Sexta-feira, 01.05.09

Obituário, pelo próprio defunto

OBITUARIO

 
Javier Ortiz
 
Falleció ayer de parada cardio-respiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar, porque no hay nada más inevitable que morir de parada cardio-respiratoria. Si sigues respirando y el corazón te late, no te dan por muerto.
 
Así que en ésas estamos (bueno, él ya no). Javier Ortiz fue el sexto hijo de una maestra de Irún, María Estévez Sáez, y de un gestor administrativo madrileño, José María Ortiz Crouselles. Sus abuelos fueron, respectivamente, un señor de Granada con aspecto de policía - lo que tal vez se justifique considerando el hecho de que era policía -, una señora muy agradable y culta con allure y apellido del Rosellón, un honrado y discreto carabinero orensano con habilidades de pendolista y una viuda de Haro casada en segundas nupcias con el recién mencionado, Javier Estévez Cartelle, del que se derivó el nombre de pila de nuestro recién difunto. Si algún interés tienen todos estos antecedentes, cosa que dista de estar clara, es el de demostrar que, en contra de lo que suele pretenderse, el cruce de razas no mejora el producto. (Obsérvese qué gran variedad de procedencias se puso en juego para acabar fabricando a un vasco calvo y bajito.)
 
La infancia de Javier Ortiz transcurrió en San Sebastián, ciudad que le venía muy a mano, porque nació allí. Se dedicó básicamente a mirar lo que había por sus cercanías, en particular el pecho de las señoras - ahora que ya está muerto podemos descubrir ese inocente secreto suyo -, y a estudiar cosas tan peregrinas como las ciudades costeras del Perú, de las que no logró olvidarse hasta su postrer respiro. Los jesuitas trataron de encauzarlo por el buen camino, pero él descubrió muy pronto que era comunista. Eso malogró del todo su carrera religiosa, ya de por sí poco prometedora, sobre todo desde que notó con desagrado el interés que algunos sacerdotes ponían en sus partes pudendas.
 
Su primer trabajo como escribidor, aparecido en una página del periódico del colegio, fue, curiosamente, una necrológica, con lo que cabría decir que su carrera como periodista ha resultado capicúa, singular circunstancia de la que muy pocos podrían presumir, aún en el improbable caso de que lo pretendieran.
 
A los 15 años, hastiado de las injusticias humanas - algunas de las cuales seguían teniendo como referencia obsesiva los pechos femeninos -, decidió hacerse marxista-leninista. Los años siguientes tuvo que emplearlos en averiguar qué era eso que acababa de hacerse, a lo que contribuyeron decisivamente algunos esforzados miembros de la Policía política franquista.
 
A partir de lo cual, se dedicó con gran entusiasmo a cultivar el noble género del panfleto. Sin parar. A diario. Año tras año. Fue cambiando de punto de residencia, no siempre por voluntad propia - ahí merecen especial mención sus estancias carcelarias y su exilio, primero en Burdeos, luego en París -, pero jamás varió su inquebrantable afán de agitador político, que él pretendía haber adquirido, por absurdo que parezca - y sea, de hecho -, en la lectura de Los documentos póstumos del Club Pickwick, de don Carlos Dickens, y de las Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Padarox, de don Pío Baroja.
 
Burdeos, París, Barcelona, Madrid, Bilbao, Aigües, Santander… Recorrió incontables sitios y holló innúmeros parajes sin parar de escribir, erre que erre. Zutik!, Servir al Pueblo, Saida, Liberación -y Mar, y Mediterranean Magazine- y El Mundo, y una docena de libros, y varias radios, y algunas televisiones… Por escribir, incluso escribió para otros y otras, ejerciendo de negro en momentos de particular penuria. También lo hizo a veces por amistad.
 
Movido por la lectura del Selecciones de Reader’s Digest y otras publicaciones estadounidenses tan aficionadas a ese género de operaciones, un día decidió calcular cuántos kilómetros cubrirían sus escritos, en el caso de colocarlos todos en una sola larguísima línea de cuerpo 12. El resultado de la estimación fue concluyente: ocuparían la tira.
En materia de amores (de la que sería injusto decir que careciera de alguna experiencia), también fue capicúa. Decía que las mejores mujeres, las más cariñosas y las más nobles con las que compartió sus días (sin desdeñar dogmáticamente a ninguna otra), le resultaron la primera y la última. Aunque la favorita le apareciera por medio: su hija Ane.
 
Y todo para acabar con algo tan vulgar como la muerte. Por parada cardio-respiratoria, como queda dicho. En fin, otro puesto de trabajo disponible. Algo es algo.
 
 
Javier Ortiz, escritor y columnista, nació en Donostia-San Sebastián el 24 de enero de 1948 y murió ayer en Aigües (Alicante), tras dejar escrito el presente obituario.
 
 
Publicado no blog O Caderno de Saramago
tags: , ,
publicado por ardotempo às 19:57 | Comentar | Adicionar

Memória do Padúl - Lágrimas contam as horas da madrugada

Desenho

 

 

 

Geri Garcia - Mulher trabalhando (Série Memória do Padúl, 1935) - Desenho em tinta china sobre papel (Granada / Padúl - Espanha), 1953

tags: ,
publicado por ardotempo às 15:38 | Comentar | Adicionar

O que é que você vê?

Fotografia

 

 

 

Leopoldo Plentz - Fotografia em grande formato - Série Coisas Inúteis (Porto Alegre RS Brasil), 2008 

publicado por ardotempo às 15:30 | Comentar | Adicionar

TV

Siron Franco - Pintura

 

 

 

 

Siron Franco - Pintura, Série O que vi pela TV - Óleo sobre tela, com lâminas de folhas de ouro (Aparecida de Goiânia GO Brasil), 2002

tags: ,
publicado por ardotempo às 15:24 | Comentar | Adicionar

O cão

Pintura 

 

 

 

Sérgio Gagliardi - O cão - Pintura - Óleo sobre tela (São Paulo SP Brasil), 2008

tags: ,
publicado por ardotempo às 15:19 | Comentar | Adicionar

Descendo a escada

“Ah é, é?”
 
Luis Fernando Verissimo
 
Você eu não sei, mas quando há um bate-boca como aquele entre os ministros Mendes e Barbosa eu sempre lamento a falta de um texto melhor. Claro, no calor da briga ninguém pode escolher as palavras ou cuidar do valor literário dos seus insultos, mas é impossível deixar de imaginar o que um bom roteirista teria feito com a cena, escrevendo para os dois lados.
 
 
Certa vez criei um personagem para um antigo programa do Jo, na Globo. Era o cara que só pensava numa boa resposta quando não adiantava mais. Ele estava caminhando na rua, dentro de um ônibus ou numa reunião com amigos e de repente soltava uma frase, como “Só se a sua mãe for junto!” Depois explicava que dias antes alguém lhe dissera para ir tomar banho (no tempo em que mandar alguém se lavar era insulto pesado) e só agora lhe ocorria uma boa resposta. Na hora, ficara só dizendo “Ah é, é? Ah é, é?” enquanto pensava numa frase devastadora que nunca vinha.
 
Há profissionais da resposta pronta, repentistas que retrucam não só no ato como rimado, mas a maioria só pensa no que poderia ter dito muito depois. Humoristas, e supostos humoristas, padecem mais do que os outros com a expectativa de que terão a boa resposta na ponta da língua. Como têm que zelar por uma reputação de tiradas espontâneas, são os que mais precisam pensar na frase, revisá-la e burilá-la para apresentá-la, de preferência uma ou duas semanas depois.
 
O sentimento de insuficiência na retaliação verbal é tão comum que deveria existir uma expressão, talvez uma daquelas intermináveis palavras compostas com que os alemães transmitem o máximo de sensações possíveis sem o uso de vírgula, hifen ou violino ao fundo, que a descrevesse. E a expressão existe. Mas não é alemã. Diderot, o mais enciclopédico dos enciclopedistas franceses, pois aparentemente dava palpite sobre tudo, chamava a frase que só vem depois de “esprit d´escalier”. Perfeito: o espírito que só nos socorre quando já estamos descendo a escada.
 
Nos bate-bocas brasileiros predomina o “esprit d´escalier”. O que vem na hora raramente passa do “Ah é, é? Ah é, é?” ou equivalente.
 
 
© Luis Fernando Verissimo
publicado por ardotempo às 15:08 | Comentar | Adicionar

Editor: ardotempo / AA

Pesquisar

 

Maio 2009

D
S
T
Q
Q
S
S
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
13
16

Posts recentes

Arquivos

tags

Links