nua, de braços abertos,
És pela última vez a deslumbrante cortesã,
Fonte da nossa mitologia.
Agora morre.
© Mariana Ianelli, 2011
Um brinde a Dom Aldyr Garcia Schlee
Um brinde especial à primeira e melhor leitora de Schlee: Marlene
Um brinde ao lançamento dos livros Uma terra só, Contos de Verdades, Contos de futebol e à nova tradução de Dom Segundo Sombra
Um brinde aos escritores Paulo José Miranda e Pedro Gonzaga.
Um brinde ao Trio Chico.
Um brinde ao público leitor de Aldyr Garcia Schlee e a todos os amigos do escritor, no dia 15 de dezembro no Centro Cultural CEEE Erico Verissimo - 19h30
O melhor romance: Don Frutos
O escritor Aldyr Garcia Schlee subiu ao palco do Teatro Renascença em Porto Alegre para receber a sua quinta estatueta do Prêmio Açorianos de Literatura - Narrativa Longa 2011, pelo segundo ano consecutivo. Merecido reconhecimento pelo seu primoroso e criativo trabalho. Quinta-feira, dia 15 será realizada uma grande homenagem ao autor no Centro Cultural CEEE Erico Verissimo, com o lançamento de 4 novos livros e uma festa de confraternização ao grande escritor.
Homenagem ao escritor Aldyr Garcia Schlee
Centro Cultural CEEE Erico Verissimo
– Grupo CEEE
Rua dos Andradas, 1223 – Porto Alegre – RS
Telefones: (51) 3228.9710 – 3226.5342 – 3226.7974
imprensa@cccev.com.br www.cccev.com.br
15 de dezembro - 19h30
Homenagem ao escritor Aldyr Garcia Schlee inclui lançamento de livros no Centro Cultural CEEE Erico Verissimo
O Centro Cultural CEEE Erico Verissimo (CCCEV) promove, dia 15 de dezembro (quinta-feira), às 19h30min, o lançamento, com coquetel, de quatro livros de autoria de Aldyr Garcia Schlee, em homenagem a este escritor e jornalista gaúcho, que dentre realizações fundou o jornal Gazeta Pelotense e a Faculdade de Jornalismo da Universidade Católica de Pelotas (UCPEL), além de possuir significativa produção literária.
O evento ocorre no auditório Barbosa Lessa, 4º andar, na Rua dos Andradas, 1223, Centro Histórico de Porto Alegre. Com larga experiência no cenário literário e artístico, Schlee construiu uma trajetória profissional que tem lhe proporcionado reconhecimento no cenário regional, nacional e, também, internacional. Uma prova disto é fato de ser um dos finalistas da 18ª edição do Prêmio Açorianos de Literatura 2011, com o romance Don Frutos, da editora ardotempo, cujo resultado será divulgado no dia 12 de dezembro.
A programação prevê ainda um bate-papo com Aldyr Schlee, Paulo José Miranda e Pedro Gonzaga sobre o romance Don Frutos.
Os livros que serão lançados, edições ardotempo, são os seguintes: Contos de futebol (reedição 2011); Contos de Verdades (reedição 2011) - Prêmio Açorianos de Literatura, 2001 – ambos com capa de Gilberto Perin; Uma terra só (reedição 2011) - Prêmio II Bienal Nacional de Literatura 1984 – capa de Marcelo Freda Soares; Dom Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes - Tradução Aldyr Garcia Schlee (notas e elucidário) - Edição Comemorativa (2011), com capa de Leonid Streliaev.
O Trio Chico será a atração musical da noite, que reúne Andrea Cavalheiro (voz), Pedro Gonzaga (sax e voz) e Rodrigo Rheinheimer (violão), que apresentam em seu repertório composições de Chico Buarque de Holanda.
Sobre Aldyr Garcia Schlee – Um dos contistas e romancistas mais importantes do Brasil na atualidade, que vive de sua literatura.
Gaúcho de Jaguarão, é também tradutor, desenhista e professor universitário. As suas especialidades são a criação literária, a literatura uruguaia e gaúcha, a identidade cultural e as relações fronteiriças. Doutor em Ciências Humanas publicou vários livros de contos e participou de antologias, de contos e de ensaios. Traduziu a importante obra "Facundo - Civilização e Barbárie", do escritor argentino Domingos Sarmiento e fez a edição crítica da obra de João Simões Lopes Neto. Criou o uniforme verde e amarelo da seleção brasileira de futebol, mais conhecido como Camisa Canarinho, sendo um dos símbolos da nacionalidade brasileira mais reconhecidos no Brasil e no exterior. Recebeu duas vezes o prêmio da Bienal Nestlé de Literatura Brasileira e foi quatro vezes premiado com o Prêmio Açorianos de Literatura.
Imagens: Retrato do escritor Aldyr Garcia Schlee - Gilberto Perin
Capa de livro DOM SEGUNDO SOMBRA - Leonid Streliaev
Na ocasião falou-se e foi publicado nos jornais e revistas que o poeta Pablo Neruda morrera de tristeza pelo sangrento golpe de estado perpetrado pelo General Augusto Pinochet contra a democracia e contra o povo chileno. Agora soma-se mais uma marca mórbida e covarde às milhares anotadas a fogo na arma do ditador sanguinário.
Fue Neruda asesinado?
Rocío Montes Rojas
El certificado de defunción de Pablo Neruda indica que falleció por cáncer de próstata el 23 de septiembre de 1973, 12 días después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende. Es lo que ha quedado establecido en la historia oficial. Pero no es la versión que defiende Manuel del Carmen Araya Osorio, chileno, taxista de 65 años y chófer personal del poeta durante sus últimos meses de vida.
Este hombre sostiene que el premio Nobel de Literatura fue asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet
"Después del 11 de septiembre, el poeta iba a exiliarse a México junto a su esposa Matilde. El plan era derrocar al tirano desde el extranjero en menos de tres meses. Le iba a pedir ayuda al mundo para echar a Pinochet. Pero antes de que tomara el avión, aprovechando que estaba ingresado en una clínica, le pusieron una inyección letal en el estómago", dice Araya, convencido.
La primera vez que su testimonio se difundió en un medio de comunicación fue en la revista mexicana Proceso, en mayo pasado. Tras la publicación, el Partido Comunista de Chile, en el que militaba Neruda, entabló una querella para esclarecer las causas de su muerte. La justicia acogió la demanda.
El juez Mario Carroza, que ha liderado investigaciones relevantes sobre derechos humanos en este país, abrió la causa hace cinco meses. Ya tiene dos tomos de 500 páginas.
En el piso 14º de un edificio del centro de la capital chilena señala "la existencia de elementos que permiten determinar que existen grados de veracidad en el relato de Araya". Hoy por hoy estudia la posibilidad de exhumar el cuerpo para esclarecer el caso.
Estamos en noviembre, es una mañana de sábado primaveral en San Antonio, un puerto grande y poco moderno a 109 kilómetros al oeste de Santiago. El chófer de Neruda vive en esta ciudad costera junto a su madre de 80 años. Puesto que la mujer teme por la seguridad de su hijo tras haber denunciado el asesinato, la entrevista se realiza en la vivienda de un pescador amigo de la familia. Una pintura de Allende cuelga de una pared. "Es mi Dios", explica la dueña de casa. Araya, vestido con un traje sencillo e impecable, rememora los hechos con nitidez: "No hay día en que no recuerde lo que ocurrió hace casi cuatro décadas".
Hijo de un humilde matrimonio campesino que tuvo 13 hijos, cuenta que se convirtió en secretario personal del poeta a los 26 años: "El partido comunista, donde yo militaba desde muy joven, me asignó en noviembre de 1972 la misión de cuidar de Neruda. Él acababa de regresar a Chile tras renunciar a la Embajada de Francia por su enfermedad".
El veinteañero se trasladó a la casa del poeta y de su mujer en Isla Negra, una pintoresca localidad costera cercana a Santiago. En esa vivienda, hoy convertida en un museo, también vivía la hermana de Neruda y otros tres empleados. En esos meses se convirtió en el hombre de confianza del escritor: le compraba la prensa y le servía el desayuno, vagabundeaban juntos por mercados y casas de antigüedades y lo trasladaba a donde fuera preciso en un coche de marca Citroën.
Araya relata que el cáncer jamás le impidió a Neruda hacer vida normal: "Pesaba cerca de cien kilos. Recibía y visitaba a sus amigos intelectuales y políticos. Y nunca dejó de escribir. Eso no hubiese sido posible estando grave". De hecho, el poeta terminó sus memorias Confieso que he vivido el 14 de septiembre de 1973, nueves días antes de su muerte.
"Escribo estas rápidas líneas de mis memorias a solo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte a mi gran compañero el presidente Allende", señaló en su último texto. Lo hizo pese a la presencia de militares y marinos que tras el golpe de Estado tomaron su casa. Neruda era amigo y uno de los férreos partidarios del Gobierno de Allende. Según la querella presentada en mayo pasado por el Partido Comunista Chileno, al principio hicieron circular la versión de que el poeta estaba grave por motivos de seguridad.
"Para tratar de protegerle", señala el escrito, "se hizo público que estaba más delicado de salud que lo real". El entonces presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, mandó a su embajador en Chile el 16 de septiembre para que ofreciera asilo al escritor y a su esposa. Neruda aceptó la oferta. Manuel Araya sostiene que "fue entonces cuando se organizó un operativo para trasladarlo desde Isla Negra a Santiago, donde ambos se iban a embarcar. Para resguardarlo, Neruda viajó en ambulancia el día 19. Iba acompañado de su señora. Yo, de cerca, los seguía en un Fiat 125. El trayecto, que normalmente se realizaba en dos horas, se prolongó hasta seis. Los militares nos detenían una y otra vez en búsqueda de armamento. Fue muy humillante".
Neruda ingresó ese mismo día en la clínica Santa María de la capital chilena. Según Araya, se hizo así para esperar en paz la salida a México. Según Gonzalo Martínez Corbalá, que fue embajador mexicano en Chile, la salida del país estaba programada para el 22 de septiembre.
"Pablo aceptó hasta el punto de que me dieron sus maletas y las de Matilde, y un paquete con el manuscrito de Confieso que he vivido, escrito con la tinta verde que usaba", señaló el exdiplomático en una entrevista reciente concedida al periódico La Jornada.
El día previsto, sin embargo, cuando fue a buscarlos al hospital para dirigirse al aeropuerto, Neruda le pidió que pospusieran el viaje para el día 24. No le dio razones. Esta conversación, sostenida un día antes de la muerte de Neruda, se ha convertido en un hecho clave para los querellantes. Argumentan que si en verdad hubiese estado tan grave, no podría haber charlado largamente con el mexicano. Martínez Corbalá señaló que Neruda no estaba en estado catatónico: "Hablaba con toda normalidad". Pero a diferencia de lo que señala el chófer, indicó que el escritor ya no se podía ni mantener en pie.
Manuel Araya recuerda que el 23 de noviembre, el escritor le pidió a él y a Matilde que viajaran a Isla Negra. El escritor quería que rescataran algunos objetos personales que pretendía llevarse a México. "A eso de las cuatro de la tarde, mientras guardábamos las cosas, recibimos una llamada telefónica. Era Neruda. Nos pidió que regresáramos de inmediato a Santiago porque se sentía muy mal. Dijo que, mientras dormitaba, un médico había entrado a su habitación y le había puesto la inyección. Regresamos de inmediato a la clínica. Lo encontramos afiebrado, rojo, hinchado".
El chófer relata que, en ese instante, uno de los médicos se le acercó para pedirle que saliera de la clínica para comprar un fármaco necesario para el poeta. "Me dijeron que no iba a encontrar el medicamento en el centro y que debía ir a la periferia de la ciudad. Aunque me extrañó, seguí las instrucciones. Estaba en juego la vida de Neruda", explica Araya.
En medio del desplazamiento, dos coches interceptaron su vehículo. Un grupo de hombres lo sacaron a la fuerza. Lo tiraron al suelo y lo patearon. Le pegaron un balazo por debajo de la rodilla. "Todavía conservo la marca de aquella herida", dice levantándose el pantalón. Luego lo llevaron al Estadio Nacional, uno de los centros de detención y tortura instalados por la dictadura. Según lo que ha establecido el juez Carroza en su investigación, Araya salió de la clínica por orden de Matilde Urrutia y no del médico.
El objetivo era comprar agua de colonia para hacerle fricciones al poeta en sus piernas, que a sus 69 años sufría de gota. El magistrado, no obstante, confirma que Araya fue apresado, tal y como relata, ese día y a esa hora. Años después, la viuda del poeta mencionó este episodio en sus memorias Mi vida junto a Pablo. "Ya se acercaba la tarde y mi chófer no había aparecido (...) Él había desaparecido con nuestro coche y con él yo perdía la única persona que me acompañaba en todas las horas del día". A las 22.30 de ese 23 de septiembre, el poeta Pablo Neruda fallecía en la clínica Santa María. La prensa local informó de que había muerto por un shock sufrido tras una inyección. Manuel Araya se enteró del deceso del poeta varios días después, en prisión. Cuando lo dejaron libre, a fines de octubre, pesaba 33 kilos.
-¿Por qué tardó 38 años en denunciar el presunto asesinato?
-Durante todo este tiempo toqué mil puertas y nadie me quiso escuchar. Tras el retorno a la democracia, fui muchas veces al Partido Comunista de Chile. Pero nunca me hicieron caso. Lo único que quiero es que el mundo sepa que Neruda fue asesinado. Matilde Urrutia, fallecida en 1985, se refirió en varias ocasiones a la causa de la muerte del poeta. En una entrevista concedida al diario español Pueblo, publicada el 19 de septiembre de 1974, dijo que "la verdad única es que el duro impacto de la noticia (del golpe de Estado) le causó que días más tarde se le paralizase el corazón. El cáncer que padecía estaba muy dominado y no preveíamos este desenlace tan repentino. No alcanzó ni a dejar testamento, pues la muerte la veía aún muy lejos".
Rodolfo Reyes, sobrino del poeta y representante legal de los herederos, ha señalado que apoya la investigación que lleva a cabo la justicia. Lo secunda el presidente del partido comunista, el diputado Guillermo Teillier: "Pinochet cometió crímenes contra personas que podrían hacer daño a la dictadura desde el extranjero. En 1974 asesinó al general Carlos Prats en Buenos Aires. En 1976, al canciller Orlando Letelier en Washington. Y el poeta habría sido un formidable representante de la resistencia".
La Fundación Neruda, sin embargo, ha negado la hipótesis del homicidio: "No existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba", señaló un comunicado recientemente difundido.
El juez Mario Carroza, tras meses de investigación, determinó judicialmente en julio pasado que el expresidente Salvador Allende se suicidó en La Moneda. Hoy en día lleva adelante la causa por la muerte del general Alberto Bachelet, padre de la expresidenta de Chile, que falleció en 1974 tras ser torturado por sus propios compañeros de armas. Respecto al caso Neruda, el magistrado ha interrogado a numerosos testigos, entre ellos al propio Manuel Araya.
En los próximos días prestará declaración el entonces embajador de México en Chile y el médico Sergio Draper, quien atendió al escritor en la clínica Santa María el día de su muerte. Además de los interrogatorios, Carroza y sus equipos han intentado reconstruir el historial médico de Neruda. Lo han hecho en Chile y en Francia, donde se le trató por primera vez el cáncer. La clínica donde falleció, sin embargo, explicó que no conserva la ficha del escritor "atendido el tiempo transcurrido".
Como sea, el juez intenta tener la mayor cantidad de antecedentes posibles para que el Servicio Médico Legal determine si hay necesidad de exhumar el cuerpo. "Los restos del poeta ya están reducidos", explica Carroza. "Si consideramos además el tiempo que ha transcurrido, es necesario establecer muy bien si este procedimiento nos va a entregar alguna evidencia explícita".
-¿Existen posibilidades de que nunca se sepa cómo murió Neruda?
-Podría ocurrir.
Rocío Montes Rojas - Publicado em El País
Prêmio Açorianos de Literatura - CONVITE
- Dia 12 de dezembro
A Prefeitura de Porto Alegre, através da Coordenação do Livro e Literatura,
tem a honra de convidá-los para a Noite do Livro 2011, solenidade de entrega
do Prêmio Açorianos de Literatura Adulta e Infantil e do Prêmio Açorianos de
Criação Literária/Narrativa Longa.
A cerimônia será realizada no dia 12 de dezembro de 2011, às 20h,
no Teatro Renascença (Avenida Erico Verissimo, 307) com a apresentação
dos músicos e escritores Humberto Gessinger e Duca Leindecker.
Fotografia
© Alexandre Schlee Gomes - Mercado Público de Pelotas - Fotografia (Pelotas RS Brasil), 2011
Publicado no livro História e Tradições da Cidade de Pelotas, de Mario Osorio Magalhães - edições ardotempo, 2011
Lançamento de Livro : Hoje - em Pelotas RS - 19h
Homenagem aos fotógrafos e ao autor - Noite de autógrafos - Bibliotheca Pública Pelotense
Alexandre Schlee Gomes
Daniel Giannechini
Edison Vara
Laureano Bittencourt
Nauro Junior
Paulo Rossi
Autor: Mario Osorio Magalhães
Cristaizinhos de gentileza
Taciane Corrêa, de Paris (França)
Durante esta semana meus pensamentos ficaram açucarados
Repletos de creme, de chantilly e de um toque de caramelo
Porque descobri que as pessoas que gostam de doce são mais amáveis e gentis
E porque o salão nobre da prefeitura de Pelotas se recheou de doce para comemorar
Assim, resolvi transformar minha semana gélida em um doce momento
Aproveitando para visitar e descobri novos sabores
Em Paris, não caminhamos por quadras e sim por minutos
Então... A cada três minutos uma pausa para sentir, observar, degustar e se deliciar com os peculiares aromas
Na quadra que não tem uma pâtisserie, tem uma maison du chocolat ou uma colorida banquinha repleta de guloseimas. Após ler a pesquisa que foi realizada nos Estados Unidos, na qual afirma que as pessoas que comem doces são mais queridas, prestativas e simpáticas
Saí para flanar feliz e sem culpa
Pelos doces da moda e pelas centenárias histórias dos clássicos franceses
Encontrei milhares de nuances sucrés. O colorido exótico dos macarons. O aroma estonteante das boutiques de chocolate. As curiosas origens de doces do século passado.
Os pedidos de Napoleão que são como bálsamos de alegria. O relâmpago estouro marcante da éclair. Criada por volta de 1800 assume, hoje, criativas versões
Neste momento para acessar minhas lembranças gastronômicas da infância me delicio com Paris-Brest, um doce circular, leve e fluido
Exatamente como a roda de uma vélo
Mas o que é mesmo que uma bicicleta tem a ver com a história? Inicialmente nada, até a atendente da pâtisserie começar a me explicar que o doce foi criado em 1891 para homenagear uma corrida de bicicleta Paris-Brest-Paris. Por aqui tudo é possível!!!
Alguns grandes e renomados profissionais são chamados de Picassos da pâtisserie
O design de alguns doces foi criado por estilistas. Sim, aqueles profissionais da moda... Até o brasileiro Alexandre Herchcovitch andou fazendo arte por aqui
Nossa sorte é que os reis também gostavam do sabor doce da vida. No reinado de Luís XIV foi realizado um profundo trabalho para melhorar o sabor das frutas. Que logo passam a fazer parte do mundo das sobremesas. São borbulhas frutadas que refinam nosso paladar
Por aqui, a criação da tarte tatin na transição do século 19, pelas irmãs que viraram a torta de maçã de pernas para o ar
Por aí, os doces cristalizados e as compotas. Uma influência dos franceses Por aqui, os doces familiares feitos de cereja, clafoutis e de outras frutas, flaugnarde
Por aí, chimias, geleias e doces em pasta
Os doces são peças importantes da gastronomia da França
E também são tratados com deferência por aqui Inclusive alguns se diz ser o segredo da eterna juventude, com 126 anos de vida O Crème de Marrons cruza o tempo com o autêntico sabor da castanha de l'Ardèche
Agora de posse do Selo de Indicação de Procedência será possível proteger a identidade do doce pelotense
A tradição doceira de Pelotas é legítima e garantida
Aproveite a Capital Nacional de Doce para flanar e se perder em seus espirais adocicados
Flutue com um pastel de Santa Clara
Amarre-se com um bem-casado
Inspire-se com o camafeu
Brinque com um brigadeiro
Enrole-se em um ninho
Deixe os cristais de gentileza tomarem conta do seu dia a dia.
Taciane Corrêa - Publicado no Diário Popular - Pelotas
Imagem: Fotografia de Edison Vara
O almoço
António Lobo Antunes
Palavra de honra que não estava nada à espera. Primeiro porque aos cinquenta e dois anos não se espera grande coisa, a não ser o médico a informar que um dos rins não está bem, e segundo porque em tantos meses a almoçarmos no mesmo restaurante, cada qual na sua mesa, eu com uma revista e ele com o jornal, nunca dei por qualquer soslaio, qualquer atenção, qualquer interesse da sua parte. Às vezes subia das páginas por causa de uma rapariga, que podia ser minha filha, a comer uma sopa ao balcão, passava-lhe uma luz nos óculos, a luz apagava-se, enfiava o queixo nas notícias, se calhar a aceitar, conformado
- Podia ser minha filha
pedia a conta antes de mim numa lentidão vencida, não deixava gorjeta que os tempos não estão para generosidades, ia-se embora um pouco gordo, um pouco marreco, de cabeça talvez um bocadinho grande demais para o corpo, via-o lá fora a acender um cigarro, a ingressar na bicha do multibanco, a meter um papelinho na carteira, a sumir-se por fim, lento, pausado, cuidadoso com os semáforos, e perdia-o até ao dia seguinte, em que uma alheira e o diário, ou uma corvina e o diário, ou meia de lulas e o diário, ou um clarãozinho nas dioptrias a propósito de uma sopa e uma rapariga que podia ser nossa filha.
Portanto palavra de honra que não estava nada à espera quando hoje entrou no restaurante depois de mim, um pouco gordo, um pouco marreco, de cabeça talvez um bocadinho grande demais para o corpo e, apesar de haver duas ou três mesas sem ninguém, aproximou-se da minha e perguntou-me, numa voz que não ligava com a boca, se me importava que se sentasse à minha frente. De início nem percebi bem. Consegui um
- Perdão?
atrapalhado, a impedir, no último momento, o copo de água de se entornar porque um dos meus cotovelos, ou uma das minhas mãos, ou a minha revista o tombavam, ele insistiu, na tal voz que não ligava com a boca e eu imaginava cheia, redonda, suave, em lugar de mole, aguda, raspante (mas isso são pormenores, o que interessa é a personalidade e o carácter)
- Não se importa que me instale aqui?
de maneira que eu
- Ora essa
a puxar o rectângulo de papel do prato, dos talheres, do guardanapo, de maneira a abrir espaço para o rectângulo dele, repetindo sem dar fé
- Ora essa, ora essa
de súbito consciente que mal penteada, mal pintada, mal vestida, sapatos rasos, meias cor de carne, pior que meias, collants, soutien cor de carne igualmente, um anelzeco de pacotilha, um colar sem relação com a blusa, brincos minúsculos, a pulseira idiota que uma sobrinha me impingiu, dois terços de baton já no guardanapo, os dentes, a necessitarem de ser limpos, teimando
- Ora essa, ora essa
enquanto ele estudava a ementa, longíssimo de mim embora ali, enquanto ele para o empregado, de indicador no ar
- Chocos
quase de costas, com botões de punho que eram bolas de futebol doiradas, se outro homem as usasse horríveis e na sua camisa quase aceitáveis, na sua camisa perfeitamente aceitáveis, ao voltar-se
- Aprecia chocos?
eu, que detesto chocos, aquelas pernas, aquela tinta, um sorriso encantado
- Se forem bem cozinhados
a imaginar-me ao fogão a prepará-los, transtornada, só de pensar em tocar naquilo estremeço, chocos e mioleira estremecem-me, rezei para que não prosseguisse o interrogatório alimentar e Deus, na sua infinita bondade, atendeu-me, obrigada, passou dos chocos para a actividade profissional
- Sou angariador de seguros
e que alívio angariador de seguros, para além de uma alma de filósofo na cabeça talvez um bocadinho (um bocadinho perfeitamente suportável) grande demais para o corpo
- Por desgraça não somos eternos
e ora aí está uma verdade do tamanho do Himalaia, não somos eternos, o meu pai, por exemplo, com enfisema, sem sair da poltrona, a minha mãe a girar a torneira do oxigénio e a meter-lhe um tubo no nariz
- Respira isso um bocadinho
com o meu pai continuando roxo, ele, enquanto os chocos não vinham
- Nunca pensou numa apólice de doença?
ele, enquanto os chocos não vinham
- A partir dos cinquenta, e falo por mim, não será má ideia tomar alguns cuidados
acompanhado de uma apólice, uma caneta, um bloco e a voz, que não ligava com a boca, não mole, aguda e raspante conforme eu julgava, um latido sinistro
- A senhora beira os sessenta, não?
de modo que antes de escutá-lo a acrescentar
- Eu, se fosse você, andava a pau com a saúde
reparei melhor nas bolas de futebol dos botões de punho, achei-as não quase aceitáveis, não perfeitamente aceitáveis, um pavor, como o achei um gordo disforme, um corcunda atroz, um cabeçudo de feira, troquei-o pela revista, não lhe escutei o
- Até breve, espero
e pedi uma mousse de chocolate a fim de diluir o gosto tenebroso, não bem a chocos, a cinquenta e dois anos sem esperança, que, estou para adivinhar porquê, demorou a tarde inteira até me sair da boca.
António Lobo Antunes
Homenagem a Aldyr Garcia Schlee
Centro Cultural CEEE Erico Verissimo - 19h30
Rua dos Andradas, 1223 - Centro Histórico
Porto Alegre RS
Conversa com Aldyr Garcia Schlee, Paulo José Miranda e Pedro Gonzaga
- sobre o romance DON FRUTOS (Prêmio Fato Literário 2010)
Capa: Fotografia de Gilberto Perin
Lançamento de 4 livros, edições ardotempo:
Contos de futebol (reedição 2011)
Capa: Fotografia de Gilberto Perin
Contos de Verdades (reedição 2011) - Prêmio Açorianos de Literatura, 2001
Capa: Fotografia de Gilberto Perin
Uma terra só (reedição 2011) - Prêmio II Bienal Nacional de Literratura 1984
Capa: Fotografia de Marcelo Freda Soares
Dom Segundo Sombra - de Ricardo Güiraldes - Tradução Aldyr Garcia Schlee (Notas e Elucidário)
- Edição Comemorativa (2011)
Capa: Fotografia Leonid Streliaev
Coquetel de Lançamento
Pocket Show -TRIO CHICO
MUDANDO O MUNDO
Texto de Apresentação de A ÚLTIMA TEMPORADA, de Pedro Gonzaga -
por © Paulo José Miranda
Poucos títulos de livros de poesia têm o cuidado de ser fiéis à totalidade do mesmo, isto é, de cumprirem aquilo que nos prometem.
Não é o caso deste livro que aqui se apresenta aos leitores e ao futuro. Se lermos com alguma atenção o título deste livro de poesia de Pedro Gonzaga, entendemos de imediato do que se trata, isto é, de um livro que faz apresentações de modalidades em torno da expressão “última temporada” e do que isto possa significar numa alma humana. Por conseguinte, toda a minha apresentação deste livro de poesia não vai ser outra coisa senão falar do título do mesmo, nas suas diversas modalidades de apresentação.
A expressão “a última temporada”, assim sem referente determinativo, como no título do livro, é uma expressão com dois sentidos quase opostos, mas que aqui se amalgamam de modo a nos mostrar de um modo privilegiado a vida e a linguagem que expressa essa vida. Passemos então a ver o que está em causa no título do livro.
Quando alguém diz “a última temporada” de uma peça de teatro ou a “última temporada” de uma série televisiva, está a dizer que, depois de várias outras temporadas anteriores, depois de vários meses ou vários anos, esta aqui e agora onde estamos é a última. Quer isso dizer que depois desta já não vai haver mais nenhuma. Esta é a última, a derradeira temporada, acabou-se. A derradeira temporada pode muito bem ser a vida de cada um de nós, aquela vida que somos aqui e agora, a que nos carrega ou que com ela carregamos.
Assim, A Última Temporada, de Pedro Gonzaga, numa primeira instância remete-nos logo para a vida de cada um de nós, aqui e agora. [acerca de “aqui e agora”, veja-se com atenção o poema “em nossos mortos”, à página 41, dialogando com o “Livro X” das Confissões, de Santo Agostinho] Mas como “última temporada”, neste sentido, tem necessariamente de ter um antes do agora, isto é, é preciso existir uma ou mais temporadas anteriores para que se afirme “última temporada”, a última temporada aqui não pode ser a vida, pois as pessoas não tem vidas anteriores (deixemos as crenças de lado).
Por conseguinte, esta última temporada é a última temporada da vida, aquela a que se atribui, ou alguém atribuiu, ser a parte final da vida de alguém. A vida humana é assim dividida em temporadas pelo título do livro. Aqui não podemos deixar de lembrar o poeta francês Rimbaud e o seu livro Une Saison en Enfer, Uma Temporada No Inferno. Mas aqui trata-se da última parte da vida humana, e não de um interlúdio amoroso mal sucedido. E o escândalo deste título assume aqui a sua extensão máxima, se tivermos em atenção a idade do poeta, trinta e poucos anos, e tratar-se do seu primeiro livro de poesia.
Sabemos isso pelos poemas “herança”, onde se pode ler à página 15: “(...) aos 35 anos / com meus dentes perfeitos (...)”; e pelo poema “para além dos bancos de areia prateada”, onde, na página 36, se lê de um modo algo jocoso, nos últimos dois versos: “señor, não se chega impunemente / ao trigésimo quinto inverno”. Por conseguinte, não podemos deixar passar isto em claro, tomar a coisa por irrelevante. Ora, se um poeta regista em um poema a sua idade, 35 anos, e ao mesmo tempo põe o título ao livro de A Última Temporada, é porque, evidentemente, quer que fique claro que a partir de agora é o início do fim. Para trás ficou tudo o resto, todas as outras temporadas, e se boas ou más não importam aqui e agora. Não se pense também precipitadamente que se trata de um livro de despedida, pois o mesmo poeta remata o poema “descobertas”, à página 52, da seguinte maneira: “(...) serei um homem-bomba / até aos noventa anos”. O poeta entende que a última temporada da vida humana é a mais longa ou, pelo menos, pode vir a ser muito mais longa. Longa, aqui, quer dizer infindável. E, ao mesmo tempo, um infinito de perdas.
Leia-se em “imperativo”, página 43:
se puderes fechar
os olhos para o real
fecha agora
não te preocupes,
antes, aproveita
hão-de acordar-te
os credores
a dor no ciático
o fingimento da mulher
que nunca se entrega
Por outro lado, e também como pudemos ler no excerto anterior, não se trata de uma poética do queixume ou de qualquer denúncia situacional ou de adversidade.
Não, aqui a denúncia é a da condição humana (e não a de um humano em particular). E a responsabilidade do que se faz com essa condição humana, desconhecendo-a ou dissecando-a, é nossa. No fundo, aquilo que neste primeiro sentido se pode apurar para o título, A Última Temporada, é o seguinte:
a partir de agora é que é a sério, a partir de agora é que se vai ver o que a vida é, pois até aqui foi a brincar.
A partir de agora a vida é a doer, como se usa dizer, nos embates esportivos. Um segundo sentido que a expressão e o título A Última Temporada parece ter, escrita assim sem qualquer referente definido, é a de “a última temporada” de verão. Por outro lado, a última temporada de verão pode ter ainda dois sentidos distintos, a saber, que essa última, a outra anterior a esta em que estamos, é que foi boa, ou que a última, a anterior foi muito má e esperamos que esta agora seja muito melhor.
Julgo que podemos excluir de imediato a segunda subdivisão, pois a análise que se fez em relação à primeira modalidade do sentido da expressão de “última temporada” assim mesmo o obriga. Parece ter ficado claro anteriormente que a “última temporada” a que o poeta se refere não é melhor do que as anteriores. Como ele mesmo termina o penúltimo poema deste livro “versos de agora, versos de antes”:
versos de agora,
versos de antes
vocês sabem que fomos
o que duas criaturas humanas juntas
não poderão nunca superar
Dito de outro modo: fomos o insuperável. Fomos!
E fica, já quase no fim do livro este eco interminável em nossos corações:
fomos, fomos, fomos, fomos, fomos...
Comecemos então pela análise do sentido desta segunda modalidade do entendimento que se faz da expressão que dá título ao livro e que, como iremos ver, ao invés de ser contraditória em relação à primeira será antes complementar.
Comecemos por pensar que essa outra temporada, a anterior, cheia de sol e de alegria, não é esta aqui e agora, cheia de chuva e de tristeza. E bem podemos dizer isso, pois leia-se os seguintes versos do poema “estrada”, à página 19:
mais uma vez a armadilha
mais uma vez o desejo
nenhuma certeza subsiste
nunca fica mais fácil
nada se aprende
da estrada percorrida
Para além de que nunca ficar mais fácil, reparemos ainda numa questão técnica, como se fosse suplementar, como se a poesia não fosse toda ela a vida exposta com técnica e alguma ternura: Pedro Gonzaga divide os seus poemas em pontuados e não pontuados.
Há nos primeiros uma sensação de náusea a que o leitor mais atento não escapa, como se cada vírgula fosse uma curva na estrada, nos levando a contragosto montanha acima. Confira-se isto, por exemplo, no magistral poema inaugural do livro. O poema fala do amor, fala da possibilidade do amor nos acontecer, mas ele é escrito com tantas curvas, com tantas vírgulas, que quando ele termina com os seguintes versos
“quando alguém me diz– /
Ah, o amor é fácil /
mal contenho a vontade /
de cuspir-lhe na cara”
é um alívio a viagem terminar. Mais: se ele não cuspisse, eu mesmo vomitava, depois de tanta curva, de tanta e tanta vírgula num poema.
Por conseguinte, depois de tanta dificuldade ainda ir escutar alguém dizer que o amor é fácil, ninguém merece, como diz a voz de Deus, a voz popular.
É um dos exemplos da superioridade poética de Pedro Gonzaga, sem dúvida, da mestria com que usa a técnica única com que podia ditar este poema. Mas, no outro poema que falávamos atrás, cujo título se chama precisamente “estrada”, ele retira todas as vírgulas, retira todas as curvas, fazendo deste poema uma estrada a direito, como se a vida fosse isso mesmo, sempre a direito, como se a vida fosse ir de Porto Alegre até à Argentina.
Sempre a direito. Ou seja, nossa vida vai daqui ali num instante, ela vai daqui, onde estamos agora, a um imenso e eterno nada, com o desejo pelo meio.
O nada aqui, obviamente não é a morte, é não se aprender nada. Iremos sempre daqui para a Argentina para nada, para não se aprender nada.
Está bem de ver, então, que esta “última temporada” a que me refiro agora, é a temporada passada, é o passado, é aquilo que já foi um dia, que aconteceu e já não é e já não volta.
A primeira modalidade de expressão de “a última temporada” tem os dois pés bem vincados no presente, ao passo que a segunda modalidade de expressão de “a última temporada”, tem a cabeça lá trás, no passado. A primeira é aqui e agora sem referências ao passado, a não ser enquanto lógica linguístico-temporal: se esta é a última é porque teve outra ou outras antes desta.
Estas duas “últimas temporadas”, uma que nos mostra a consciência do fim eminente e, a outra, que nos mostra uma anterioridade melhor do que o presente, o aqui e agora, é aquilo de que trata, e muito bem, este livro.
Estamos literalmente entre a espada e a parede. A parede é o passado atrás de nós que não nos deixa fugir para o tempo bom, recuar até ele, e a espada é aquilo que aqui e agora nos ameaça, o presente prenhe de um futuro laminoso (e me perdoem o neologismo). De outro modo, e me fazendo de sujeito do livro, passo a dizer: eu entendi que é aqui e agora, aqui onde estou, a última temporada, esta é a minha vida e já nada mais me resta até ao fim senão ir sofrendo cada vez mais, declinando lentamente e estar exposto a todas e mais algumas intempéries usando a técnica e a ternura; por outro lado, ficamos também conscientes de que a temporada passada, a da adolescência, a da juventude é que foi boa e não esta aqui e agora, que se mostra como sendo a última, a última dança.
Podemos ler à página 30, nos versos finais do poema “procela”, o seguinte:
finis terrae
a praia prometida
o barulho das folhas
ilusório verão
Ilusório verão
é como acaba o poema, ilusório verão. Precisa de explicações, ilusório verão?
E “procela”, que diz tempestade no mar, precisa de explicações?
Mar esse que não é só a vida, é também aqui a vida de um poeta.
Aliás, no poema podemos ler estes belos versos, preciosos, testemunhais:
há um mar em Camões
há um mar em Pessoa
Mas querem ver o gume mais afiado da espada que aponta o peito do poeta, esse presente prenhe de futuro de que falámos atrás?
Escutem então, e vejam como a vida humana só pode ser pior a cada dia que passa, leia-se apenas o extenso verso com que termina “o baile”:
eu sou o medo do dia em que haverei de abraçar o corpo frio de meu pai
Há, contudo, vários outros medos que o poeta afirma ser, antes desse medo último, derradeiro. Medo que é também o meu. Medo que causa um arrepio pela existência acima! Mas passemos então agora, e sem demoras, ao poema “a primeira rebentação”, e aos seus oito versos finais:
éramos invisíveis
e o que não entendo,
minha adorada,
enquanto seguem a quebrar
as ondas sonoras
na praia deserta do presente
é quem foram aquelas criaturas
que ressurgiram das águas
Sim, quem foram aqueles que fomos? Quem éramos nós, que já não estamos aqui? Como é possível haver outros agora ali fazendo de nós? Onde é que fomos parar, que não nos reconhecemos senão naqueles que não somos? Mas o abismo inultrapassável destas modalidades de últimas temporadas, assume a sua expressão mais pungente no poema dedicado a Sérgio Fischer, denominado “em algum lugar”, e que nos leva a um hospital de uma qualquer parte do mundo e à temporada derradeira de alguém (presumivelmente o amigo a quem o poema é dedicado).
Leia-se uma vez mais os oito versos finais, desta feita à página 13:
lá dentro atrás da porta verde
está o amigo que um dia amamos,
lá está o patrimônio
de tantos almoços
e cafés na juventude
lá estará o tempo
de um telefone
mudo à cabeceira
Repare-se na fantástica transformação do espaço em tempo através do advérbio de lugar “lá”. Começa por dizer o poeta, com uma locução adverbial de lugar, “lá dentro”, lá dentro onde a morte já se instalou e o amigo passa a ser “antes”, através do verso “está o amigo que um dia amamos”.
“Um dia”, aqui, é o mesmo que antes, que é o mesmo que nada, pois aquilo que começa por parecer nos colocar num lugar, “lá”, passa a “um dia” e “um dia” passa a nada, através dos penúltimo e último verso “lá estará o tempo” e “um telefone mudo à cabeceira”. O tempo, visto como um telefone mudo à cabeceira, é o perto mais longe do mundo. E ficámos a saber que um telefone que não toca é o tempo mudo. O tempo mudo é o inferno. Assim, e de modo magistral, a vida humana passa de espaço a tempo, de um lugar preciso para um tempo passado e de um tempo passado a nada, esse substantivo aterrador por excelência. Não podemos deixar de focar a precisão impressionante da forma verbal onde o tempo vai aparecer e transformar o dia em nada: “estará”! No futuro está o nada. No futuro está aquilo que já não somos, onde poeta e amigo são uma e a mesma coisa: lá dentro, um dia, estará o tempo; todos nós vendo a morte de alguém e sendo vistos pelas lágrimas de outrem.
O futuro não tem temporada.
Como pudemos entender pela análise feita ao título, estamos diante de um livro de vínculo existencial, ontológico. Em muitos dos poemas, lembro as muitas análises fenomenológicas que fiz aos poemas do poeta Kavafis, enquanto estudante de filosofia em geral e de Heidegger, Hussel e Scheler em particular. E, tal como nos autores citados anteriormente, não se trata aqui de um discurso de cariz pessimista.
Claro, não vamos encontrar nestes poemas quaisquer versos passíveis de serem enviados às namoradas no dia de Santo António, ou versos de efeito moral, para postar no Facebook, de modo a mostrar como a vida é bela e nós é que damos cabo dela.
A poesia de Pedro Gonzaga tem a dimensão de nos conduzir, como numa viagem guiada à vida humana, a vários momentos universais da mesma, descritos de forma exemplar. E, nesse sentido, trata-se de um livro de poesia sem filiação politica, social ou estética.
Acima de tudo, é um livro de poesia apátrida, como toda a boa poesia.
Há, contudo, algo do saber fazer poético, a técnica, que gostava de trazer à luz aqui diante de vós: a capacidade impressionante que Pedro Gonzaga tem de num mesmo poema, numa mesma estrofe, até num mesmo verso, passar do lírico para o prosaico e vice-versa. E, aqui, lembra-me um dos poetas maiores da segunda metade do século XX inglês: Philip Larkin.
Voltemos à “estrada”, e veja-se como nesse poema, de duas estrofes, uma é completamente lírica, a primeira, e a segunda a sua inversão. Leia-se a primeira estrofe, a lírica:
o vento bagunça teus cabelos
regime singular do ouro
o sol lambe tuas unhas
cheias de graça
enquanto teus pés cruzados
sobre o painel
diminutas aves brancas
trazem ainda as marcas da noite
Veja-se de novo a segunda estrofe do poema “estrada”, e que faz a inversão lírica do mesmo:
mais uma vez a armadilha
mais uma vez o desejo
nenhuma certeza subsiste
nunca fica mais fácil
nada se aprende da estrada percorrida
Mas leia-se também este recurso técnico no único poema escrito em estrofes de dois versos, dísticos, a lembrar a forma recorrente de um dos poetas maiores do início do século XX norte-americano, Wallace Stevens:
um par de meias entre os lençóis antigos
casulos para teus pés de gelo
O primeiro verso completamente prosaico e o segundo uma maravilha lírica.
Por fim, duas últimas notas, ao autor e ao editor. Ao editor agradeço a coragem de editar um livro de poesia, um livro verdadeiro de poesia, e também por não lhe pôr orelhas. Orelhas num livro de poesia é como burca numa mulher: algo que se esforça por adiar ou impedir o nosso mergulho na beleza.
Ao autor agradeço que a leitura deste livro me tenha dado a precisão do que se passa actualmente no mundo: uma guerra entre aqueles que estão a mudá-lo e todos os outros. Quando escuto alguém dizer “temos de mudar o mundo” ou na sua forma patética “começa por te mudar a ti mesmo, se queres mudar o mundo”, sei que não estou diante de alguém que esteja fazendo isso ou que com isso se preocupe.
Como na terceira estrofe do poema “sweet marie”, página 49, a contraposição entre a preocupação avisada do pai e a temeridade da escolha do filho:
valha-me, querido pai
– não há milagres, meu filho,
por que não tentaste um curso de eletrônica,
aquela vaga no exército brasileiro?
Tal como se escreve no Evangelho de São Lucas, 14, 26,27:
“Se alguém vem até Mim e não odeia o seu próprio pai,
a sua própria mãe, a sua própria esposa,
os seus próprios filhos, os seus próprios irmãos e irmãs,
e a sua própria vida, não pode ser meu discípulo.
Quem não carregar a sua própria cruz
para vir depois de Mim, não poderá ser meu discípulo.”
Sim, o verbo que está escrito no original grego é precisamente odiar. O verbo é o verbo μισεω (miséo), verbo simples da segunda contracção. Pois o que Jesus diz aqui, pelas palavras de São Lucas, é que aos olhos de todos os que nos são próximos, o nosso gesto de deixar tudo para traz e seguir Jesus, tal como se escreve no Novo Testamento, faz parecer, àqueles que deixamos para traz, que os odiamos.
Como pode um pai entender que deixemos a sua casa para seguir a Jesus, senão que o odiamos, ainda que não haja sombra de ódio em nossos corações?
E como pode um pai entender que o filho queira seguir a palavra em vez do número, no mundo em que vivemos? E, repare-se, a palavra a que me refiro não é a palavra da academia, é palavra de Camões, de Bocage, de Rimbaud, a de Fernando Pessoa. A palavra desses poetas, a quem agora se junta com sua palavra, Pedro Gonzaga, é a palavra que os conduzirá ao abandono do mundo, como se se odiasse o pai, o mundo e toda a família.
E como pode um pai entender que o filho se entregue aos versos ao invés de uma carreira segura, profícua, no exército brasileiro?
Como pode um pai entender que o filho saia de casa, se perca na noite, na embriaguez, na vida errante, só para salvar o mundo?
Meu próprio pai, amor grande e recíproco em minha vida, nunca entendeu.
E a verdade é que meu pai, e provavelmente também o pai do poeta do livro, entende bem que nunca um livro bom de poesia foi tão preciso no mundo como hoje, exceptuando talvez no tempo das invasões bárbaras, na queda de Constantinopla e na merda que os alemães, os italianos e os japoneses fizeram na chamada Segunda Guerra Mundial. Os pais entendem, claro, mas custa muito ver um filho ser o cordeiro de libação.
No poema “as formigas do colorado”, um dos poemas de categoria maior deste livro, já por si de poesia ímpar, podemos ler à página 32, onde o poeta, ao encontrar um livro num sebo, acerca das formigas do Colorado, de um professor universitário norte-americano, imagina este intercalando-o:
você não tem seriedade, mr. Gonzaga,
você se forra na galhofa
onde está sua obra, mr. Gonzaga,
onde está seu legado?
Deixe estar, Pedro, não responda, deixe-me ser eu a responder por você ao professor do colorado, que continua perseguindo formigas, mesmo depois de morto, para prover um salário e uma postura de seriedade no mundo. Teu legado, meu caro Pedro, é o mundo a mudar. Pedro Gonzaga ao escrever estes poemas e Alfredo Aquino ao editar o livro mudam o mundo. Fazem parte do pequeno exército que vêm mudando o mundo. O exército daqueles que deixam o conforto de todas as prisões, em que teimamos em viver, para o salvarem. Resta-nos agora a nós, pessoas de bem, segurar um dos exemplares deste livro em nossas mãos, assim como numa oração, e ajudá-los a mudar o mundo.
© Paulo José Miranda - Porto Alegre RS, Brasil - dezembro 2011
Imagem de capa: Fotografia de Mario Castello