Sábado, 05.02.11

O banco verde, em Ponta Delgada

Viajar, derrumbarse del sueño - Antonio Tabucchi


Enrique Vila-Matas


Elegancia, humor y niebla de melancolía. O sea, Tabucchi. Salgo hacia las Azores de un modo inmóvil, releyendo Dama de Porto Pim, de Antonio Tabucchi, un artefacto literario que a veces recuerdo como una especie de Moby Dick en miniatura y también como un libro que en su momento me sorprendió - hablamos de febrero de 1984 - porque sus menos de cien páginas parecían componer un buen ejemplo de "libro de frontera", un curioso artilugio compuesto de cuentos breves, fragmentos de memorias, diarios de traslados metafísicos, notas personales, la biografía y suicidio del poeta Antero de Quental contada al modo de una "vida imaginaria" (a lo Marcel Schwob), astillas o restos de una historia cazada al vuelo en la cubierta de un barco, crónicas costumbristas de las ballenas y los balleneros, transcripciones de viejos aventureros que pasaron por las islas, apéndices, mapas, bibliografía, abstrusos textos legales: elementos a primera vista enemistados entre sí y, sobre todo, con la literatura, transformados por una firme voluntad literaria en ficción pura.


Elegancia, humor, melancolía. Y la agazapada idea de viajar para derrumbarse del sueño. "Para Tabucchi, un viaje es, sobre todo, un clima, un estar a solas, un estado discretísimo de saudade y de soledad. En eso está la fascinación sin par de este escritor, y es eso lo que le otorga esa voz distinta, su mágica serenidad de escritura", escribió José Cardoso Pires en un artículo de extraño título: Elpé juepegopó delpé revevespé.


Llegué en febrero de 1984 a Dama de Porto Pim - primer libro de Tabucchi traducido al castellano - porque me llamó la atención ese artículo de Cardoso y porque además, sólo dos días después, me encontré con una entrevista al propio Tabucchi que me abrió panoramas muy inéditos para mí. En esa entrevista - la primera que le hacían en nuestro país - decía, por ejemplo, que hoy en día es difícil juzgar los propios sentimientos porque, desde que la cultura se ha vuelto laica, falta un ojo que mire: "El hombre no se siente mirado y se vuelve, por ello, un poco inexistente. La idea de ser mirado confiere a la existencia cierta plenitud".


Uno de los fragmentos más memorables de Dama de Porto Pim es 'Una ballena ve a los hombres'. Allí un cetáceo cree ver que "los hombres a veces cantan, pero sólo para ellos, y su canto no es un reclamo sino una forma de lamento desgarrador (...) se alejan deslizándose en silencio y es evidente que están tristes". Al parecer, esta bella pieza literaria surgió de Tabucchi el día en que presenció cómo una ballena moría bajo los arpones y él experimentó la sensación de ser observado por ella.


"Montes de fuego, viento y soledad. Así describía las Azores, en el siglo XVI, uno de los primeros viajeros portugueses que desembarcó allí", dice Tabucchi. La verdad es que desde entonces las cosas, en las islas, no han cambiado mucho. No es un lugar donde la gente borre las huellas. Hay un pacto entre las Azores y lo inmutable, y otro con el concepto de la lejanía.

 

Tabucchi escribió hace años: "Azores, en medio del océano, lejos de todo. De Europa y de América. Tal vez sea la lejanía el embrujo de las Azores". Pero esa lejanía, dice Tabucchi, la dejan los habitantes de las Azores sólo para quienes les visitan. Y es que los azorianos están, sobre todo, cerca de ellos mismos. Pero ¿cercanos a qué? No siendo nada cercanos a las tradiciones ni a la historia, tal vez lo sean sólo del suelo, de su tierra verde y azul. Próximos a lo suyo, que es algo inmediato, sin pasado.


Recuerdo muy bien que en aquella entrevista de 1984 Tabucchi comentaba que, en relación con el pasado, nuestra experiencia moderna es más fragmentada, más frágil y, por tanto, posiblemente la narración, el cuento, se adapten mejor a la vida incompleta de ahora. Para alguien como yo que en aquellos días no estaba muy interesado en las novelas, sus palabras fueron una bendición y abrían un camino para la escritura de lo fragmentario. Ha pasado el tiempo y creo que nada ha cambiado de aquello que sugería Tabucchi. El relato corto es un espacio literario en el que todavía se puede hallar una especie de fogonazo, de flash, con una curiosa y extraña adherencia a la realidad.


Dama de Porto Pim, estilizado "libro de frontera", se inicia con una inolvidable cartografía sonámbula, 'Sueño en forma de carta', una especie de prólogo soterrado (que Tabucchi ha contado que surgió de una lectura de Platón y del traqueteo de un parsimonioso autocar que iba de Horta a Praia do Almoxarife), donde la escritura parece servir para dar forma a una geografía existencial, a un mapa interior que el autor de la carta diseña recorriendo un grupo de islas pobladas por gentes que veneran pasiones y adoran dioses como el amor o el odio ("el dios del odio es un pequeño perro amarillo de aspecto macilento, y su templo se levanta en una minúscula isla que tiene forma de cono") o el dios del resentimiento, pero que, como en el mapa interior, son reales sólo en un sueño en forma de carta: "Después de haber surcado las aguas durante muchos días y muchas noches, he comprendido que el Occidente no tiene fin sino que sigue desplazándose con nosotros, y que podemos perseguirle a nuestro antojo sin jamás alcanzarle".


Todo el libro es la historia de esa persecución sin fin, lo que hace que en un momento determinado, derrumbados por el más lúcido de los sueños, lleguemos a la maravillosa Horta, la capital de la isla de Faial, y allí entremos en el legendario Peter's Café Sport, el bar más famoso del Atlántico. En realidad, es mucho más que un bar, es una auténtica institución y fue inaugurado en los primeros años del siglo pasado y ya entonces exhibía su fachada pintada de azur, su marca distintiva.

 

En el texto 'Otros fragmentos', incluido dentro del libro, es donde Tabucchi incluyó la mención a este acogedor bar del gin-tonic fulminante, donde los balleneros van todas las tardes a recordar las otras tardes, aquellas en las que aún navegaban y, por tanto, aún conservaban ese oficio que, al estar hoy prohibido, les ha convertido en pacíficos agricultores con tabarra de taberna.


Una de las piezas claves de Dama de Porto Pim es el relato de amor y crimen que da título al libro y que Tabucchi oyó a un ex ballenero, convertido en cantante en locales nocturnos para turistas norteamericanos. Es la narración de un amor total, apasionado y violento, la historia de una doble traición que culmina en un final mortal. Pero acaso la cumbre del libro sea la intensa microbiografía del poeta del siglo XIX Antero de Quental. Tras una larga estancia en Lisboa, el gran bardo de las Azores, el más trágico de todos, regresa a sus islas cargado de sueños para ellas, sueños que se derrumban a los pocos meses. Desesperado por la soledad de su patria, descubre la existencia de la nada y se mata en Ponta Delgada de un pistoletazo en un banco verde frente al mar, bajo el blanco muro del convento de la Esperança, donde hay un ancla azul dibujada sobre la pared encalada: "Accionó el mecanismo del revólver e hizo fuego por segunda vez. Entonces el gitano desapareció con el paisaje y las campanas de la Matriz empezaron a tañer el mediodía".

 

 

Un mediodía, en mi primer viaje a las islas, fui a la Matriz para sentarme en el banco verde frente al mar y sentirme así en el mismo lugar que Antero. Lo encontré todo igual que el día en que se mató, incluso seguía allí el ancla azul dibujada en la pared encalada. Pero de todos los bancos verdes de la zona, el de Antero era el único ocupado. Por alguna extraña razón, era casi propiedad de unos vagabundos. Tuve que esperar dos horas a que éstos se marcharan para poder sentarme en el lugar del pistoletazo. Había el mismo mar azul perfecto que aquel lejano mediodía. La misma plaza, los mismos árboles, el mismo resplandor del agua. No son las Azores un lugar donde la gente borre las huellas.


Enrique Vila-Matas - Publicado em Babelia

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publicado por ardotempo às 16:35 | Comentar | Adicionar

O sábio e o anel de ouro

 

 

O blog ARdoTEmpo envia essa imagem ao jornalista Luis Carlos Vaz, profundo conhecedor dos labirintos fascinantes da alma feminina, tal como o compositor Chico Buarque de Holanda. O anel, uma trama barroca em ouro 24 quilates incrustrado de diamantes, é uma criação do designer de jóias Ralf Schinke. Se esta obra estivesse tangível e livre nas mãos do jornalista Vaz, ele bem saberia o destino que lhe daria.


Imagem: O anel Trama, de Ralf Schinke - Ouro 24 quilates e diamantes

publicado por ardotempo às 15:15 | Comentar | Ler Comentários (1) | Adicionar

O relâmpago

Ninguém mais senão eu comigo no escuro


Mariana Ianelli


O quarto feito um lago sem fundo e o corpo ali mergulhado, esperando o sono. Nesta hora do mais ninguém senão eu comigo no escuro, vai-se embora a pose de garça, o extenso currículo, a questão da honra. É quando tudo se aclara e as partes da bilha quebrada se encaixam.


Os dias voltam, tantas coisas voltam, o que nem imaginávamos ter salvado aqui dentro, o repique de um sino e um estrondo de portas, em algum lugar daquela casa uma briga mal contida, explodindo em sussurros, mas por que lembrar disso agora, dos móveis arrastados na enchente, das paredes cobertas de lama, de repente a prancheta branca onde o primeiro poema e uma gata siamesa debaixo do calor da lâmpada, tudo isso que vem num instante, e que já foi o pão de cada dia, durante anos e anos, agora é só uma aguada no tempo, um chumaço de nuvens desenhando formas, agora um lustre japonês, agora uma orquídea, agora uma salamandra, todas essas coisas que voltam misturadas, mas cada uma perfeitamente clara, inexplicavelmente viva, perto de ser tocada, nesta hora do corpo caído no escuro, ao comprido na cama, esperando o sono, nesta vigília do terceiro olho, este olho que se abre com perícia de lobo, que se abre e vai à caça de todas essas coisas, é então que lá de dentro vem o relâmpago, mas como foi que não vi isso antes, quanto descaso, quanta ansiedade inútil, ou será que vi e desprezei, pois também isso pode acontecer nesta hora, debulhar o terço do guardai-me em vosso nome, escutai-me, dai-me forças, minha rocha e meu refúgio.


Sabe-se lá quanto tempo dura essa hora que não tem fundo, para um corpo estendido que não está morto, que tem visões que não são as de um sonho, quando tudo fica tão nítido que mal chega o dia seguinte e já não lembramos que sabemos tanto.

 

 

 

 

Mariana Ianelli - Publicado em Vida Breve

publicado por ardotempo às 12:02 | Comentar | Adicionar

As sombras, os touros e a coragem

Desafio

 

 

Gilberto Perin - Carro alegórico - Fotografia (Uruguaiana RS Brasil), 2010

publicado por ardotempo às 01:23 | Comentar | Adicionar

Editor: ardotempo / AA

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