Domingo, 31.10.10

O país sem problemas

Dilma e o País das Maravilhas

 

Tudo está bem. Tudo vai otimamente bem e todos estão muito felizes.

José Dirceu está absolvido pela população e pode voltar a ocupar o cargo público que quiser.

Para ajudar com sua sabedoria e inteligência, a criar estratégias e novos rumos de futuro promissor para o governo.

Será aclamado e saudado como um herói injustiçado, pelos eleitores militantes vitoriosos e eufóricos.

Não há mais problemas na Saúde, tampouco de violência e acabaram-se os problemas com drogas.

A educação está perfeita, a Universidade é um modelo para o mundo.

Viva o Brasil!

A receita da perfeição política do Dr. Pangloss.

Viva o Brasil! O país que tem a sorte como lema e como projeto.

O pais da Copa do Mundo. O país das Olimpíadas.

Brasil! Ame-o ou... deixe-o.

publicado por ardotempo às 22:55 | Comentar | Adicionar

A marionete

Por que Dilma?

 

Ferreira Gullar

 

Hoje se encerra uma das mais acirradas disputas pela Presidência do país. Se é verdade que nenhuma das disputas anteriores foi igual a outra, esta tem um fator ausente a todas as outras: um dos disputantes -no caso, uma, a Dilma -, ao que tudo indica, jamais imaginara candidatar-se ao mais alto cargo político da nação, já que nunca disputara cargo eletivo algum.


Esse fato, por si só, ainda que inusitado, seria irrelevante, se a opção a candidatar-se houvesse ocorrido a ela por decisão própria, como expressão de um desejo, que ocultara por tanto tempo e que finalmente decidira assumir. Seria estranho pelo ineditismo, mas, sem dúvida alguma, menos surpreendente do que, como foi o caso, ter que aceitá-la por imposição de seu chefe, o presidente Lula.


Não houve nisso nada de ilegal ou imoral, embora esse não seja o procedimento normal para a escolha de uma candidatura. Normal seria o partido discutir as candidaturas possíveis e optar por uma delas, como resultado de consenso ou decisão da maioria.


Não houve nada disso: o nome de Dilma foi imposto por Lula ao PT, que não teve outra alternativa senão engoli-la. Isso, certamente, desagradou a muita gente dentro do partido, mas o fato é que Lula não tem o PT como um entidade autônoma, a cujas decisões deva ele submeter-se.


Longe disso, ele o tem como um instrumento de sua ação política, que não respeita nem as regras estatutárias nem o amor próprio dos companheiros, que estão ali apenas para ouvir as ordens e cumpri-las.


Haveria exemplo mais claro disso do que a destituição, por ordem dele, em 2005, de toda a direção do partido, comprometida com a sujeira do mensalão? Foi, sem dúvida, uma medida eficaz, mas essencialmente autoritária.


A pergunta que fica sem resposta, em face da candidatura de Dilma, é por que ele a escolheu. Esta não é primeira vez que me faço essa pergunta, que pode suscitar diversas respostas.


Por que escolher para disputar a Presidência da República uma senhora que nunca disputou qualquer eleição e não dispõe de um currículo capaz de categorizá-la para ocupar tão importante cargo?


Como a hipótese de apoiar o candidato de um partido aliado estará sempre fora de cogitação, uma vez que a última coisa que Lula e o PT admitem é dividir hegemonia com alguém - restaria a alternativa de escolher um nome de seu próprio partido, não envolvido nas falcatruas do mensalão.


É certo que não havia muitos nomes viáveis nem de grande projeção nacional. De qualquer modo, mais conhecidos e tarimbados do que a Dilma havia vários.


Por que, então, não cogitou deles nem permitiu que o partido os discutisse? Por que a fixação indiscutível em Dilma Rousseff, muito menos conhecida e muito menos gabaritada que os outros?


Há, certamente, alguma razão para isso, uma vez que, como se sabe, Lula não prega prego sem estopa nem faz nada desinteressadamente por ninguém. Se ele escolheu Dilma, foi por que essa escolha, mais que qualquer outra, convinha a seus interesses pessoais.


Essa escolha implicava um risco possivelmente maior do que a de outro nome, já que, além de não ser conhecida nem ter nenhuma realização a apresentar, é destituída de charme, carisma e desenvoltura.


Por que então escolhê-la? A resposta talvez esteja no apego de Lula ao poder. Nisso, ele não constitui exceção, mas, não tendo outra qualificação pessoal que seu carisma, qual papel de relevo lhe restará fora da Presidência?


A alternativa possível seria tentar voltar, em 2014, usando a gestão de Dilma como mandato tampão, já que ela, devendo tudo a ele, não se atreveria a pretender reeleger-se.


Isso explicaria também por que essa campanha foi para ele uma questão de vida e morte, mudando-se de presidente em cabo eleitoral, sem respeitar nem seu cargo nem as leis, como se o candidato, de fato, fosse ele.


E, em última instância, era. Dilma não é mais que uma marionete, de que ele se vale para tentar voltar ao poder. A menos que as urnas, hoje, lhe digam não.

 

Ferreira Gullar

tags:
publicado por ardotempo às 12:19 | Comentar | Adicionar

Para ser somente um pintor

Paul Gauguin: sólo hay que atreverse


Manuel Vicent


Hacia 1870, con sólo 25 años de edad, al cerrar cada tarde su despacho, Paul Gauguin salía del banco Bertin, donde trabajaba de liquidador, y atravesaba la rue Laffitte fumando un cigarro inglés, vestido con ropa cara, pantalones de tubo bien cepillados, botines charolados y levita de terciopelo con corbata de plastrón. Era la imagen del joven burgués respetable, envidiado, bien comido, con las mejillas sonrosadas y así al caer la tarde llegaba a casa, un hotel con jardín, en la calle Carcel, y le daba un beso a su mujer Mette-Sophie Gad, una danesa protestante, con cinco hijos. En el banco le permitían especular en Bolsa por su propia cuenta, lo que le producía unos cincuenta mil francos al año de ganancia añadida.


Esta fortuna de Gauguin le proporcionaba el placer de comprar cuadros de algunos pintores malditos que habían sido rechazados por el jurado del salón de la Exposición Universal en 1867. En este aspecto se notaba que no era un burgués como los demás. Por quince mil francos había adornado sus paredes con obras de Renoir, Cézanne, Monet, Pissarro, Manet, Sisley y de otros proscritos por la crítica del momento. De pronto, un extraño virus se apoderó de su espíritu. Después del trabajo en las finanzas, Gauguin se ponía un guardapolvo manchado y comenzaba a pintar. Al principio su mujer consideraba esta afición un mero pasatiempo, que toleraba a regañadientes, sobre todo si los domingos optaba por seguir ensuciando lienzos en lugar de llevarla al teatro o a pasear al Bois de Boulogne con sus hijos. Un problema grave con esta mojigata surgió cuando este artista aficionado pidió a su criada Justine que posara desnuda para él una noche.


Pero el asunto se agravó aún más al saber que uno de estos desnudos de Justine había sido admitido en el Salón de los Independientes y había obtenido una crítica muy favorable y emocionada del gran poeta Mallarmé, un éxito que acabó por romperle la cabeza. Una mañana de enero de 1883 Mette se extrañó al ver que no se levantaba de la cama para ir al despacho. Pensó que estaba enfermo, pero su marido le dijo con un tono resuelto: "Nunca más volveré a trabajar en el banco. He presentado la dimisión al director. A partir de hoy voy a ser sólo pintor".


Ese día comenzó su trayecto hacia la gloria, previa travesía del infierno. Para satisfacer esta nueva pasión echó mano de los ahorros y al quedarse muy pronto sin dinero Gauguin ensayó la bohemia, pero su mujer no estaba dispuesta a soportar penurias, lo dejó solo en París y se fue con los cinco hijos a Dinamarca, a casa de los padres. Por su parte el artista reculó hasta Rouen donde la vida es más barata. Pintaba a medias con el hambre y cuando ya no pudo remediarla acudió con las orejas gachas a casa de sus suegros en Copenhague donde, no sin desprecio y tomado por impío, aquellos ortodoxos le asignaron un cuarto con un ventanuco apenas sin luz y en aquel trastero no tuvo otra alternativa que pintarse a sí mismo, su rostro con bigotón, la mirada torva de soslayo ante el espejo y su perfil de cuchillo.


En junio de 1885 Gauguin regresó sin dinero a la vida sórdida en París y vivió entre cuatro paredes, con una mesa, una cama, sin fuego, sin nadie. Buscó remedio largándose a Pont-Aven donde había una cuadrilla de pintores en torno a una pensión que concedía créditos a los artistas. Su dueña Marie-Jeanne Gloanec aceptaba cuadros por una cama y comida. Dando guindas con aguardiente a los pavos y pintando cerdos con colores para divertirse supo que uno de sus hijos había muerto y que su mujer tenía un cáncer, pero el artista rezó por el muerto, deseó que su mujer encontrara un buen cirujano y siguió su destino: algunas modelos posaban desnudas en la buhardilla de la pensión, pintaba bretonas y verdes paisajes con vacas sin conseguir vender un cuadro.


Un amigo, Meyer de Haan, había creado una fábrica muy rentable de bizcochos en Holanda. Gauguin acudió a su llamada, probó suerte, pero se aburrió enseguida. Sin que el virus del arte le abandonara se abrió hacia Panamá al amparo de unos parientes, trabajó en la perforación del canal, partió luego hacia Martinica y allí percibió por primera vez el viento salvaje y la luz pura de primitivismo. Fue una revelación. Volvió a París acompañado de un macaco que se haría su pareja inseparable. Iba acumulando cuadros que eran humillados en las galerías y en las subastas. Enamorado de la obra de Van Gogh partió hacia Arles para trabajar con él. Eran dos clases de locura que pronto entraron en colisión mediante continuas disputas, primero estéticas, luego con las manos. Al final de una trifulca Gauguin abandonó a Van Gogh y este en medio de la tormenta se cortó una oreja y se la regaló a una puta. Gauguin puso varios mares por medio hasta llegar a Tahití. Allí encontró entre la floresta a Tahura, su modelo ideal. La pintó obsesivamente. Expresó sus visiones en planos simbolistas sintéticos y con una carga magnífica de nuevos trabajos, instalada la felicidad e inocencia preternatural en unos cuerpos indígenas volvió a París para mostrar su nueva estética. El 4 de noviembre de 1893 expuso cuarenta y cuatro lienzos y dos esculturas en una galería de Durand-Ruel de la calle Laffitte. Los burgueses llevaban a sus hijos a la exposición para que se burlaran de los mamarrachos que pintaba un tal Paul Gauguin. Se decía que era un loco que hacía años había abandonado el oficio de banquero, a su mujer y a sus cinco hijos para dedicarse a pintar. La gente arreciaba en las risas ante cuadros de javanesas desnudas junto con el espíritu de los muertos. En una subasta se exhibió al público por error boca abajo uno de sus cuadros que representaba un caballo blanco. El subastador exclamó: y aquí ante ustedes las cataratas del Niágara. En medio de las carcajadas del público un marchante superdotado, Ambroise Vollard, pujó por el cuadro y se lo llevó por 300 francos.


Con la promesa de que este galerista le mandaría un dinero mensual para que siguiera pintando, cosa que no cumplió, Gauguin se despidió definitivamente de la civilización para volver al paraíso. La noche antes de poner rumbo a Tahití de nuevo le abordó una ramera en una calle en Montparnasse. Y de ella como regalo se llevó una sífilis al paraíso de la Polinesia donde se inició la gloria y la tortura. Rodeado de los placeres de la vida salvaje y del amor de los indígenas, adolescentes felices, desnudas entre los cocoteros su pintura no necesitaba ninguna imaginación, pero su cuerpo había comenzado a pudrirse. Primero fue un pie, luego la pierna y finalmente el mal le subió hasta el corazón. Realmente Gauguin ya era un leproso cuando decidió adentrarse aún más en la pureza salvaje y se fue a Hiva Oa, una de las islas Marquesas a vivir entre antropófagos y es cuando sus lienzos alcanzaron la excelencia que lo harían pasar a la historia como uno de los pintores más cotizado. En el lecho de la agonía lo cuidaban unas jóvenes polinesias y a su lado estaba uno de los antropófagos llorando desconsolado, quien al verlo ya muerto le mordió una pierna para que su alma volviera al cuerpo, según sus ritos.

 

Los indígenas rodearon la cabaña. Vistieron el cadáver a la manera maorí. Lo untaron con perfumes y lo coronaron de flores. Un obispo misionero rescató los despojos para enterrarlos en un cementerio católico. Bajo el jergón Gauguin había dejado sólo doce francos en moneda suelta. Eso sucedió en Atuona, el 9 de mayo de 1903, a sus 54 años. La obra de Gauguin se compone de unos trescientos cuadros y es sin duda hoy el pintor más cotizado de la historia del arte.

 

 

 

 


Manuel Vicent - Publicado em Babelia

Imagem: Paul Gauguin - Auto-retrato no Gólgota - Pintura - Óleo sobre tela MASP Museu de Arte de São Paulo Assis Chateaubriand - São Paulo SP Brasil

publicado por ardotempo às 01:09 | Comentar | Adicionar

Editor: ardotempo / AA

Pesquisar

 

Outubro 2010

D
S
T
Q
Q
S
S
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
13
14
15
17
18
19
20
21
22
28

Posts recentes

Arquivos

tags

Links